En busca del rock perdido
CELESTITO, DESDE SANTA FE
Rompe-cabezas
POR JAVIER AGUIRRE
Celestito sorprende: a través de su dance-pop hip-hopesco, potente y, por momentos, casi malévolo. En escena son saltarines como críos de hobbitt que acaban de tomar tinto con soda; y en su única grabación oficial hasta el momento –Visite Celestito, EP de febrero del 2000– brilla su vocación experimental, que es electrónica, pero también carnal. Originario de la ciudad de Santa Fe, con cinco años de under, pero con pocos shows en vivo (apenas tres visitas a Buenos Aires), el plantel de Celestito también sorprende por su mayoría femenina (¡por fin!): tres chicas –Alejandra Papini, guitarra y voz; Tamara Fanta, sintetizador y voz; y Ursula Fanta, voces– y dos chicos –Gonzalo Castelo, bajo y voz; y Martín Margüello batería–. La última encuesta de fin de año del No los exhibió elegidos como revelación por músicos de bandas como Babasónicos y El Otro Yo (fueron sus invitados en las dos fechas de Cemento de la Gira Interminable del clan Aldana); y esos guiños, más la convocatoria a tocar en el Nü Festival organizado por el Proyecto Under y Zeta Bosio (“nos llegó un mail invitándonos, solamente eso”), los colocaron como un crédito abierto en una escena deseosa de novedades.
“No nos cabe la idea del rock exótico –teoriza Castelo–, que lleva a creer que por juntar un sequencer, una gaita y una trompeta, ya sos original. La música tiene que ser picante, más allá del estilo que toques o los instrumentos que uses. Nosotros queremos estirar el pop todo lo posible.” Esa decisión de “estiramiento” de las fronteras del pop llevó a Celestito a ser una banda en permanente cambio. Para eso también los ayudó venir de una plaza relativamente chica: “No somos de tocar muy seguido en vivo, porque como en Santa Fe el circuito es muy pequeño, si das shows muy seguido, saturás. O sea que nos acostumbramos a preparar cada show en forma distinta, con versiones nuevas de cada tema. Y así aprendimos a tocar”, cuenta Tamara. Al mismo tiempo, Celestito lleva unos cuantos experimentos musicales encima: tuvieron un DJ en el grupo, utilizaron instrumentos de juguete, e incorporaron a sus canciones desde grabaciones incidentales (como una espontánea charla telefónica de Tamara con mamá Fanta) hasta “fragmentos re-oscuros de cuentos de Heidi”. El menú de discos que escuchaban durante la grabación de Visite Celestito también puede resultar descriptivo al respecto: Tricky, Don Leopardo de Bersuit, Trance Zomba de Babasónicos, el disco blanco de Mr. Bungle y Earthling de Bowie. Así tratan de explicarse: “Nos aburren las bandas que te hacen muy fácil adivinar qué discos escuchan. A nosotros no nos interesa ningún estilo en particular. No somos una banda de estilo, y eso es lo mejor que tenemos”.
Si todo les sigue saliendo bien, antes del verano próximo Celestito tendrá listo su debut oficial, el que irán grabando en sucesivas visitas a un estudio de Buenos Aires. Y tienen claro adónde apuntan: “Además de sonar bien, una banda te tiene que partir el mate. Sonar bien viene después, con el tiempo; pero romperte la cabeza, es esencial. Eso es lo que intentamos”.
FALSOS PROFETAS, LEO FERRADAS Y LOS HUESOS, PORTEÑOS
Vida bandida
Aunque pudo haber sido construido hace siglos por artistas –quizás– legendarios, entrar a un templo casi abandonado al que nadie se le animó en mucho tiempo reviste también un desafío para explorar y para disfrutar de la belleza. Así, la búsqueda de matices no descubiertos en terrenos ya existentes resulta efectiva para dos bandas que, lejos de perseguir cierta impensada fusión de géneros o –a lo grande– una revolución musical, revisitan caminos clásicos que, de tan poco recorridos últimamente, resultan frescos. Es el caso de Falsos Profetas (banda que cultiva aquellos roces del rock, la canción popular y el tango que olisquearan los más lejanos Rodríguez, los embrionarios Piojos y los primeros Visitantes) y de Leo Ferradás y los Huesos (ortodoxos aprendices de solistas del olimpo del “rock nacional”, con vocacional linaje García-Páez-Calamaro-Spinetta, pero también de McCartney, Elvis Costello o, en especial, Tom Petty).
Para los Falsos Profetas –que editaron en el 2001 su debut independiente Vimos pasar el verano...–, las historias de vino, argentinidad y amores trágicos (relatadas ávidamente en sus nutridas letras) se presentan con formato de banda de rock, pero también con elegantes y medidas apariciones de pianos y acordeones que dan al grupo un aire de eufóricos perdedores urbanos. “La situación general es tan mala que hasta resulta relativamente propicia para los pocos que se animan a hacer algo. Las expectativas no pueden ser muy altas, es cierto, pero hay tan pocas ediciones de discos que las pocas propuestas nuevas que aparecen llaman la atención. El año pasado hubo pocas novedades: Jessico, de Babasónicos, salió en todos lados como mejor disco, pero si hubiera aparecido tres años atrás, eso no pasaba”, opina el cantante Martín De Elizalde, a quien acompañan el guitarrista Agustín Goldenhorn, el baterista Diego Giménez y el bajista Nicolás Barderi. Con producción propia en portaestudio y en el estudio de Jaime Sin Tierra, el cuarteto porteño toca regularmente en Buenos Aires y lleva adelante su proyecto financiando todo (grabación, edición y hasta “los 20 pesos de la sala de ensayo”) con los sueldos de sus respectivos empleos “normales”.
El caso de Leo Ferradás y los Huesos es distinto, ya que llegaron al disco el año pasado luego de obtener el segundo puesto en el concurso Aguante Buenos Aires, organizado por el Gobierno porteño (cuya edición 2002 se hará entre mayo y junio). Aquel logro les significó horas de grabación en los estudios El Pie y –fuera de lo previsto en el certamen, consecuencia de que el grupo demostrara en el estudio qué podía hacer– una posterior co-producción para la edición del álbum Leo Ferradás y los Huesos, por el sello El Pie Records. Conformados por Leo Peluso (“Ferradás viene por un personaje del libro Frivolidad, de Juan Forn”, refiere) en voz, Francisco Alcaro en bajo, Gustavo Rivas en batería, Carlos Camilucci en guitarra y Pablo Aladrén en teclados, los Huesos ya están grabando nuevo material. “Yo no diría que hacemos revival –reflexiona Leo– sino que tenemos gustos muy clásicos. El disco lo grabamos a cinta abierta, como decisión estética, más allá de que después vayamos al protools. Nos gusta la calidez del sonido rockero vintage, que al mismo tiempo puede ser moderno.” Orgullosos anfitriones en su disco de invitados como Gabriel Carámbula o Gringui Herrera, y con letras sobre noches, trenes y amor, el humeante presente argentino no los asusta: “En estos días se complica ser artista, pero es lo único que somos. Si no vamos a tener nunca un mango en el bolsillo, aunque sea rockeemos”.
Leo Ferradás y los Huesos presentarán su disco el 2 de mayo a las 21 en la Sala Enrique Muiño del C.C. San Martín (Sarmiento 1551, 4º piso).