ESTELARES, “SISTEMA NERVIOSO CENTRAL” Y EL ARTE DE LA CANCION
A la hora de darle forma al sucesor de Extraño lugar, Amantes suicidas y Ardimos, el cuarteto platense puso sus mejores canciones en la parrilla y les abrió la puerta a los amigos. Y se entusiasma con el nuevo auge de la melodía que parece darle un mejor contexto al disco: “Hay tendencias que, si las sabés esperar, te vuelven. Nosotros esperamos quince años...”.
› Por Juan Manuel Strassburger
Hubiera sido injusto que la crisis que azotó el país entre 1998 y el 2001, y que se llevó puesta a tantas bandas prometedoras, también terminara con Estelares. Y eso estuvo a punto de suceder cuando a pesar del pequeño éxito de Extraño lugar en 1996 (editado también en España), Amantes suicidas (1998) tuvo poca o nula difusión y la banda entró en un peligroso parate que se prolongó un par de años. Justo ellos, que habían conjurado la repetida contradicción de todas las épocas, aquella de modernos vs. auténticos (electrónicos vs. barriales en los ‘90) con ese rock épico y vital, tan trágico como esperanzador. Justo ellos que, a caballo de temazos como El corazón sobre todo (tarde o temprano, un clásico inapelable del rock de acá), habían enamorado hasta al más descreído, devuelto el ánimo hasta al que ya había bajado los brazos.
Por suerte, a veces, los salvadores también se salvan. Y a los Estelares –gracias a un demo con la milagrosa Moneda corriente, a cargo del platense Sebastián Escofet– les tocó cruzarse con el Perico Juanchi Baleirón, casualmente en busca de una banda con la cual elevar su performance y saltar de productor correcto a alquimista talentoso y multiplicador. Algo así como el Santaolalla de La era de la boludez, de Divididos: una apuesta personal. La apuesta, como se sabe, funcionó: Ardimos (2003) no fue un éxito de ventas, pero volvió a poner al grupo sobre la escena (y a ubicar a Juanchi como productor codiciado). Temas como América, Feliz, De la Hoya y el propio Moneda corriente maravillaron a devotos y extraños (entre ellos, al gran Jorge Serrano) y ya nadie pudo hacerse el distraído: se estaba frente a una banda que, si daba los pasos correctos, podía llegar a convertirse en una de las grandes. En especial porque ya contaba con lo básico: sencillas y adorables canciones.
La chance hoy se llama Sistema nervioso central (SNC), flamante cuarto álbum del grupo con Juanchi otra vez en el timón, que estará en la calle el 6 de septiembre, y que el NO pudo compartir con sus responsables: Manuel Moretti (voz, guitarra y teclados), Víctor Bertamoni (guitarra líder y coros), Pablo Pali Silvera (bajo y coros) y Carlos Sánchez (batería) se reunieron en el PH del Abasto que el propio Manuel comparte con el tecladista de Los Peyotes, Víctor Mazzaro, para adelantar algunos conceptos a una semana de la salida del disco.
–¿Por qué Sistema nervioso central?
Manuel: –Primero por lo que dijo George Harrison cuando le preguntaron una vez por los Fab Four: “Fuimos los Beatles no porque dimos el alma sino porque dejamos nuestro sistema nervioso”. Cuando escuché eso me encantó. Y segundo por la analogía medular. Aun hoy la ciencia no sabe bien cómo funcionan ciertas células de la médula y, sin embargo, son las que nos mantienen caminando, más allá de la razón o la conciencia. Nos pareció una muy linda figura para el disco.
–¿Cómo lo describirían?
Manuel: –Mirá, me gustan las canciones, cómo jugué con las letras, pero todavía no tengo la definición. Pero me parece que está bien vestido. Es un disco up.
Carlos: –Yo también iba a decir eso, es un disco up, pero en lo anímico. No en que muevan todos la colita (risas). Pero sí, lo que yo veo en la diferencia con otros discos es eso, el ánimo siempre arriba desde que empieza hasta que termina, cosa que también lo hace cantable, como muchos que lo escucharon dicen.
Manuel: –Sí, el disco arranca con las canciones frescas, pasa al mundo de las baladas, después va a tres o cuatro melancos y cierra con las más arties y difíciles. Ahí sí hubo algo pensado, un recorrido. Tiene como regiones de canciones, todas primas hermanas entre sí que van pasando según las presentan.–¿Cómo manejan la expectativa de masividad, la idea de que puede llegar a pasar algo importante con el disco?
