Sábado, 15 de octubre de 2005 | Hoy
Por Matias Gigli
¿Será que al diseño y la arquitectura los separa un simple problema de escala pero difieren en relativamente poco? Para reflexionar sobre estas cuestiones y valorar los trabajos en pequeño formato es interesante estudiar el espléndido libro de Juli Capella sobre la obra de diseños de Rafael Moneo, editado en España. Ahí tenemos otro ejemplo de la íntima relación entre esta disciplina y la arquitectura.
Rafael Moneo es un arquitecto y teórico ampliamente reconocido. A la luz de este libro se distingue otra faceta de su quehacer, con los diseños de objetos que llevó adelante en paralelo a su carrera de arquitecto, la de un sensible y minucioso proyectista de pequeños objetos.
Desde los cubiertos diseñados para el concurso Platerías Durán en 1959 hasta el equipamiento de la catedral de Los Angeles en 1996, este arquitecto nacido en Tudela, Navarra, en 1937, recorrió un amplio espectro de temas vinculados con los objetos necesarios de la vida cotidiana y la decoración de sus propias obras.
Hablando sobre las fronteras entre las casas y las cosas, Moneo dice en el libro que “no establecería fronteras, sino que estaría inclinado a creer que tanto la gente que hace un mueble como la gente que hace arquitectura pertenecen a un mismo campo de la cultura creativa, centrado en dos actividades diversas pero próximas, y seguramente su educación no es tan distinta”. En esta frase, Moneo resume un aspecto que muchos olvidan cuando se discuten temas vinculados con la formación profesional de las diversas áreas del diseño, y su vínculo con la arquitectura.
El libro desarrolla una diversidad de trabajos que abarcan una mesa con cuatro sillas para el concurso del ministerio de la Vivienda; una decoración de la casa Gómez-Acebo con el diseño de lámparas en 1966, un sofá y unas vitrinas; un banco exterior y una baranda-rótula diseñada en los inicios del ‘70 para la plaza de los Fueros; las butacas del salón de actos, una silla de tubo, un escritorio, un banco de plaza, un reloj y un aplique exterior y otro interior, en 1973, para el Ayuntamiento de Logroño.
Cuando en 1996 le tocó remodelar la plaza Cardenal Belluga, proyectó el papelero. Como último trabajo, en el mismo año, en la catedral de Los Angeles le puso el lápiz a los bancos de iglesia, la pila bautismal y las lámparas. Mies Van der Rohe dijo que para él es más difícil diseñar una silla que un rascacielos; es interesante el ejercicio de conocer a Moneo desde sus diseños y valorar la sensibilidad de este diseñador-arquitecto como una unidad creativa.
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