Sábado, 10 de junio de 2006 | Hoy
NOTA DE TAPA
Una familia italiana que trajo un bagaje técnico y cultural y que con los años terminó abasteciendo un sector del mercado que, se supone, tenía que desaparecer: el del ornamento clásico y neoclásico. Y que lo hace con una calidad sorprendente.
Por Sergio Kiernan
Una de las convenciones fallutas del modernismo es que ya no se puede construir como antes. Esta zoncera tiene doble filo, ya que por un lado implica que no se debe construir en estilos clásicos porque en este mundo destella la verdad del modernismo, y por otro porque ya no hay materiales ni habilidad como para construir como se construía, por no hablar de los presupuestos. La primera acepción es meramente ideológica y se contrabandea como verdad revelada. La segunda tiene mucho de cierto, como sabe cualquiera que haya tratado de encontrar un buen yesero últimamente. Pero no es absoluta: todavía existen proveedores de elementos ornamentales hechos a la manera antica. Nada casualmente, vienen a ser italianos.
Como bien demostró Ramón Gutiérrez en el libro y exposición que les dedicó desde el Cedodal, la realidad física construida de Argentina no puede entenderse sin los italianos. Es notable pensar el tema, ya que uno está habituado a la fisonomía de las ciudades y pueblos del país hasta un punto en que su estilo, su volumen y sobre todo su textura parecen naturales, como crecidos junto al pasto y los árboles. El choque es que no, como todo ambiente humano fue pensado y construido, en este caso por italianos.
Esto viene a cuento por la empresa Il Sasso, que fue fundada por una familia de italianos, inmigrantes de posguerra, que trajo la profesión desde el paese. Los Di Mantova pronto retomaron el negocio, con una constructora en Salto, y a medida que los chicos crecían fueron abriendo el abanico. Dos de los hermanos, Tomás y Flavio, abrieron en 1979 Il Sasso (la piedra), dedicada justamente a la piedra para la construcción.
Con los años, los hermanos terminaron atendiendo otra demanda, la de elementos ornamentales para restauraciones y para construcción nueva pero en estilo. Primero vendían lo que otros fabricaban, pero hace mucho que comenzaron su propia fábrica y su cadena de importación, mayoritariamente de Italia pero, sorpresa, también de Estados Unidos. Il Sasso es hoy una especie de arca de elementos arquitectónicos raros de encontrar y que uno está acostumbrado a ver, si acaso, en anticuariados o edificios de época.
Flavio cuenta que el eje excluyente de su empresa es el estilo grecorromano, con alguna rara pieza colonial, algún elemento art noveau y bastante neoclásico. Básicamente, Il Sasso provee ornamentos para jardines y parques –fuentes, piletas, estatuaria, vasos–, sistemas internos de decoración –cartelas, todo tipo de ménsulas, marquetería, medallones de cielo raso–, y elementos exteriores como ménsulas, pináculos, vasos y una cantidad notable de columnas y pilastras.
Recorrer el enorme local que mira a la Panamericana puede dejar a más de uno como chico en juguetería. En el primer piso hay una pared entera de ménsulas en todo estilo y tamaño. Por aquí y allá hay bosques de columnas en todo estilo conocido, incluyendo alguna que otra salomónica y hasta esas curvas y pequeñas que definen un animal mítico, mitad mujer y mitad león, que se exportan como pan caliente a países árabes. En el terreno de atrás hay todo tipo de piletas ornamentales y bases de fuentes, y esa rareza italiana, el aljibe renacentista. Arriba y abajo viven batallones de seres mitológicos –atlantes barbados, todo tipo de ninfas y Bacos, ángeles, máscaras de tragedia y comedia– y un panteón que amenaza ser completo de emperadores romanos. Y no faltan las máscaras de damitas que todavía dan lucimiento a tantas casas argentinas, en varios tamaños y modelos. La sorpresa pasa también por encontrarse réplicas de placas romanas anunciando que dos hermanos, libertos ellos, heredaron a su hermana, por no hablar de las interminables variantes de frisos en relieve decorativo con todo tipo de motivos florales y vegetales, a la francesa y a la italiana. En otra placa, hoplitas de escudo y yelmo bailan un triunfo, mientras que en un tercero Hermes entrega un niño a una madre jubilosa mientras su familia danza con pífanos. Piñas, pináculos, obeliscos y bolones esperan rematar pilares en puertas nobles o dar altura a esquineros de casas, y mientras custodian guirnaldas y cornisas de todo tipo.
Al ver este tipo de elementos suele caerse en el desprecio, merecido en la mayoría de los casos por la nula calidad de los productos. Pero el batallón que comanda Flavio tiene otros standards: las líneas son nítidas y limpias, lo que indica una moldería de primer nivel. Muchas piezas son reproducciones exactas de originales que son primero limpiados y restaurados con rigor, trabajo que pocos se toman. Otras piezas son creadas especialmente por escultores, ya sea para crear un objeto único o para hacer un prototipo de producción en serie. Con este sistema se recrearon cientos de balaustres para los muchos balcones de las Galerías Pacífico y se están haciendo en este momento piezas de repuesto para la restauración de la Casa Rosada.
La fábrica es un taller que, excepto por los plásticos usados en los moldes más grandes, no le llamaría la atención a Andrea Palladio. Todas las piezas en venta se pueden realizar en cemento blanco, gris o París, y abunda el yeso en los sistemas ornamentales de interiores. Cualquier día laboral se ven aprendices puliendo piezas desmoldadas y veteranos rellenando, abriendo, colocando fustes, balaustres y esculturas.
Lo más curioso es que aunque una buena parte de la producción de esta fábrica en Don Torcuato se destina a restauraciones y arreglos, la mayoría va a parar a obra nueva. Il Sasso ganó contratos para algunos de estos edificios en estilo neo-neoclásico que se están haciendo hoy, pero su vida cotidiana gira alrededor de las muchas casas privadas de la zona norte. Según parece, los estilos tradicionales y ornamentales gozan de buena salud fuera del ejido urbano.
Esto, cuando no están atendiendo, como esta semana, japoneses interesados en ver cómo se trata el yeso en este país de italianos n
Il Sasso queda en la calle Juan de Garay 1422 de Don Torcuato, justo enfrente de la Panamericana, a la altura de la Ruta 202. 4741-2786. www.ilsasso.com.ar.
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