Manuel: –Básicamente con alegría. Pero cuanto más devolución tenemos, más tranquilidad. Estamos ilusionados también. Sentimos que algunas cosas van a pasar.
Víctor: –El video, por ejemplo, ya lo estamos armando y todavía no está el disco en la calle.
–¿Cómo van a hacer para evitar el típico relato de la modelo linda en pose cool?
Manuel: –Mirá, con el pibe que va a ser el director nos pasó que nos reunimos y no habían pasado cinco minutos y ya tenía dos ideas buenísimas. Si la idea es fresca y está dentro del presupuesto, vas para adelante... Igual, desde ya lo firmo: nuestros videos no van a ser palermizados (risas).
–¿Qué pasa con la imagen? ¿Son de ponerse de acuerdo con la ropa que se ponen para salir a tocar y con lo que no?
Víctor: –No, para nada. Más o menos nos vamos acomodando. Como esa frase que dice: “El carro anda y los melones se acomodan” (risas).
Pali: –Claro, siempre es muy espontáneo.
Manuel: –O muy Arjona (más risas).
–En Ardimos, Andrés Calamaro; en SNC, Jorge Serrano y Pity. ¿A Estelares les sientan bien los invitados cancioneros?
Víctor: –A Serrano lo conocimos en Cosquín, charlando en los camarines, le pasamos Ardimos y se alegró porque dijo que tenía muy buenas referencias del disco. Después, en una entrevista, dijo que las canciones suyas eran tan buenas como las de Calamaro, Babasónicos y Estelares. No lo podíamos creer (risas).
Manuel: –Sin dudas, Jorge es uno de los escritores de canciones populares que más nos gustan.
–¿Y con Pity cómo fue?
Manuel: –Pity fue por onda. Una vez nos fue a ver a La Trastienda, se copó para subir y quedamos con buena relación. Después casi no llega al disco porque tuvimos un malentendido con los horarios. Pero por suerte pudo venir sobre el cierre de la grabación y estuvo muy bueno.
–Pity aparece primero en el coro y recién después como voz solista.
Manuel: –Sí. Al principio es como la voz de la conciencia que aparece desde el fondo, bien fantasmagórica. Y está bueno, ¿no? Porque hacer de fantasma es algo que a él no le cuesta mucho (risas). Lo de los invitados en el disco fue básicamente un gran asado con amigos: Manzanita Esaín, Seba Escofet, Mariano de A77aque, Pinto de Los Peyotes, Edu de Arbol. Está claro que son buenos músicos, eso se descarta. Pero ya que podíamos invitarlos, dijimos: “Armemos un lindo asadito”. Y el asado fue el disco.
–¿Sienten que hoy, con la escena electrónica en crisis y todas las bandas buscando su mejor estribillo, es una época más propicia que los ‘90 para hacer canciones?
Manuel: –Puede ser. Hay muchos que dicen que lo que nosotros hacíamos en el ‘95 estalló hace poco. Pero, bueno, ya está.
Víctor: –Lo que pasa es que hay tendencias que van con la música popular, que si las sabés esperar te vuelven, te llega el momento. Nosotros esperamos quince años (risas).
Manuel: –Hay gente que me dice: “¿Sabés lo que hubiera sido Moneda corriente ahora? ¿Con el resurgimiento de Calamaro y todo eso? ¡Te la hubieras tenido que sacar del calzoncillo porque no la aguantabas más!” (risas). Pero tampoco es que tengamos un plan.
–OK, pero tal vez sí cierta convicción de insistir con una idea...
Carlos: –Sí, pero tampoco nada forzado. Siempre natural.
Víctor: –Y es que no nos quedaba otra, es lo que nos sale.
Manuel: –Es como jugar de lo que sabés jugar.Carlos: –Pero hay una tendencia cancionera en todo el espectro, desde bandas que eran estrictamente rockeras y que el corte de difusión pasó a ser un balada, como La Renga, Divididos, hasta Arbol y Tipitos...
Manuel: –Bueno, el resurgir de la canción tiene que ver también con el gran lugar al que llegó Andrés. El grado de popularidad que alcanzó con Alta suciedad, Honestidad brutal...
Víctor: –No es casualidad tampoco que su éxito haya sido cuando se copó con Dylan y lo hizo asimilable a los oídos de acá. Hoy, a través de Calamaro, Dylan está en todos lados. El segundo disco de Guasones es muy Dylan, por ejemplo.
–¿Coinciden con que es difícil ubicarlos en una escena?
