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Jueves, 19 de febrero de 2004

HOY TU SUEÑO ES REAL PERO... ¿CUANTO DURA?

Usame y tirame

La separación de las Bandana en pleno apogeo comercial plantea un par de interrogantes: ¿hacia dónde va el negocio de los reality? ¿Qué es de la vida de todas esas estrellas fugaces que quedaron en el camino? El final abrupto de nuestras Spice (y la pulposa serie de shows de despedida, en abril, en el Gran Rex) parece instalar el modelo el “flashazo”. Nadie puede decir que no se separaron a tiempo...

 Por Julián Gorodischer

La versión oficial dice: “Queremos hacer un camino personal”. Siempre hay reformulaciones para el Sueño Criollo en el paraíso Bandana. Fueron el mito del ascenso indefinido también en el país quebrado; fueron el aliento de Silvia Burgos, presidenta de su fans club, en el minuto antes de su quinto intento suicida. Y a propósito: ¿qué es de Silvia B. por estos trágicos días? “Está encerrada, no viene, no sabemos nada...”, dicen las “cumpas” en la puerta de RGB, en el frente del Gran Rex o de la casa de Lissa, ahora que todo se trata de recorrer las postales de la gloria para que se suelte la melancolía. Las Bandana dejan atrás el éxito de ventas instantáneo (disco de platino en su primer día) y el record que renovó la industria discográfica en la Argentina: 450 mil discos, un millón de asistentes para Vivir intentando, la película. “Yo te lo decía...”, dice el detractor con el ceño fruncido del investigador privado.
Alguno, para avalar la teoría del “invento” de marketing, enumera la lista de caídos del reality (¡impresiona!): desde la pionera Nadin (salida de Sorpresa y media en el 2000), el catálogo confirma una misma modalidad efervescente: lanzamiento estelar y final tan repentino. A ver, a ver: ¿y Paolo Ragone, Claudio Basso, Pablo, Luli, Andrea Del Valle...? Hasta llegar a Milton, el cantante que se fue de Mambrú, que prometió un disco solista y nunca más volvió. Alguna vez reinaron allí donde su poster recibía la firmita, de a cien por hora, como un 0 km pero a mano alzada y en la puerta del shopping o a la salida del teatro, un gesto mecánico acompañado de declaración al paso: “Fuerza, garra, el sueño es posible”.
¿Y qué dice la industria? ¿Cómo justifica la repetición del ascenso y la caída? Para Nadin o Paolo fue el corte abrupto que otorga la decepción, tanta que ellos quedaron enojados, con amague de inicio de juicio por “incumplimiento”. Tanta bronca que Paolo sigue agradeciendo por haberse salido de “un contrato esclavo”, y Nadin pasó a la gloria de los grandes olvidos. Alguien especula con el programa especial: ¿Qué es de la vida de...? Para las Bandana, sin embargo, el negocio “tiraba” para un par de años de giras por el interior y hasta un nuevo disco, pero ahora ellas dicen que quieren “emprender un camino personal”, que abarca desde estudios de filosofía (para Virginia) a ¿performances electrónicas? en el caso de Lourdes. Hasta el final ellas seguirán sosteniendo el lema de la peli (“...vivir intentando, morirme cantando... que cada mañana me encuentre intentándolo así...”), como el soldado que ni aún vencido... Pero, ¿por qué se desprende la industria de su hijo pródigo?
“Es lógico y me parece acertadísimo de ambos lados –dice Pablo Ramírez, ex jurado, manager y entrenador de las Bandana–. Cada una de ellas tiene la ilusión de una carrera solista.” Puesto a elegir, el tipo imagina un próximo lanzamiento de Lissa bailando hip hop. “Cualquier productor se moriría por tenerla en el catálogo”, dice. “Lo prefabricado puede ser promocional, pero acá hubo resultados, se llenaron estadios, hubo discos de platino.”
A la hora del cierre (deberá decirse), las Bandana seguían reinando. Que la discográfica haya expulsado a su Rey Midas, el líder del ranking, no suena creíble. ¿Será verdad, entonces, eso de que las chicas citaron a Gustavo (Yankelevich) y le comunicaron una decisión tomada? “Me gusta pensar –dice Sebastián Carreras, del sello Indice Virgen– que como les pagaban poco, se estresaron y mandaron a todos a cagar. Tal vez tengan personalidad; estaría buenísimo, ¿no?” Pablo Ramírez prefiere no hablar de cifras, aunque no desmiente el mito de origen: “Muy al principio -reconoce– se le pautaron mil pesos como un básico, pero era porque no se sabía si iban a laburar. Pero finalmente las Bandana sacaron muy buena plata; RGB las mimó mucho”. Si bien una mayoría de productores asume que Lissa será la primera en dar rédito solista, otros tantos son escépticos al pensar un futuro para Valeria o Virginia. “Esas voces agudas, levemente desafinadas, no sostienen un disco”, confía un ejecutivo. “Acá lo que se está comprobando es la conveniencia del modelo de flashazos.” El nuevo tiempo industrial los preferiría a ritmo acelerado, fulminantes como la carrera de un tenista, pero no sostenidos en el tiempo. Antes del ocaso, se interrumpe una carrera para que se congele su estatuto estelar, para habilitar un nuevo lanzamiento que podría llegar a mediados de año con un Popstars 3 o un Operación Triunfo, el regreso. Así, bastaría con un par de años (o menos) al tope de las ventas para rendir la experiencia y esperar tranquilos el nuevo batacazo surgido de la tele. “Con el formato del programa –asume José Luis Lombardo, gerente de Warner– nos ahorramos un montón de pasos: promocionar al artista, capacitarlo, difundirlo. Nosotros pensamos en el multitarget: Fernando (de Operación Triunfo) es un folklorista moderno que probó su talento en Jesús María; Andrea es una baladista consumada...”
“Hasta hace poco convivió la industria con el arte –agrega Sebastián Carreras–, pero ahora el arte comenzó a ser industria. Las Bandana, como fenómeno industrial, son baratas, vendieron mucho y rápido, y también hacen funcionar su separación.” Se viene, claro, la seguidilla de recitales de despedida en abril en el Gran Rex. Visto así, el final decreta un modus operandi para todo grupo salido de la tele: selección pública, ascenso instantáneo e inmediato comienzo del declive. El primer disco estaría anunciando el desenlace, una cuenta regresiva que esta vez terminó el lunes con el anuncio de separación. Darío Turovelsky, productor ejecutivo de Popstars, prefiere pensarlo en otros términos: “Es muy relativo y no a todos los grupos les pasa lo mismo. Ahora la discográfica quizás se pierda algunas oportunidades, pero vale más cuidar la relación humana. Y de última, ¿por qué una banda tendría que terminar con un fracaso? Soda Stereo también se separó, ¡y no le iba nada mal!”.

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