LOS GARDELITOS SALEN A LA LUZ
A casi dos años de la muerte de su líder, sus integrantes siguen elaborando su relación con aquella sombra poética, aunque se sienten una especie de médium entre el músico y su público. Tocarán en El Teatro de Flores.
› Por Cristian Vitale
Una semana antes de la extraña muerte de Korneta, Horacio Ale se había tomado varias cervezas con él en el Club Juan XXIII. El baterista recuerda ese momento como si todavía estuviera ahí. “Hablamos de la vida. Al otro día, le dije: ‘Qué manera de chamuyar, Korne’. El me hizo ‘no’ con el dedito y me dijo: ‘No fue chamuyar, fue filosofar’. Fue la despedida.” Pasaron 20 meses y parece que Korne sigue vivo. Como Luca. Claro que él no era romano ni tomaba heroína. Tampoco había pegado hits ni vivió en Córdoba con Timmy McKern pero, por alguna cuestión del corazón, la muerte lo transformó en un mito. En un personaje que se extraña. Hablar con los demás integrantes de Los Gardelitos, entonces, implica zigzaguear temas terrenos (Cromañón, las giras interbarriales o el chocolate de los días “patrios”) y hacer base en su espectro. “La vida nos empujó a vivir algo inesperado”, sentencia Eli Suárez, que antes tocaba la guitarra y ahora también lee a Nietzsche, Confucio y Platón, y canta. “Recién ahora cada uno se planteó por qué sigue en la banda. Y no es porque estemos metidos en una vorágine comercial. Todo lo contrario.”
La decisión colectiva tuvo que sortear momentos bravos. Korneta se fue cuando había un disco listo (En tierra de sueños), que hubo que presentar sin él en Cromañón. También muchas canciones que compuso y nunca grabó y un legado a defender pese al bad trip. “Entraba a la sala, agarraba la guitarra y se ponía a zapar... y había que seguirlo. Te miraba y te ponía en su plan. Era el mismo tipo en un show que en la vereda”, evoca Horacio. “La enseñanza que dejó el viejo –dice Eli– es que cada persona es única. Hoy todos quieren ser como el Indio, Pity o Jagger. Pero ese ‘tengo que ser como mi ídolo’ no es real. Yo soy yo, Korneta es Korneta y el Indio Solari es de carne y hueso.”
–¿Cómo materializabas esa enseñanza en vida?
Eli: –No quería que lo viera como una persona superior por el solo hecho de haberme traído al mundo. El decía que los hijos eran padres de los padres. Me metió en ese mambo, en ese juego de tratarnos de igual a igual. No era una relación dura, típica de padre-hijo.
–Que algunos piensan como natural y de última es cultural...
–Y represora, porque si tu viejo no te da vuelo siempre vas a tener una sombra hostil. El era creía en la libertad y lo llevaba a cabo.
–¿Y vos Horacio? ¿Sos como Korneta?
–Noooooo (risas). Soy rompe bolas y absorbente. Más jodido.
Por si alguno se desayuna, Horacio es el padre del bajista Martín. Ambos compartieron con Eli y Korneta casi dos años de vida del grupo (¿habrá otra banda de rock que haya estado formada por dos padres y dos hijos?) y ahora le sostienen el ritmo a Eli. Horacio tiene 43 años y Martín, 25. No viven juntos, pero trabajan hace 13 en un taller de chapa y pintura en Ciudad Evita; encima se ven después para ensayar, y comparten lugares de joda. “Capaz que estoy en un lugar escabiando y aparece ¡mi papá! (risas). A veces nos peleamos. Pero cuando yo era más pibe era peor”, confiesa Martín. “Me pasa lo mismo, con la diferencia que yo le cambié los pañales”, contraataca el batero.
Los Gardeles han compuesto poco después de Korneta, pero tienen un motivo. “Entiendo a los pibes que nos piden temas nuevos, pero quedaron varios suyos y los queremos hacer llegar a la gente. Somos un medio entre mi viejo y nuestros seguidores”, asegura Eli. Entonces, lo que se va a ver durante la triple fecha en El Teatro de Flores es un repaso histórico -sin funyis ni trajes– más bonus que el padre de la banda compuso antes de morir. “Hacer las cosas bajo presión no sirve –justifica el guitarrista-. Esa carrera de hacer un hit apurado ‘porque otras bandas lo hacen’ no está bien.”
–La urgencia por hacer un tema para vivir mejor...
Eli: –Claro... llegar a Obras y esas cosas. Es un mensaje exitista que deja de lado lo artístico. El rock se puso de moda y trae cosas negativas.
Horacio: –Yo no sé a cuántas bandas de hoy podré sentarme y escuchar dentro de 20 años como hago hoy con Sumo, Invisible o Pescado Rabioso.
Eli: –Ellos se plantaron contra el negocio y hoy hace falta eso. Tal vez esté surgiendo un recambio, pero muy por abajo, y nosotros somos parte de ese movimiento. No queremos participar de la mentira impuesta.
El triplete de shows generó mucha expectativa en el medio ambiente rocker. En parte, porque es la primera vez que Gardelitos toca en Capital en el año, y en parte porque significa la antesala del debut de la banda en los grandes festivales: Gesell y Cosquín. Nacido de las entrañas del Bajo Flores, el grupo paseó durante diez años sus rocanroles por los barrios. Cumplió puntillosamente con eso de repartir chocolate a los chicos de Ciudad Oculta cada 25 de Mayo. Pero nunca “se mezcló”. Hasta ahora. “Estamos más abiertos. Aunque al no haber lugares para tocar, no nos quedaba otra que mezclarnos con otras bandas”, sostiene Eli.
–De hecho, los fans se entreveran con “otros públicos”. Sobran remeras de Gardelitos en los festivales, o cuando tocan La Covacha, La Renga u otras bandas afines. ¿Se sienten parte del rock popular?
Eli: –Si bien las letras de Korneta no son tan barriales, nosotros siempre tuvimos la postura de aceptarnos dentro de ese movimiento. Aunque no nos cabe esa cosa futbolera de ponernos la camiseta y tirarles piedras a los de Babasónicos. Por más que nos guste un tipo de rock y no Babasónicos, algo les vamos a sacar de bueno. Al pibe de abajo le decimos que nunca sienta vergüenza de haber nacido en un barrio pobre. Y lo mismo al que nace en un country. Estamos en esta esquina del mundo y contamos las cosas desde nuestro lugar. Pero no creemos que el mundo empiece o termine en nuestra esquina.
* Viernes, sábado y domingo, Los Gardeles en El Teatro de Flores.
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