El oscurantismo y la experiencia psicodélica nunca habían tenido un recorte social tan nítido –y, acaso, clasista– como el que plantea el colectivo multidisciplinario Trance Chomba, que nuclea a espiritistas, adivinos y bandas de rock comedoras de hongos oriundas de los más selectos countries de la zona de Pilar. “En los barrios privados existen conexiones con la psicodelia y el misticismo que son imposibles de alcanzar por personas de menor nivel adquisitivo”, asegura el curador del emprendimiento, el tarotista y exportador Bennie González Oro y Joyas.

La propuesta musical de Trance Chomba tiene su vedette en Psycho-Country, una banda de rock progresivo-ketaminero cuyas zapadas insondables duran rigurosos 8 minutos con 12 segundos: es el tiempo exacto que tarda el patrullero de la seguridad privada en pasar por su lugar de encuentros, el club-house del country. “Es que no queremos bardear, a ver si todavía alguien presenta una queja y tenemos que salir a buscar barrios exclusivos fuera de Pilar”, explica Agustín Anchorena Moore, guitarrista y acreedor de deuda externa argentina.

El factor esotérico del colectivo reúne a pitonisas de Las Leñas que leen el futuro en la borra del champagne, a anoréxicas muchachas –hijas de empresarios– que practican body-painting con tintas mezcladas con LSD, y a tenedores de mesas de dinero que se embriagan con el poder psicoactivo de la numerología. A todos ellos los nutre la música hipnótica de los Psycho-Country, cuyo clásico Insecurity Jam define mejor que nadie a Trance Chomba: “Del otro lado del alambrado/ hay gente mala, pobre y oscura/ que te secuestra, te viola, te asalta,/ que ignora el caviar y la palta,/ y revisa tu basura/ para ver si tiraste un peyote en un descuido de tu locura”.

* Cualquier semejanza con la realidad, se trata de un episodio desgraciado digno de cosechar frases de consternación en todos los noticieros.