Sábado, 22 de octubre de 2005 | Hoy
NOTA DE TAPA
La Maltería de Hudson es el centro de un proyecto de desarrollo inmobiliario al costado de la autopista de 50 hectáreas y 100 millones de dólares de inversión. Un conjunto de edificios patrimoniales de primera agua que pasará de la ruina a ser centro comercial, de servicios, oficinas y viviendas en una zona renovada.
Por Sergio Kiernan
Hubo un tiempo en que la arquitectura industrial se merecía el nombre de arquitectura. Había galpones, sí, pero galpones tan bellos en sus proporciones como prácticos y utilitarios. Y también había elevaciones, fachadas, grandes muros verticales, que se trataban con algo más que desprecio. Es que en esos tiempos las empresas querían dar una imagen de durabilidad, para lo que construían para durar y usando lenguajes amortizados por los siglos. Era un feliz matrimonio de estética y tecnología que pobló este país de bellezas cautivantes, como los silos de Puerto Madero.
El que se dirija a Hudson, camino a La Plata y justo al dejar la autopista rumbo a Mar del Plata, verá a mano derecha uno de estos conjuntos industriales. Es la vieja Maltería Hudson, parte del sistema industrial de la cervecería Quilmes, una cantidad incalculable de ladrillos a la inglesa cubriendo miles de metros construidos entre finales del siglo XIX y mediados del XX. Esta maltería desactivada en los ochenta, que se iba hundiendo en la ruina, desarmada y demolida de a puchos, es ahora el centro de un notable proyecto inmobiliario que la va a rescatar corriendo el riesgo inversor de transformarla en un polo de compras, servicios, viviendas y oficinas para un área en crecimiento. El proyecto se llama Pampas de Hudson, incluye tres sectores por un total de 50 hectáreas y es un sesudo intento de rescatar un elefante blanco patrimonial y hacerlo rentable.
Estas Pampas van a tener tres áreas bien definidas. Por un lado, a la vera de la ruta, a la vista de la autopista y al lado del barrio cerrado Abril, se está preparando y construyendo el barrio cerrado Las Acacias. El terreno triangular tiene 10 hectáreas, un bosque silvestre de acacias y otros árboles y un pequeño sitio arqueológico donde hubo un puesto de estancia. Quien lo visite, verá casi terminada su entrada y notará un detalle que empieza a dar la nota: los postes del alambrado perimetral. En lugar del vulgar y silvestre de corralón, cemento chuzo, Las Acacias se mandó a hacer uno con un remate floral obra de un escultor, y los pintó de verde inglés.
Este detallismo se extiende a los edificios presentes y futuros, tratados en símil piedra y en bloques, como ya se puede ver en la entrada casi terminada y se podrá ver en el club house. Al lado del conjunto de 84 lotes, habrá una plaza comercial y de servicios de 3000 metros cuadrados que atienda a buena parte de las 3000 viviendas en barrios cerrados que ya hay en la zona.
Al cruzar la ruta, tomando la avenida Mitre, se ve de un lado la maltería y del otro un amplio terreno vacío. Este terreno es parte del proyecto, porque ahí se construirán en el futuro las Casonas de Hudson, una serie de viviendas de media densidad, unos tres pisos, en manzanas ortogonales con más verde que otra cosa, para una vida semirrural. Este proyecto tendrá, en su momento, algún puente que lo lleve a esa maravilla que tiene enfrente, la Maltería.
En este país de tomadores de vino tiende a olvidarse que la cervecera fue la primera gran industria argentina, la primera en traducirse en ese edificio arquetípico, la fábrica. Tecnológicamente bastante simple –cerveza no es microchip y hasta Uganda fabrica sus cervezas–, la producción tiene una escala monumental, esto es, muchas fábricas grandes. La Hudson era una planta especializada en tratamiento de maltas, que llegaban en tren, se trabajaban y se volvían a enviar en tren rumbo a las plantas cerveceras en sí. Cuentan los memoriosos que hace años se demolió una bella tolva de ladrillos y metales que campeaba desde la planta sobre las vías del ferrocarril, para ampliar la avenida.
De un vistazo se aprecia que la Maltería perdió varios de sus edificios. Obsoleta, fue gradualmente desactivada ante la competencia de plantas nuevas de la propia empresa, más chicas y eficientes. Algunos de sus edificios se desmoronaron o fueron demolidos y vendidos como hierro viejo. Pero lo que queda sigue siendo hermoso. Para empezar, los edificios que forman su frente, arrancando con un enorme chalet vagamente italianizado que doblaba como laboratorio de control de calidad en la planta baja y vivienda del director en la alta, intacto en sus interiores y en muy buen estado en los exteriores. Luego vienen dos edificios industriales muy bonitos y amplios, uno con grandes mansardas de metal, cuyos interiores muestran enormes y muy altas plantas abiertas. Había un cuarto edificio, más pequeño, del que sólo quedó la chimenea, una de esas glorias de ladrillería de antes.
Luego viene lo que fue una gran plaza interior a la que le falta un lado entero. Los otros dos son formados por un edificio continuo, enorme, de principios del siglo XX, en el lado de la autopista, y por tres edificios de diferentes épocas, uno probablemente de 1880, otro de hacia 1900 y un tercero de 1928. Aquí y allá hay galpones de ladrillo, y por un costado se encuentra una encantadora caseta de bombas largamente desactivadas, redonda, de ladrillo, con ventana y puerta, y coronada con una cupulita perfectamente semiesférica revestida, criollamente, con cantos rodados.
Esta plaza seguirá siendo el corazón del lugar. Explica Guillermo García, arquitecto a cargo y hombre conocido por su cariño hacia lo patrimonial, que el cuadrado se completará con un nuevo edificio comercial y que el resto será restaurado. La plaza será perimetrada por una loggia que permita caminar por arriba y por abajo, como en un primer piso y una planta baja con sombra.
García también explica que las pieles de los edificios no están tan mal y son relativamente simples de reparar, con lo que el trabajo se concentrará en reciclar interiores e instalaciones. Los usos del conjunto van a abarcar tanto lo comercial como los servicios, oficinas para profesionales y sedes de empresas, y lofts de vivienda. El conjunto va a ser una revolución para Hudson, un Puerto Madero sobre la autopista que hasta cines podría tener, ofreciendo un núcleo necesario para miles de familias que viven dentro y fuera de los barrios cerrados del lugar.
Los que visiten este Pampas Pueblo Hudson, tendrán un postre. Sucede que atrás de la Maltería, escondido detrás de una frondosísima pantalla de árboles añosos, hay un gran parque aboscado, verde y umbrío, perfecto para un día de calor. A un lado hay una docena pareja de notables chalets de los años treinta, idénticos, con jardines maduros y garage, que alojaron gerentes y están en muy buen estado. El que quiera una casa histórica, que vaya afilando uñas y dientes para conseguirse uno...
Este proyecto es grande: 50 hectáreas entre las tres áreas, 10 años para terminar todo, 100 millones de dólares de inversión. Para marzo se calcula tener listo Las Acacias y su Plaza Comercial, y luego se arranca con la Maltería. Para un futuro que depende del éxito de las primeras etapas quedan las Casonas de Hudson y proyectos como reabrir el largo canal que une la Maltería con el río de La Plata, antiguo desagüe de efluentes y posible salida para una marina tierra adentro. Y también construir un conjunto de tres altas torres sobre la autopista, los Miradores de Hudson, modernísimas y de alta densidad. La Maltería, en lugar de ser una pila de ladrillos esperando demolerse y unas toneladas de hierros para revender, queda como centro y frutilla del conjunto.
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