BENJAMIN BIOLAY HABLA DE LA “CHANSON” FRANCESA
Este emblema del pop galo contemporáneo, para muchos receptor del legado de Serge Gainsbourg (mal que le pese), toca en Niceto. Presentará “Trash Yéyé” en el marco del X Bafici, festival ya en sus estertores.
› Por Yumber Vera Rojas
Si bien es sabido que Benjamin Biolay es poco amigo de la comparación con Serge Gainsbourg, básicamente de que le llamen su sucesor, la sugestión se afinca en esa raigambre. Aunque es más buenmozo que el artífice del inmortal Je t’aime... moi non plus, no cabe duda de que la persecución de la novedad, la voz monocorde, el hálito sensual y hasta su envolvimiento en el cine podrían justificar esta analogía. Pero el cantautor originario de Villefranche-sur-Saône descubre el atributo por el que realmente los asocian: su relación con el estrellato. “Las letras de mis canciones no tienen nada que ver con los de Gainsbourg. Me imagino que en Francia establecieron esa analogía con él porque conocí a muchas estrellas.”
Apenas apareció su disco debut en 2002, Rose Kennedy, el cantautor francés se tornó en el emblema del pop galo contemporáneo, especialmente por haberse renovado, en plena revolución de las pistas de baile con el French Touch, el discurso lírico del pop francés y haberlo arrastrado hacia los predios de la experimentación sonora. Casi un lustro después de su estreno como solista, el también músico y productor viene a la Argentina por primera vez, como invitado de lujo en la décima edición del Bafici y con la fiesta Compass como plataforma, para presentar su versátil cancionero y para mostrar los temas de su reciente producción, Trash Yeyé, un álbum lejos del bit parisino y cerca del pop y los arreglos orquestales. Una contradictoria mezcla entre inocencia y animalidad.
–El fracaso fue relativo, sólo me fue un poco peor que con los otros discos. Hay mucha gente que mataría por vender lo que vendió A l’Origine y por la manera como me permitió seguir con mi carrera. Se trata de un fantasma que una vez sucede te lo sacás de encima. Ahora me siento completamente libre.
–Es sencillamente un chiste, una boludez que le dije al director artístico de mi sello. Y quedó. De hecho, los yeyé no eran para nada trash.
–Mientras estuve allí trabajé con un grupo que se llama Shivaree, que tiene un tema en la banda sonora de Kill Bill Vol. 2. También disfrutaba del campo y me dedicaba a escribir. Luego de la Segunda Guerra Mundial estuvimos bajo el yugo de los Estados Unidos. Pero, pese a que se crea que existe un antagonismo contra la cultura norteamericana, en muchas películas, entre ellas de la Nouvelle Vague, algunos personajes tomaban apodos yankees. Y hasta artistas como Bob Dylan se convirtieron en Mesías para los franceses. Woodstock es una ciudad muy chica donde viven músicos y fue tomada por el espíritu folk o antifolk, según el caso. No es Norteamérica, es una versión idílica de Norteamérica.
–Las dos. Me gusta tanto Joni Mitchell como Bonnie Prince Billy.
–Creo que sí, pero hará falta todavía un buen tiempo. Ese imaginario que se creó de la chanson es decadente, y mientras más muerto estás más influencia tenés. Es un fenómeno muy particular.
–No existe. Tratan de exportar en bloque, Dominique A –quien visitó la Argentina hace algunos meses para presentar su disco Sur nos forces motrices– también forma parte de éste. Pero me gusta mucho lo que hace. En la Liga Francesa tenemos muy malos jugadores brasileños, pero porque son brasileños piensan que son buenos.
Creador de la banda sonora de Clara et moi, Benjamin Biolay revelará este año su veta actoral en los largos Didine de Vincent Dietschy, C’est pour quand? de Katia Lewkowicz y Stella de Sylvie Verheyde. Acerca de su incursión en la gran pantalla, el cantautor francés marca la diferencia con su rol de cantautor: “Es cierto que en mi música hay citas cinematográficas. No obstante, actualmente mi relación con el cine es como actor y no tiene nada que ver con lo musical. Cuando me pongo la piel del actor estoy a la disposición del director y eso es lo que me gusta. Hace cuatros años me llamaron para hacer una película, pero como nunca había actuado dije que no. Y después que vi la cinta terminada pensé: ‘¡Qué boludo fui, podría haberla hecho!’. Así que más tarde acepté distintas propuestas, aunque fui muy selectivo. Los tres guiones que me gustaron se filmaron el mismo año”.
–Me siguen pensando como músico, aunque también como actor. Algunos ya se refieren a mí como músico y actor. Esto es muy común en Francia. Me encanta que me hayan invitado a un festival como éste, aunque en esta ocasión vengo en plan musical. Me parece que el Bafici es un evento más digno, pues está menos centrado en la compra o venta de películas, a diferencia de festivales como el de Cannes.
Fue la francouruguaya Elli Medeiros, quien vino el año pasado a la Argentina para actuar en la Feria Internacional de la Música de Buenos Aires, la que le habló a Benjamin Biolay sobre el interés del público local por su obra. “Elli me comentó que me conocían acá, y me agradó mucho el comentario porque siempre pensé a la Argentina como un país mítico. Cuando surgió la chance, no dudé en aceptarla.” Deportista empedernido, el básquet tuvo un papel fundamental en el proceso de contención emocional del ex de la Chiara Mastroianni durante la previa de la grabación de Trash Yéyé. Por eso no es de extrañar que idolatre a los argentinos que desfilan en la NBA. “Manu Ginóbili, Luis Scola, Argentina tiene grandes jugadores tanto en el básquet como en el fútbol. A Trézéguet se los devolvería porque no lo hacemos jugar y tal vez estaría mejor con ustedes. Y me encanta Gonzalo Higuaín, que es francoargentino.”
–Somos tres sobre el escenario, todos multiinstrumentistas, así que serán shows muy movidos. A veces lanzamos pistas, en ocasiones tocamos baladas. Habrá mucha complicidad.
Benjamín Biolay toca el viernes con Alfonso El Pintor, djs Fabián Dellamónica y Juanma Grillo y también el domingo, en Niceto Club, Niceto Vega 5510. Ambos días a las 21.
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