Sábado, 8 de abril de 2006 | Hoy
CONTRATAPA
Por Sergio Kiernan
Hace un par de semanas un equipo de la CBC, la radio pública de Canadá, anduvo por Buenos Aires produciendo un largo programa sobre temas urbanos. El show de tres partes, por un total de una hora y media, es algo regular en esa radio y nuestra ciudad fue una más en una ya larga serie sobre los mayores centros urbanos del mundo. Lo curioso fue que a los canadienses que lo produjeron –muy viajados ellos– lo que más les llamó la atención fue que nuestra ciudad todavía usara su centro viejo, que fuera habitable y un lugar de entretenimiento y negocios. En su experiencia, las capitales suelen o freezar sus centros y convertirlos en desiertos nocturnos, o los abandonan a la degradación. En confianza, es lo que se esperaban en una ciudad sudaca y tan grande: es lo que ocurrió en Lima, Río y San Pablo, para dar apenas algún ejemplo.
Que nuestro centro todavía tenga una población estable, aloje buena parte de las finanzas, empresas y comercios de la ciudad, y conserve un distrito teatral y de cines, es en parte casualidad, parte mercado libre y parte política pública. Quienes tengan cierta edad recordarán que los que mataron la gran vida nocturna del centro fueron los militares, con infinitos controles de documentos y una política de intimidar a todo el mundo después de las ocho de la noche. Así comenzó la gran mudanza a los barrios y a la avenida Santa Fe. Pero el centro, de alguna manera, retuvo varios de sus cines, aunque dejó de ser el ámbito de estrenos y lucimiento, la primera opción en salidas.
La política pública hacia el centro se compone, para variar, de esfuerzos fragmentados, superpuestos y graduales. La ciudad creó entornos como Avenida de Mayo y programas como el de iluminar cúpulas, con actores privados –los dueños de los edificios– y una difícil arquitectura económica para conseguir los fondos necesarios. También creó “movidas”, más conceptuales que otra cosa, como relanzar Montserrat o destacar la existencia de la calle Alsina. A la hora de las obras, hubo mucha repavimentación y replanteo de veredas –Corrientes, Montserrat– y creaciones de espacios nuevos como el del viejo pasaje que va de Callao y Lavalle a Corrientes y Riobamba en una curva muy ferroviaria. El otro espacio nuevo fue el tramo de Diagonal Norte que une el Obelisco con la plaza de los Tribunales, uno de los focos institucionales más fuertes del centro viejo y sede de otro actor en la supervivencia del área, el Poder Judicial.
Resulta notable hacer la lista de los edificios que posee el PJ, una lista que amenaza tornarse infinita. Como su sede está en el viejo palacio frente a la plaza, en el área inmediata se concentran varias sedes tribunalicias y administrativas. Es una colección variopinta de estilos y épocas que tienen en común el ser de cierto porte y de mucho tránsito: ser sede de una dependencia pública no es fácil para un edificio. Y, a la vez, esta colección inmobiliaria tiene un alto impacto en el aspecto, tránsito y usos del área del centro inmediata.
El mantenimiento y restauración de este patrimonio está en manos de la Dirección General de Infraestructura Judicial, que depende de la Administración General del Concejo de la Magistratura. La obra principal que están realizando hoy es, por supuesto, la restauración del mismo palacio que aloja a la Corte Suprema. Después de haber visto la prueba piloto que se realizó hace unos pocos años sobre la fachada de Uruguay del edificio, se puede anunciar una futura sorpresa para cuando bajen los andamios. Es que el palacio que todos conocemos como gris-negro en tono hollín, bastante triste, es de un animado color arena, con ornamentos y esculturas que le dan un ritmo inesperado a su aspecto exterior.
En 2002, la Dirección restauró el formidable edificio de Viamonte y Uruguay, bastante maltratado por los años, originalmente el sanatorio Podestá diseñado por Calvo, Jacobs y Giménez. El año pasado fue el turno de la sede de Tucumán 1381, una fachada francesa de múltiples balcones, muy porteña, en una cuadra dominada por ese estilo. Tanto el frente como los dos patios interiores estaban muy degradados y necesitaron un prolijo tratamiento de limpieza y consolidación, con una casi completa reconstrucción de los primeros dos metros de revoque de la planta baja.
Hoy, la Dirección está trabajando en otros dos edificios completamente diferentes entre sí y en lugares altamente simbólicos. Uno es el de Lavalle al 1200, un anónimo predio de oficinas con frentes vidriados inscripto en una cuadra congelada por el APH Tribunales y compuesta de seis edificios que no podrían ser más diferentes entre sí. El edificio en cuestión tiene un retiro de la línea municipal y está recibiendo un fuerte mantenimiento por la mala calidad de sus materiales originales. De paso, se realiza una reforma de bajo impacto, nada estridente, que refuerce su verticalidad, único valor estético que se le puede encontrar.
El otro edificio es la sede de Diagonal Norte 760, hecho en “estilo Diagonal” y tristemente sucio. Estos tribunales se inscriben en el Distrito de Arquitectura Especial 3 y nació como edificio de oficinas para alquilar. Fue construido entre 1930 y 1931 por la empresa Dyckerhoff & Widmann, bajo diseño del maestro Karl Schmitt, el mismo que construyó el viejo Club Alemán de Córdoba al 700, hoy sede de un club militar. Lo que encaró la Dirección es una restauración y limpieza al vapor, con bastantes despintados y algún trabajo de reposición de revoques perdidos, en varios casos por los ubicuos aparatos de aire acondicionado.
La fachada combina fluidamente con las demás de la avenida, que por algo es uno de los conjuntos planificados de esta ciudad. Su característica más fuerte es el noble bloque de planta baja, de doble altura y coronado por un balcón del que suben cuatro pilastras también de doble altura a su vez cerradas por un segundo balcón, más modesto. Los arquitectos encontraron que pese al trajín, siguen en pie buena parte de los elementos decorativos internos y externos del lugar, excepto una de las puertas laterales que fue ensanchada y cuyo aspecto original será reconstruido.
Esto es, algunas piezas más que van formando el rompecabezas del centro porteño. La receta para mantenerlo es, en cierto nivel, bastante simple: hay que detener la degradación material del lugar, frenar el aire de abandono y devaluación. Con obras así, se aporta a salvar un lugar esencial para Buenos Aires.
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