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Sábado, 3 de agosto de 2002

Un arca

¿Dónde fueron a parar las terminaciones de aquellos edificios de porte? Uno de los rincones del mundo donde conviven maderas, vitrales y piedras está en un suburbio y se llama L’Antico.

 Por Sergio Kiernan

La palabra “reciclado” ya está pavimentando el infierno, otro adoquín entre tantas buenas intenciones. Lo que originalmente describía un acto de amor y rescate a un objeto o parte de un edificio que era rescatado, reparado y usado, hoy casi ciertamente es etiqueta de desplume. Comprar reciclado suele implicar quedarse con un armario mal encolado y con tiradores anacrónicos, con una puerta serruchada y repintada para que no se vean los masillados, con cerramientos que no encajan ni tienen marco, o que sufren por ácidos y lejías de trabajos mal hechos.
Todo tiene una excepción en este mundo y hay un rincón –dos galpones parabólicos en un suburbio– donde fueron a parar muchos elementos grandes y grandiosos, que son reparados y restaurados con cuidado, con conocimiento y, más raro aún, con rigor. El lugar se llama L’Antico y es una empresa familiar con 60 años de compra de demoliciones, cicatrización de maltratos y adaptación a nuevas necesidades. Por ejemplo: ¿a quién se le ocurre hoy tomar una elegante puerta de calle de doble hoja, limpiarla hasta la madera, darle el barniz más claro para exhibir su veta, sin temor a mostrar su intervención, y hasta dejar la herrería pulida y barnizada, sin pinturas que disimulen?
Los galpones de L’Antico son islas de orden con cientos y cientos de piezas. Hay hogares que van del barroco francés, altísimos y abrumados de tallas, a la simplicidad en persona, incluyendo un par de memorables piezas con interiores de hierro fundido y uno muy inglés que fue realizado a nuevo con maderas de época. Hay incontables rejas y portones, de cuanto estilo se usó alguna vez en esta república. Hay puertas y puertas y puertas, ventanas hasta el mareo, columnas y cañerías, y una notable cantidad de vitrales de todo tipo y tamaño.
El stock es una calidad notable y es reparado con un standard perfecto. La empresa que fundó Pierino Bellocchi en 1942 y que continúan hoy sus hijos Claudio y Fabio tiene un equipo de tallistas, herreros y pulidores que se le animan a piezas que ya no pueden ni fabricarse. “Acá reciclamos en serio, con otra mano de obra,” explica Claudio Bellocchi. “Aquí no hacemos destrucciones, como la costumbre de cortarle los zócalos a las puertas demasiado altas para los 2,20 de hoy. Buscamos otra manera de adaptarnos a la necesidad del cliente, o no tomamos el trabajo.”
El rigor se ve en algunos ejemplos de trabajo. Uno es una importante puerta de dos hojas, de las que ornaban tantas casas pacatas y con aires de nuestros barrios. Con sus zócalos comidos por la humedad y sus ornatos centrales por los insectos, la puerta fue pulida, reparada con maderas duras iguales o similares a las originales, y con sus tallas copiadas al milímetro. Ni un experto notaría la diferencia. Otro caso es el de una estupenda escalera caracol de pinotea, en rigor la mitad superior de una pieza continua de seis metros que agraciaba el mirador de una quinta destruida de Villa Ballester. Bellocchi cuenta como si tal cosa cómo se copió la compleja baranda y cuántas horas de remojo en agua caliente padecieron las finas tiras de pino que ahora viborean por la sábana inferior de la escalera, copiando el original, para flexibilizarlas en curvas.
En el taller hay también una pieza única, un estupendo cerramiento de madera en estilo Art Noveau que viene de una casa chorizo. La pieza tiene casi cuatro metros de alto y unos seis de ancho, y exhibe una puerta del lado izquierdo, acomodada bajo un círculo que recibe una pieza de madera con un vitral. El resto es una colección de elegantes aberturas. La estructura de madera parece nueva, con todos sus componentes limpios o copiados a la perfección. Falta aplicarle los vitrales, que esperan su restauración final y el difícil reemplazo de piezas originales que se esfumaron. Es difícil pensar que alguien tenga otra pieza similar, y que se preocupe en arreglarla.
Lo mismo ocurre con decenas de piezas en estilo español o criollo, una verdadera colección de canceles, puertas, barandas y arcos de medio punto,o con la señorial puerta de cinco metros de altura, digna de un petit hotel de la gran época, con su vitral de medio punto: tiene hasta las bisagras originales. n
L’antico: Calle 23 (4 de febrero) 3966, Villa Zagala, San Martin. 47687750.

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El salón principal y el taller, con su impresionante stock de piezas ya únicas.
 
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