Jueves, 11 de julio de 2002 | Hoy
VIAJE AL CENTRO DE LA CREATIVIDAD MUSICAL SIN RETORNO
La pregunta flota, constante y profunda: ¿Cómo hizo? La construcción de una canción, una tarea privada y cotidiana para un músico popular, tiene –en cada caso– un proceso único, particular, en donde juegan elementos disímiles entre sí. Puede ser bronca, depresión, alegría o simplemente inspiración “de nada”. Aquí, cinco rockers argentinos cuentan qué sucede en el momento en que todo es nada, y la nada el principio.
Por Roque Casciero
La solución
Andrés Calamaro
A mí me gusta escribir canciones porque me gusta cantarlas: sin letra,
no tendría nada para cantar. El fuego sagrado es la voluntad para agarrar
la birome o la guitarra. La inspiración propia de los autores es la voluntad
de sentarse a tocar o de abrir el cuaderno. Creo que ése es el movimiento
más importante, porque el gran esfuerzo es sentarse a tocar, o tomar
lápiz y papel. Para escribir es necesario que un minuto entero de música
venga seguido por otro minuto entero de música, y que después
sea una hora y otra más. En algún momento, también es bueno
saber el título de la canción que uno quiere inventar. El título
es lo primero que aparece, aunque a veces no aparece nunca. Pero si lo tenemos,
hay algo por dónde empezar.
No hay gran diferencia técnica entre una canción y otra. Cualquiera
puede inventarse esta misma noche una canción como las de los Beatles
o los Rolling, aunque después está la cualidad de los músicos.
El salto de calidad es una cuestión más bien espiritual, que puede
marcar una diferencia abismal. Pero todos tenemos la posibilidad técnica
de escribir una canción de Bob Dylan. Hagamos la siguiente prueba: nos
sentamos a escribir una canción, pero agarramos un librito de canciones
y simplemente copiamos la canción de otro. Bueno, acabamos de escribir
una canción. Después hay que escribir la canción pero sin
el librito adelante: puede ser de memoria o escuchando el disco. Y después
escribirla con una guitarra en la mano. Entonces no sabemos si escribimos cinco
canciones, una sola o ninguna. Pero al menos ya conocemos un poco el papel y
sabemos en qué momento del día nos gusta. Yo compongo en cualquier
momento, que no es lo mismo que en todos los momentos. Difícilmente la
música y la letra no llegan juntas. Si te sentás a escribir unos
versos, vas a tener detrás una música, una métrica.
Hacer una canción no es un movimiento privado de los músicos ni
mucho menos: cualquiera puede sentarse a escribir sólo con el movimiento
de los versos. Los letristas también son músicos, pero escriben
con una métrica standard en la cabeza, se imaginan un rocanrol en sílabas.
Yo escribo con el Cuino (Marcelo Zcornick) y Jorge (Larrosa), poetas de la Zurda.
Por cortesía, no puede uno sentarse a escribir delante de las visitas,
porque es un momento privado para dedicarlo al arte de la tontería. Sin
embargo, hacer un equipo es, muchas veces, la forma de no sentarse a escribir
solo. Inventamos diferentes formas. La verdad es que la música y la letra
tienen que colaborar. La música de una canción es como dibujar
el olor de las flores. Entre las armonías hay mucho del sentimiento de
una canción. La esperanza está igual entre los acordes, las palabras
o los colores. Hay que tratar de que los versos que te regalan sean una ayuda
y no un problema, que sirvan para resolver la canción. Muchas veces lo
que queremos es la canción para cantar, entonces hay que pensar que la
letra va a ser la solución para la canción. Entre otras cosas,
porque las palabras no mienten.
Un caradura
Jorge Serrano
Nunca fui de hacer muchas canciones, a los sumo cuatro o cinco por año.
No estoy todo el tiempo anotando cosas, sino que tengo que ponerme a hacer una
canción. Antes sentía que las cosas salen en el momento en el
que vienen o que salen por más que uno se empeñe, pero después
me di cuenta de que no es así. Ahora me gusta ponerme a escribir como
rutina, entonces no puedo componer si estoy de gira, por ejemplo. Quizá
me vienen ideas de algo, pero el acto concreto de escribir lo hago en mi casa,
con la guitarra o con la computadora, grabando cosas en forma casera. Primero
intento hacer una base para poder cantar sobre algo y después intento
jugar tarareando una melodía. En una época cantaba medio en inglés,
pero como sé cantar en inglés me empezaba a salir letra. Y ése
es otro compromiso. El principio de una idea es un momento muy frágil,
de mucho pudor para con uno mismo. Sobre todo si un tema tiene un toquehumorístico,
porque caminás sobre una cuerda floja entre lo cómico y la pelotudez.
Muestro una parte mínima de lo que hago, porque hacer canciones tiene
muchísimo de crítico. El problema es que cuando la canción
recién está apareciendo, si gana el crítico, uno se paraliza.
