Una de las consecuencias inesperadas del socialismo real fue congelar en el tiempo ciertos productos. Al no haber una sociedad de consumo, no había marketing y por tanto nadie sentía la menor necesidad de constante renovación. Así, el vodka mantenía las etiquetas prerrevolucionarias, Ucrania sigue produciendo relojes de bolsillo con diseño art déco, y el Té Elefante se vende en Moscú en un delicioso envoltorio que parece pintado por Lautrec. En China, pese a la violenta modernización de casi todo, hay fábricas en Shanghai que siguen produciendo juguetes a cuerda en aluminio con las matricerías alemanas de preguerra que sobrevivieron a todo y que permiten productos como zepelines plateados. De tan arcaicos, con antigüedades a estrenar, encontraron buenos mercados en Occidente.

Algo así pasó con la fábrica checa Zetor, una matricería de precisión que hoy campea en jugueterías de alto vuelo de Europa con una línea de juguetes simplemente increíbles. El tractor de la foto es producido en metal duro, a la antigua, pintado al horno y con grandes cubiertas de goma blanda. A cuerda, se le inserta la llave en el eje trasero. Pero lo que lo distingue del pelotón de juguetes anticuados de este mundo es que el tractor posee una caja de cambios diminuta que funciona perfectamente, con embrague y todo.

Para hacer arrancar el tractor se tira de la palanca a la izquierda del volante. Esto calza el embrague y permite dar cuerda al motor sin tener que sostener las partes móviles, como en cualquier otro juguete de este tipo. Luego basta poner el tractor en el piso, elegir la marcha –tiene tres, con velocidades y torque variables, más la reversa– y soltar el embrague. El juguete arrancará arrastrando su chata con una fuerza sorprendente. En primera, es capaz de llevar un ladrillo sin darse por enterado; en tercera y vacío, parece volar.

Agradecemos la colaboración de T.K. en esta producción.