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Jueves, 25 de julio de 2002

ZERO 7, SOFISTICACION TRIP-POP

Confort y música para...

Acaba de editarse en la Argentina uno de los mejores discos del 2001, cuya autoría corresponde a un dúo de ex cadetes de estudio, hoy remixadores de nivel y, tal como se revelan en “Simple Things”, buenos constructores de canciones y atmósferas de ensoñación.

 Por Javier Aguirre

Tegucigalpa, Honduras, una húmeda noche de 1995. Dos turistas gringos -ingleses, en realidad– de 22 años, que vienen de recorrer México, Guatemala y Belice entre mochilas, peyotes y nuevos amigos; beben en un pequeño bar local que se llama Zero 7. La música que suena en el boliche les parece loquísima y, durante lo que dura su estadía hondureña, se convierten en algo así como habitués del lugar. Ellos (presentación oficial: Henry Binns y Sam Hardaker, amigos y vecinos de la infancia) trabajan en un estudio de grabación en Londres, y su tarea incluye hacer el té, ir a conseguir algo de comida, o de cigarrillos. Empiezan a colaborar en algunos trabajos de producción e ingeniería de sonido (Pet Shop Boys, Robert Plant) hasta que llega su chance de gol: su ex compañero de colegio Nigel Godrich, que está produciendo a Radiohead, les propone hacer un remix del tema “Climbing up the walls”. Lo hacen, y adoptan a las apuradas el nombre de aquel bar hondureño: el 7 lo pronuncian en pseudo castellano, “si-ere”, aunque el ambiente cool inglés, subido al inmediato éxito que recibe la versión, se queda con su “seven”. Un remix y dos exitosos EPs después, el dúo de cadetes/productores edita su propio álbum, Simple Things: acid jazz y trip-hop; relajado, cálido y lleno de musicalidad; con instrumentos tradicionales (pianos, guitarras acústicas, flautas, trompetas, violines) y con vocalistas invitados que aportan un ingrediente clave, la emoción soul. “Soñábamos con llegar a esto, pero no lo creíamos del todo posible”, le dice Sam al No vía telefónica, y recuerda sus días de cadete: “Por un lado fue interesante porque nos permitió aprender e inspirarnos, además de habernos dado la oportunidad de mostrar lo nuestro... Pero la verdad es que fue una larga pesadilla. No es placentero hacer cosas que no te resultan excitantes, y para gente que no te gusta”. Más allá de esa frustrante frase, que parece aludir a la prostitución más que a la cadetería, el remix de Radiohead le resulta un episodio muy grato: “Estuvimos con Thom Yorke cuatro o cinco veces. Es un buen tipo, honesto y cool. No nos conocía, pero nos apoyó y se sintió encantado con nuestra remezcla. Nosotros sentíamos que estábamos frente al desafío de nuestras vidas, pero luego fuimos descubriendo otros desafíos, como escribir canciones. Eso es lo más difícil de hacer; más duro que remixar... Y mucho más complicado que hacer té”.
Llegar al disco propio viniendo desde el lado oscuro del negocio (en todo caso, el menos glamoroso; el de las tazas, el quiosco y el mouse) les da a Binns & Hardaker un panorama bastante claro de los vicios de la industria: “La proliferación de los compilados chill-out es una forma aburrida de presentar al arte. La mayoría son discos con sólo dos canciones buenas, inventados por las compañías para hacer más plata. Los artistas tienen que tener cuidado, no pueden engancharse en lo que sea: compilados, publicidades... Es una decisión personal, pero hay cosas de las que conviene no ser parte. No conviene ser un artista barato”.

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