Lo que hago es dejarme jugar sin juzgar, al menos hasta que esté un poquito
más avanzada. El otro enemigo de las canciones es no tener cara como
para ser capaz de decir: “Esta canción es mía”. En realidad,
las canciones populares –que es lo que a mí me da el cuero para
hacer– están armadas de pedacitos de memoria, de canciones que uno
escuchó. Al principio no me animaba a hacer canciones, porque siempre
creía que se parecían a otras. Y evidentemente era y es así,
sólo que ahora soy más caradura.
La mayoría de las veces pienso la letra sobre la melodía. Me dejo
el espacio para dedicarme a la letra, pero sin cerrar ninguna puerta, porque
la letra puede llevarme a modificar la melodía. Terminar la letra es
lo que me hace decir “tengo una canción”. Tengo miles de ideas
que son sólo melodías, pero hasta que no tienen letra es como
si no tuvieran vida. No son canciones oficialmente. A su vez, la letra es lo
que más me cuesta, porque es donde uno se muestra más vulnerable
y expuesto: nadie dice que una melodía es estúpida, pero sí
que una letra lo es. Una vez que tengo más o menos cerrado sobre qué
voy a hablar, me resulta más natural jugar con las palabras. Y me gusta
meter el azar en el proceso de composición. Incluso tengo una especie
de ruedita que me hice con un compact al que le escribí todos los tonos.
A veces, cuando no sé adónde ir, giro la ruedita y dejo que intervenga
el azar. La sensación es que todo es posible y que cualquier idea puede
ser desarrollada hasta hacerse más linda.
Me encantaría ser como Andrés Calamaro y hacer más de una
canción por día. El tiene una fluidez admirable, yo soy lo contrario:
me cuesta un huevo hacer una canción y soy perro musicalmente. El es
un gran músico, entonces se sienta al piano y no tiene más que
tocar y cantar. Yo hago las canciones más como un arquitecto, planeando
una construcción penosa. A lo mejor soy muy crítico. Yo me imagino
que a Calamaro deben gustarle algunas de sus canciones más que otras,
pero él ya traspasó eso... A él le chupa un huevo y eso
me parece admirable: se da el lujo de ser brillante o tonto o lo que quiera
ser. Se da el lujo de exponerse todo el tiempo. Eso me parece alucinante, pero
no puedo ser así.
Ser incorrecto
Adrián Dárgelos
Tengo momentos especiales para componer, que aparecen cuando las ideas empiezan
a apremiarme y a pedirme que las saque. Soy vago, nunca tengo ganas de hacer
nada, así que en un momento empiezo a confundirme por vivir en la fantasía.
Entonces tengo que empezar a bajar fantasía de mi cabeza, porque se me
llenó. El motivo para escribir una canción es intentar descubrir
algo no contado. Cuando una puerta no cierra bien hay una luz, entonces espío
por ahí y descubro alguna sensación que, a mi criterio, no ha
sido contada. O que no fue contada de la manera en que yo la percibo. El motivo
es una mezcla de necesidad y la inspiración: la necesidad es querer contar
eso que descubrí, y la inspiración, el vehículo que hace
que lo cuente. A veces descubro que otros dijeron eso, pero es tan genial que
no se dieron cuenta de que podía ser interpretado desde otro lado, o
leído con otras palabras. Porque, normalmente, está todo dicho
en este siglo y con este lenguaje, pero hay diferentes sensibilidades para interpretarlo
en las canciones.
Muchos temas los compongo con la banda, pero las letras –salvo algunas
que hace Mariano– no tienen mucha relación con la música.
Es decir, no espero que esté la música para escribir la letra.
Por lo general, tengo fragmentos de melodía o voy haciéndolos
con los chicos, entonces voy imaginando qué me sugieren y voy pegándoles
los temas de los que quiero hablar. A veces esos temas se quedan sin canción...
Tengo muchos cuadernosen los que escribo las letras y ahí quedan muchas
cosas que creí descubrir, pero que no se convirtieron en canción
y no fueron hacia ningún lado. Otras veces los bocetos de melodías
me sugieren qué idea elegir y sobre qué tema trabajar.
No termino las letras en un día. A veces las espero, vuelvo a ellas,
las corrijo, las trabajo, veo hacia dónde pueden ir y tardo hasta el
último día para decidirme sobre qué artículos usar,
en qué persona narrar, cuándo saltar de una persona a la otra
o cuándo confundir a propósito. Esos detalles los manejo durante
el desarrollo de la canción y a veces el mismo estilo de la canción
hace que los modifique. Siempre tengo presente el swing, porque la letra tiene
una estructura fonética que da una idea del corte silábico y de
la acentuación. Uno tiene que tratar de no alterar el significado con
la acentuación y que eso quede con una dinámica y con un swing.
Generalmente compongo con una guitarra, porque para partir la estructura métrica
de una canción hay que conocerla. Si no conocés la estructura,
es probable que la canción te salga más previsible.
