La linda casa de Hipólito Yrigoyen 3664 que se ve en la foto ya no existe: fue demolida de prepo, sin permiso. La razón es que la Ciudad simplemente no tiene la capacidad de hacer cumplir sus propias leyes. Esta casa obviamente cae bajo la ley 3548, que protege en principio todo edificio anterior a 1941. Como es difícil que se autorice su demolición, sus dueños la demolieron y listo.

El ministro Daniel Chaín ya construyó en menos de dos años una notable carrera de piantavotos para su jefe político, Mauricio Macri. Como es mucho más arquitecto que funcionario o político, Chaín logró hasta crear asambleas en barrios que no las tuvieron ni en 2001 y tiene una colección sin par de recursos de amparo para frenar sus obras.

Pero Chaín es realmente un arquitecto, que responde a su corporación y por eso tumbó el régimen de penalidades a los que demuelan piezas patrimoniales que preparó el Ministerio de Cultura. Con su habitual soberbia –ya se lo vio mirando con un desprecio notable a los vecinos de San Telmo en una audiencia pública– ni se molestó en hablar el tema con su colega de gabinete, el ministro de Cultura, Hernán Lombardi. Le mandó su oposición al proyecto al procurador porteño y listo. O sea que el castigo a demoliciones como ésta queda en una nebulosa, exactamente donde la quieren Chaín y sus verdaderos patrones.

Y donde la quería el no menos corporativo Jorge Telerman, que pese a su declamado progresismo siempre se negó terminantemente a cuidar nada del patrimonio porteño. Como recordarán los lectores de m2, la obra de ampliación del restaurante Au Bec Fin, en Vicente López y Callao, resultó tan ilegal como fea. El edificio ya estaba catalogado, con lo que el misterio era cómo se pudo hacer la obra. Pues esta semana se pudo establecer que se hizo con los papeles en regla, ya que la Dgroc la autorizó en 2007, sin darse por enterada de la catalogación. Con lo que el ilícito fue doble: los dueños, por tirarse a hacer una obra que sabían imposible, los funcionarios de Telerman, por autorizarla.