Con buenos reflejos, el PRO sacó de inmediato el cartel ilegal de su local en la calle Borges al 2300, que infringía la ley de cartelería que el mismo Mauricio Macri había mandado a la Legislatura. Como esa zona de Palermo es residencial, no se pueden poner marquesinas, que era justamente lo que exhibía, en brillante amarillo, el local partidario. El evento despierta una pregunta: el que les hizo el cartel –se presume, alguien dedicado al rubro– ¿no conoce la ley? Se entiende que un particular no conozca los arcanos legales, sobre algo tan complicado como el Código Urbano y sus aledaños. Pero un cartelero profesional debería decirle a su cliente que algo es ilegal. ¿O hay obediencia debida para los carteleros?

Y hablando de macanas, algún genio mandó a instalar equipos de frío-calor en el Salón Montevideo de la Legislatura porteña, y los puso en el peor lugar posible. El salón es una hermosura y necesita control ambiental, pero también aloja parte de la colección de pinturas de la casa. Tanto el edificio como sus contenidos con patrimonio edificado, catalogado por la misma Legislatura y además monumento histórico, con lo que según la ley toda instalación debe ser consultada con Patrimonio de la Ciudad y con la Comisión Nacional. Y algo hace pensar que ninguna de las dos entidades hubiera permitido que colocaran los equipos justo debajo de los cuadros. Como sabe cualquiera que tenga cualquier tipo de calefactor en su casa, todos –y todos, hasta los radiadores– generan un volumen de hollín y por supuesto una columna de aire caliente, dos desastres para los cuadros. No hace falta ser un experto para darse cuenta de que esto es un error, pero es llamativo que en el edificio donde se hacen las leyes nadie las respete.