Tengo un estilo que es un poco cínico y maldito; versado en la incorrección,
porque eso me da placer. Igual, me gustaría tener un estilo para cada
disco. Siempre trato de olvidarme de qué forma escribía y no escribo
inmediatamente después de un disco para distanciarme de la temática.
Aunque sé que es imposible, me gustaría ser un escritor nuevo
cada mañana, con vicios distintos para escribir.
Que fluya
Gustavo Cordera
Lo primero que se necesita para escribir una canción es vencer el miedo
al ridículo ante los demás y ante uno mismo. Uno precisa transgredir
esa vergüenza. Los niños, por ejemplo, están todo el tiempo
tarareando melodías nuevas, y hay personas que inventan melodías
en la ducha. Pero enseguida piensan: “Esto es una boludez, no le va a gustar
a nadie. Yo voy a seguir con mi vida”. En realidad, esa supuesta boludez
es un don divino que forma parte de la posibilidad de manifestación que
tienen todas las personas. Para componer hay que hacer asociación libre,
jugar, divagar, zapar, fluir libremente, quizás estar en silencio...
Estar relajado es fundamental para que empiecen a surgir cosas. Cuando escribo
solo, lo hago pensando en hablar con alguien que imagino. A veces es con el
cielo... Cuanto más lejano está el ser imaginario con el que quiero
hablar, más profunda y más solitaria se hace la canción.
La mayoría de las canciones que hice surgieron en un estado de limpieza
absoluta: a la mañana, con un mate en la mano, porque me levanto con
mucha sensibilidad. También he hecho canciones bajo los efectos de todo
tipo de drogas o borracho, porque no hay una fórmula. Creo que el espíritu
se manifiesta y abre distintas puertas. Algunas son más íntimas,
otras tribales, festivas o descontroladas. En Bersuit a veces componemos colectivamente,
nos juntamos con algunos de los chicos y nos ponemos a hacer canciones. Lo festivo
y tribal trae una cosa fuerte, porque hay una persona que puede estimularte,
entonces vos respondés.
En mi caso, normalmente aparece primero la música, aunque también
hago improvisaciones en las que la letra y la música van juntas. Empiezo
a tirar acordes en una guitarra e improviso melodías y letras. A veces
tengo un walkman y lo grabo, a veces repito la melodía para no olvidármela,
o escribo pedazos de letra. Pero lo fundamental es no juzgar a las canciones
y dejarlas ser: todo tiene valor. Hay que defender a las canciones de aquellos
que las detractan y dejarlas fluir, porque con el tiempo uno va mejorando, creciendo.
Hemorragias
Erica García
No creo en sentarme y decir “voy a componer”, sino en estados de composición,
que vienen de golpe y son como hemorragias. En realidad, uno genera ese estado
de composición con su vida porque, aunque no lo digan literalmente, las
canciones hablan de sus autores. Entonces, que una canción sea más
interesante depende de la vida del autor. Prácticamente, la fórmula
para escribir una canción sería vivir intensamente, porque así
será tu inspiración para componer. La inspiración viene
sola y te asalta. Es increíble: no podés dejar de hacer eso, estés
con quien estés. Si estoy con un amigo tengo que irme, porque necesito
escribir esa canción que se me acaba de venir a la mente. En un momento
me inventé un sistema con los dedos, como si estuviera tocando un piano
sobre los otros dedos de la misma mano, para poder seguir la melodía
cuando se me aparecía una canción mientras iba caminando por la
calle. Me servía para conservarla en la memoria. A veces es terrible
tener una melodía en la cabeza y saber que va a pasar una hora antes
de llegar hasta algún lugar donde hay un instrumento. Lo que hago es
cantarla mil veces y tomar referencias, cosa que cualquiera que me interrumpa
en la calle no me saque la canción para siempre.
Con mi último disco tuve que escribir cincuenta canciones porque así
me lo pedía el productor, Gustavo Santaolalla. Eso me puso una presión,
pero era positiva: en definitiva tuve más exigencia sobre lo que yo quería.
Cuando él me decía que tenía que hacer otra, me iba y la
hacía, o sea que provocaba el estado de composición... Bah, la
vida misma lo provoca.
Casi siempre me llega primero la música. Y en los casos que me llegó
primero la letra, siento que las canciones son como un vestido que no me va
bien. Siento a la música muy orgánica, lo que es curioso, porque
sé que me destaco más por mis letras. Evidentemente, la música
es el vehículo para que llegue todo lo demás. Para mí,
las canciones son data que va bajando. No es nada celestial, es algo que tenemos
todos y que algunos bajamos en canciones. Al principio está la parte
de la inspiración pura, que es cuando llega la canción. Puede
que llegue entera y que no tenga tachaduras, pero otras veces baja una idea,
nomás, o la frase es demasiado larga para una estrofa, entonces tengo
que acomodar las palabras para que suenen lindo y se puedan cantar. Para mí,
la canción es inspiración y es trabajo, como encontrar el diamante
y después pulirlo. Por lo menos,tenemos que pulirlo los que somos mortales:
quizás a Charly le sale sin trabajo.
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