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Jueves, 18 de abril de 2002

Genoma Dj

Por Javier Aguirre

Mientras en el velorio de la convertibilidad los DJs locales (y los aspirantes a serlo) lamentan la puesta en órbita de los precios de discos y equipos, la escena electrónica argentina vinculada con la cultura DJ global extiende su auge en términos de convocatoria, eventos y diversidad propuestos. Cuánto hay de moda, cuánto de renovación y cuánto de identidad estética propia aún está por verse, escucharse y/o bailarse; pero sí parece claro que la nueva realidad económico-cambiaria argentina amenaza con desalentar a muchos de los probables aspirantes a DJ, y con torcer la balanza –de los futuros iniciados– a favor de la más versátil y barata tecnología CD, y en desmedro de la más carnal y delicada del vinilo.

Según DJs como Tortuga (vinilo) o Drole (CD), el vinilo tiene un sonido siempre superior; pero también es cierto que sus precios asustan: en este momento, un maxi en ese formato (trae un tema, en varias versiones) cuesta entre 40 y 50 pesos en las disquerías especializadas. En realidad, un repaso de todo el equipamiento necesario potencia el desaliento. Veamos, si no, un kit tipo para DJing con vinilo recomendado por DJ Tortuga:
l Una doble bandeja Technics 1200 (conveniente por cómo arranca y frena, y por cómo es sensible a ser detenida con el dedo) usada anda por los 600 pesos, y nueva... el doble o el triple.
l Mixer de al menos tres canales, cada uno de ellos con división de medios, graves, agudos y ganancia. El ideal es el Veftax, pero cuesta... de 3 mil pesos para arriba. La opción más accesible es un Gemini, en especial su modelo PS/676 Pro2 –alrededor de 600 pesos–, que trae sampler propio, elemental para aprender a usar el loop.
l La música. Hacerse de discos es arduo por los factores económicos, pero el consejo de Tortuga resulta, de todos modos, sano: “No seguir la moda comercial para conseguir el laburito. Mejor es investigar un estilo en particular (como drum’n’bass, o breakbeat), seguir el instinto. Y fundamental: mejor asesorarse con DJs y no con vendedores de equipos o dueños de disquerías, que no saben o directamente aconsejan mal”.

El formato CD, por su parte, si bien resigna calidad de sonido (y también prestigio), tiene costos no tan hirientes –al menos en los discos–, además de las ventajas adicionales del mundo digital. En este caso, recomienda Drole, DJ del almácigo InDaMix de las fiestas BPM:
l Las compacteras profesionales standard son las dobles Denon MK3, que con pitch para regular la velocidad son verdaderos simuladores de bandejas de vinilo pero... están en los mil dólares. De ahí para arriba están las Pioneer; y para abajo, las Gemini. A la compactera se le puede añadir un sampler, o bien una PC que permita tirar samplers, voces o efectos.
l Los discos. Comprarlos es duro porque son caros y porque en las disquerías no hay toda la variedad que se querría, realidad que parece tender a agravarse. Un CD del rubro puede andar por los 45 pesos. La opción más barata/berreta, y tan afín al mundo del CD, es la copia o la bajada de Internet y su posterior pasaje a compact. No hay duda de que este método, además de ser clandestino, tiene desventajas de calidad: nunca suena como un vinilo y ni siquiera como un CD comprado, y mucho del material que hay en la red está con fallas o cortes. La recomendación para quienes revisen, por ejemplo, el catálogo itinerante de audiogalaxy.com, es chequear la velocidad y el peso del archivo en cuestión. Se aconseja buscar siempre el archivo más largo (hay más chances de que el tema esté completo) y el de más alto número de kbps (de 160 para arriba). “Además del universo propio que significa Internet como base de datos –explica Drole–, todo lo que vos mismo hagas en tu PC, lo podés bajar a CD, así que es un formato que te permite inventar más. El vinilo, aunque se escucha mejor y tiene más sensibilidad, te limita a trabajar con cosas ajenas.” Lo ríspido del camino del DJ en términos económicos no es el único problema. También hay una escena que, a pesar de su crecimiento, impone numerosas limitaciones que el futuro artista deberá enfrentar. Bad Boy Orange, de Buenosaliens, habla sobre el problema del estilo propio: “Si bien sabemos que la música electrónica no nació en la Argentina, y por lo tanto no debería sorprender a nadie que mucho de lo que se haga acá sea rebote de lo que ocurre afuera, también es cierto que existe falta de identidad; es muy difícil decir: ‘Esto es música argentina’, más allá de excepciones como fueron los de Frágil, Gustavo Lamas y Leandro Fresco (por su tradición rockera); como es Boeing (un fenómeno aislado, pero que ya está influenciando a DJs y a grupos), y como podrían ser Flavius (por su estilo propio), Capri (una especie de post-Illya Kuryaki) o Rascacielos (el dúo remixero de Lamas-Leo García). Yo no puedo creer –se fastidia– que los grandes DJs de acá no lleven nada de artistas nacionales en sus bags. No sé para qué ponen from Argentina en sus flyers si no tienen ni un CD argentino”.

La polémica local sobre el mainstream y el indie también cobra forma, y Drole advierte: “Hay una presión muy fuerte por parte de los grandes clubes (Big One, Pachá), que imponen desde hits hasta estilos, como pasa con el progressive house, difundido por la Metrodance. Otros estilos tienen mucho menos difusión, y mucho menos alcance: el drum’n’bass, por ejemplo, acá es casi marginal. Esa bajada de línea también afecta a las disquerías, que traen sólo lo que creen que van a vender más fácil. La escena DJ está sesgada por todo eso, y hay que evitar caer en las reglas del mercado y tener posibilidad de abstraerse, de encontrar el camino distinto. Felizmente hay algunas manifestaciones como Buenosaliens, Fuga Jurásica o Club Rayo que proponen cosas más experimentales, menos masivas, más de búsqueda de sonidos nuevos. Seguro, mucha de la gente que hoy baila electrónica ayer bailaba cumbia; la moda está un su máximo auge. Pero con el tiempo, la frontera entre la electrónica vulgar y la de culto va a ser más clara; y más gente va a descubrir la música electrónica para escuchar, no sólo para bailar”.

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