En el living de la sala de Ojos Locos conviven varios objetos: un buda con la cara de Hugo Lobo, un teléfono corporizado en la silueta de Homero Simpson, un retrato del Che Guevara hecho en madera, y una vitrina repleta de entradas viejas. También hay una cita de Italo Calvino más un vino tinto con la marca de la banda que se dice “Hecho en Villa Real”, ese pequeño barrio arrinconado entre las cuerdas de Villa Devoto, Liniers y la General Paz, al límite con Caseros. Entre los íconos jóvenes y la decoración pasada de moda, entre varios barrios porteños y no porteños, Martín y Luis, cantante y baterista de Ojos Locos, respectivamente, se disponen a hablar con el NO en representación de los otros cuatro integrantes y quebrar su habitual reticencia a dar notas, apurados por la venidera doble presentación en El Teatro de Colegiales.

Es al calor de un hogar donde aguardan por la pregunta infranqueable que los acecha desde hace casi cuatro años: fueron teloneros de Callejeros aquel diciembre de 2004 en Cromañón, la noche que dejó 194 muertes, entre ellas, la del padre del guitarrista, Pájaro, y el sofocamiento de muchos como Martín, que permaneció dieciocho días internado. Amigos de Juan Carbone, saxofonista de la banda de Villa Celina –participa en Tan Lejos Tan Cerca (2007), su segundo disco de estudio–, tuvieron que recurrir a una suerte de terapia de grupo para poder seguir adelante. Cuando la pregunta se aproxima, tan densa como una ola gigante, explican que prefieren quedarse en la orilla. “Da para una charla más profunda, es demasiado complejo; no es una negativa a hablar del tema, sino una búsqueda del momento y el contexto adecuados”, se ataja el cantante, y Luis suma: “No es por no mezclar las cosas, sino por el riesgo de que no queden claros el mensaje y la postura. Preferimos hablar cuando se trate de eso exclusivamente”. De Cromañón, entonces, no se trata la charla. Vinculado o no con lo que representa el recuerdo de ese episodio, sí dejan entrever una moral más o menos conocida entre determinadas bandas de rocanrol: posan a regañadientes para las fotos, se tiran en contra de los grandes festivales marqueros, exponen su visión del rock como usina de sentimientos y enfrentada al pasatiempo. En la escena actual, dicen, se produjo una simbiosis entre los espacios del día y los de la noche. “Estas generaciones están devastadas”, sentencia Luis. “La gente no termina de vivir sus propias experiencias, hay un orden cultural al que muchos adhieren sin plantearse por qué, el problema es que generaciones enteras crecen inmersas en ese orden, y así es mucho más difícil apartarse. Cuando se expone todo como si fuera una kermese, salís, hiciste cinco cuadras y ya estás hablando de a dónde vas a ir a comer”, opina Martín.

En Tan Lejos Tan Cerca, un disco de rocanrol con buenos arreglos, aparecen temas recurrentes vinculados con los sueños, el miedo y la soledad. Aunque en principio imputen esas reiteraciones a simples arrebatos creativos, las fichas van cayendo. Para Martín, llevar una banda adelante implica tener sueños, creer en cosas que uno quiere o puede hacer. “Nos alimentamos de eso, pero el sueño no como algo concreto, sino ir encontrando lo que a uno le hace bien y hacer que ese sentimiento llegue a las personas que sea”, despega. De todas formas, en el camino, sufrís algunas decepciones: “De chico pensás en el rock como un lugar divino, pero cuando crecés te das cuenta de que es como una oficina, siempre hay alguno queriéndote clavar un puñal por la espalda”. Luis habla de un estilo de vida. “A través de una banda, uno puede mostrar alternativas a cosas establecidas desde un sistema, a una bajada de línea que dice que hay sólo una forma de hacer las cosas. Mucha gente se siente frustrada, y quizás es porque no escogió el camino correcto.”

* Ojos Locos presentará dos shows diferentes (Tan Lejos / Tan Cerca) viernes y sábado a las 19 en El Teatro de Colegiales, Lacroze y Alvarez Thomas.