Jue 21.02.2008
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EL PORNODRAMA “UN ESQUIMAL”

Con el telón bien arriba

El uso de lo pornográfico se convierte en un recurso en función de una obra sobre las relaciones humanas, y la convivencia entre esos personajes convierten al teatro en una fiesta.

› Por Sebastián Ackerman

La historia es ésta: dos hombres a los que los mueve el afán de hacer nuevos negocios y dos mujeres que buscan sostener una belleza que el paso de los años hace cada vez más difusa, todo en un ambiente swinger, tanto para el cierre del trato empresarial como para convertir al cuerpo femenino en objeto de deseo. Hasta ahí, nada nuevo. ¿Qué diferencia a Un esquimal de otras obras? Que cuando el sexo es inevitable, las luces no se apagan, ni se baja ningún telón. “En el Pornodrama es necesaria la expresión de lo porno para hacer la obra, porque habla algo de la relación de los personajes a partir de esa relación porno, sexual, que tienen. Y por otro lado es efectivo: el teatro es una fiesta. Tiene varias capas, y varios discursos. Ahí lo tenés, ¿qué más? ¿Qué hay más allá?”, dice Alejandro Casavalle, el director de la obra prohibida para menores de 18 años.

En un teatro de la calle Corrientes, a una cuadra del San Martín y frente a una obra de teatro de revista, en el segundo Pornodrama de una trilogía aparece sobre el escenario lo porno, pero no como objetivo en sí sino como parte necesaria de la narración. Y además, para mostrar aquello que se insinúa desde los quioscos de revistas hasta los programas de chimentos. “Lo porno es parte del drama –afirma Casavalle–. Si es pornográfico implica un desarrollo y final, se muestra todo; en el pornodrama hay tensión, lo porno produce tensión, está relacionada con lo dramático. No hay posibilidad de desarrollar lo pornográfico, porque no hay una tensión para desarrollar. En la obra hay algunas alusiones a lo pornográfico, y son alusiones porque el teatro hace visible lo invisible, vamos a usar ese discurso para hablar de eso, pero la intención es hacer presente un momento ausente, no una obra pornográfica”, justifica.

Y esa diferencia, explica, es una frontera que separa la imaginación de la literalidad, que él asocia a lo vacío, ya que “lo erótico y el sexo meramente material son dos cosas distintas, pero se necesitan mutuamente. Lo porno, si no está tapado de alguna manera, no produce lo erótico ‘uy, voy a ver esto’, eso genera una tensión, te hace imaginar. El problema es cuando esto se hace explícito. Una teta o un pito expuesto rompería con muchos negocios, y eso está bueno. El sexo también es un poder, el sistema sexual es un sistema tan fuerte como el sistema capitalista”.

El director afirma que la cultura swinger se desarrolló en la década del ‘50 en Estados Unidos entre aviadores que habían peleado en la 2ª Guerra Mundial, y que ese ambiente para una obra de teatro produce reacciones “extrañas” en los espectadores. Casavalle sostiene que “es algo que tiene que ver con el drama: angustia y divierte. Comedia y tragedia. Escucho la sala, y hay mucha risa. ¿Y qué es la risa? Un signo de interrogación, una descarga de tensión. Estamos viendo algo oculto; lo porno tiene que ver con algo oculto, y acá estamos en un lugar comprometido, en el teatro, y por eso se arma algo grupal, un ‘hecho cultural, pero es porno; entonces, algo que era un tabú se impone y se genera una tensión grande, porque lo porno es un discurso real de nuestra época. Después pasa a un segundo nivel: trabaja con la tensión y se afloja, hace una catarsis. La tensión no te dura todo el tiempo. Está impuesto: 70 por ciento de la gente consume porno”, argumenta.

* Un esquimal se presenta los jueves a las 22, y los viernes y sábados a las 23 en Belisario, Av. Corrientes 1624.

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