Manuel: –Nosotros arrancamos cuando se estaba terminando los que hacían una cosa más sónica (Martes Menta, Los Brujos). Pero en realidad nunca nos sentimos como pertenecientes a ninguna escena, y nunca supieron dónde meternos tampoco (risas).
Carlos: –Cómo será de difícil que nos llamaron para tocar en el Nuevo Rock en Obras y al toque para el Nuevo Pop. Si llegan a hacer el Nuevo Folk seguro que también nos llaman.
–Hablando de folk: en La cupé roja (de Ardimos) hay guitarra slide. Ahora, en Después de un show, también. ¿Hay cierto gusto por el rock sureño?
Víctor: –Lo que pasa es que tango y country fue lo que más estudié en mi vida. Me metí porque me enamoré del estilo, esa cuestión del feeling. Viste que los tipos se suben a una melodía y por ahí tocan notas sin parar y nunca se caen, nunca pierden el hilo. Eso me parece impresionante.
Manuel: –Igual a mí me parece que los slides de Víctor son más folk que country. Pero es verdad que tienen esa languidez y profundidad de un color totalmente americano. Y rural. El y yo nos criamos en pueblos, andando todo el tiempo en calles de tierra, con mucho espacio, los horizontes, qué sé yo... Las llanuras te dan una cosa como de amplitud, de inmensidad. Imaginate Buenos Aires o Nueva York: es imposible que alguien aprendiera a tocar slide ahí. No, tiene que venir de un lugar rural.
–Los solos de Víctor también son muy melódicos y cantables. ¿De dónde tomaste ese estilo?
Víctor: –Un poco de escuchar los solos del rock nacional. Me gustaban mucho los de Julio Moura (Virus) y los de Skay (Los Redondos). A los 15 me compré una guitarra parecida a la de él. Después, también, el amor por la escala pentatónica, estirar notas y tocarlas lentas sobre acordes hasta que vaya saliendo la melodía.
–Después de Radiohead apareció una camada de bandas que hacía eje en lo melancólico. Sus canciones transmiten melancolía, pero también vitalidad y energía. ¿Coinciden?
Manuel: –Estelares tiene más laburo de guitarras y bases fuertes y avasallantes, un poco como el rock clásico de Neil Young y los Crazy Horses, que es distinto a Radiohead o a las bandas argentinas que las siguen.
Carlos: –Igual, por una cuestión geográfica, también hay diferencia. La nuestra es una melancolía latina, no londinense, con niebla británica, que es otra cosa. Eso también influye. Es más: los ingleses tienen un estado específico de melancolía inglesa, el spleen, que no se aplica a otros lugares. Lo mismo pasa con el blues y los afroamericanos. O con el tango...
Manuel: –A mí me parece que la banda tiene colores melancólicos más relacionados con eso, una melancolía más rioplatense. Estrella, Feliz, Disco pub, América, Moneda corriente. En este disco, Campanas, Ardimos...
–De todos modos, Estelares también tiene su pata brit.
Manuel: –Totalmente. Estrella tiene un estribillo muy brit. Más allá de todo siempre nos gustaron bandas como los Kinks, los Who o, más acá, Blur,The Verve, la voz de Ashcroft. De nosotros, Pali es el que aporta más esa onda.
Si bien en el rock es común encontrarse con compositores acosados por sus demonios o sumidos en los caprichos más extravagantes, ese no parece ser el caso de Manuel Moretti, voz líder de Estelares. Más allá de que reconoce alguna que otra temporada en el infierno, la vida de Manuel se nutre principalmente de la cotidianidad. Esa que lo lleva a no perderse ningún partido de Sarmiento de Junín en la B Nacional o estar atento a lo que sucede con la Selección de vóleibol en la Liga Mundial (“Es un fanático de ESPN y de la GP, la Fórmula 1 de las motos”, agrega uno de sus allegados). Lo cierto es que suma cualquier información para hacer canciones. A toda hora y bajo cualquier excusa. En el 2002, ansioso por la demora de Ardimos, editó La mañana del aviador, una grabación casera, sensible y descarnada, muy en la onda de El Salmón, pero con inconfundibles marcas propias: los lagos del Sur, Junín, el folk de Neil Young y la referencia a los amigos que se iban del país. “Para mí, los amigos son muy importantes”, sostiene. “Tengo la suerte de que muchos de ellos me asistan con películas y libros.” Entre sus escritores favoritos figuran Norman Mailer, John Cheever y Graham Greene. “La literatura y la música son lenguajes distintos, pero de todos podés sacar algo. En ese sentido lo tomo como una profesión”, dice. Lo que se llama un songwriter.
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