DESPUES DE RAY CHARLES
Los Grammy encumbraron al legendario Ray, en un género que se redescubre en tiempos que aparentaban ser póstumos. Detrás, nuevas camadas de intérpretes –Mario, Alicia Keys, Usher– rozan el limbo del hip hop, mixturan el sonido urbano y usan cadencias aggiornadas de lo afroamericano.
Es la Ley de Murphy: tras la muerte llega el reconocimiento, además de sus consecuentes y fieles seguidores. Aunque indudablemente lo tuvo en vida, Ray Charles se convirtió en el gran vencedor de la reciente entrega de los premios Grammy al acaparar ocho estatuillas gracias al póstumo disco de duetos Genius Loves Company. Ni en vida pudo lograr semejante hazaña, tan sólo se acercó a ella en 1960, cuando obtuvo cuatro de la mano de su magnánimo éxito Georgia on my Mind y de su larga duración The Genius of Ray Charles. Y es que mejor no le pudo sentar la muerte: además del máximo galardón que otorga la industria discográfica estadounidense, la película –que representa el camino largo y tortuoso de su trayectoria hacia el estrellato– aglomera seis nominaciones en la próxima edición de los premios Oscar.
No obstante, Alicia Keys secundó a Charles con cuatro Grammy y participó en el acto conmemorativo de los premios cantando junto a Jamie Foxx (abrazados en la foto), protagonista del largometraje Ray, nada menos que Georgia on my Mind. Pese a la emoción de la performance, Alicia reivindicó en ese instante la fuente bruta de su esencia. Después de esta cuadragésima séptima entrega, el R&B ya no será el mismo. Si bien la Keys es la estirpe misma de esa nueva generación de exponentes de lo que en los Estados Unidos se distinguió con el nombre de R&B contemporáneo para tomar distancia de ese predecesor reinventado una y otra vez por figuras como Ray Charles, James Brown, Fats Domino o el nunca mentado Lloyd Price, esta edición del Grammy, y como todo fenómeno mediático de carácter nostálgico, repotenciará hasta instancias fabulosas el desarrollo de un género que colmó la cultura popular norteamericana durante más de medio siglo.
El neonato Usher (foto derecha), de 25 años, otro de los favoritos para conseguir un importante número de estatuillas luego de reunir ocho nominaciones –y de las que obtuvo tan sólo tres por su disco Confessions–, es asimismo uno de los actores fundamentales del R&B contemporáneo, un género que nació a fines de los ‘80 con reinvidicadores del soul clásico como Terence Trent D’Arby, y que se popularizó en los ‘90 a través de Maxwell y D’Angelo. El R&B contemporáneo media en un delgado limbo con el hip hop, el mixturizado sonido urbano y las cadencias ultra recicladas de la música afroamericana como el neo soul y el two step garage. Es un espacio intermedio donde la promiscuidad se apodera del son y de la medida, y donde los pasajes permiten la confluencia de los hiperkinéticos The Neptunes, del pomposo Prince –quien se llevó el premio al mejor vocalista de R&B en los Grammy– o del correcto Jill Scout. Usher señala: “Por eso el proceso de producción es súper importante, pues te da las opciones para abrir el abanico de sonidos y hasta podés concentrarte en la búsqueda de melodías. Es como si fueras a un club de jazz: si cambiás la banda, la atmósfera se transforma y podés perder audiencia”.
El pasado lunes, Mario despertaba reincidiendo en el primer lugar de los sencillos más vendidos de la cartelera R&B/hip hop de la Billboard con el corte Let me Love You. El chico de Baltimore, con 18 años de edad, ya editó dos discos, participó en la banda de sonido del film Dr. Doolittle 2 y compartió escenario con Stevie Wonder en los Grammy del 2002. “No sólo Stevie es una inspiración para mí –confiesa Mario–, Donny Hathaway, Boyz II Men y Usher son quizá los artistas que más influyeron en mi generación. Sin embargo, con Alicia Keys la relación es distinta. Es como una hermana para mí, es muy inteligente y es una de las mejores exponentes de R&B de la actualidad”.
Alicia Keys, junto a Beyoncé Knowles y la latina Amanda Pérez, encabeza el teen group del R&B, que tiene su precedente reciente en Mary J. Blige, Macy Gray, Erykah Badu e incluso en Jennifer Lopez. La Keys, a sus 24 años recién cumplidos, es hoy la nueva reina de la música afroamericana, y su disco Diary of Alicia Keys es toda una joya. “Mi música no es para ganar y hacer dinero. Es acerca de la vida en sí misma. Me siento bendecida cuando pienso en toda esa gente que está influida por mi música. Eso es por lo que lo hago para llegar a otros”, confesó el año pasado en Malasia. En la misma ruta, pero en sentido contrario, Kelis, Lauryn Hill y Missy Elliot encarnan el R&B ambivalente, bamboleando entre lo mundano e insolente de la modernidad y la exaltación de la tez melódica de las raíces. “Las etiquetas limitan cualquier visión honesta. Hago la música que me gusta, más allá de que sea llamada dance o hip hop. Eso es lo que menos importa”, advierte Kelis.
Atendiendo a sus polémicas, el imaginario colectivo parece no recordar los maravillosos años de cool y groovy que legó Michael Jackson en discos impresionantes, y de la mano de Quincy Jones –quien también aparece representado en la película Ray–, como Off the Wall. Incluso, atrapado en los complejos que suele inyectar el star system, hasta él mismo se habrá olvidado de su rica negritud para convertirse en el monstruo blanco que el pop precisa. Más allá de esto, el ahora príncipe devaluado del pop es ese punto medio entre lo antiguo y lo moderno de la música afroamericana –a pesar de que la vanguardia es el premio de Prince–. Es el estímulo de los blancos del sello Jive Records –Backstreet Boys y N’Sync, con su referencia en los New Kids on the Block– para imitar a los inigualables negros. Y, aunque puedan sentir vergüenza por la subasta de su alma, Jackson es el patrón de la flamante progenie R&B de su propia raza: John Legend, Rahsaan Patterson, Van Hunt, Craig David y hasta del niño caprichoso Pharrell Williams.
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