Jue 13.11.2008
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HORCAS PRESENTA REVIVIENDO HUESTES Y SE CONSOLIDA COMO REFERENTE

“¡Aguante el heavy metal, la concha de su madre!”

Nueve años después de la muerte de Osvaldo Civile, fundador y emblema de Horcas, la banda sigue su marcha a puro heavy arrollador. Nueve discos, veinte años, heavy, rutas y puteadas. Y al que no le gusta, ya sabe a dónde puede irse...

› Por Cristian Vitale

–¿Por qué puteás tanto en los recitales, Walter? Roberto Cosseddu, manager todo terreno de Horcas, está sentado a la derecha de Walter Meza. Tras el curioseo, relojea al morrudo cantante, esboza una leve sonrisa y espera. Lo intriga, y disimula poco. El Topo Yañez, bajista histórico, tiene una gorra con visera y está calmo, tomando una gaseosa helada. Hace calor. Los tres y el NO hablan alrededor de un cajón de cerveza –vacío– que le pone un color toro y pampa al encuentro. “No sé”, arranca Walter. “Puteo contra algo general, es una arenga. Cuando digo: ‘¡Aguante el heavy metal, la concha de su madre!’, no es contra nadie en especial. Pero hay gente que lo toma mal, que lo interpreta como algo destructivo, no sé... Una vez, en el Pepsi, dije: ‘A todos los que dicen que el heavy metal está muerto, que se vayan a la concha de la lora’. Es algo general. Intento que no me consuma un personaje”, despeja Meza. Roberto asiente, señal de que el cantante acaba de decir la verdad.

–¿Y estás todo el tiempo puteando?

Meza se ríe. “Lógico que no, si no, mi mujer me pega una patada en el orto. Mirá si voy al supermercado y le grito al tipo: ‘Dame dos kilos de papas, la concha de tu hermana’. No, eso no.” La charla, a esta altura, es más que relajada. El cantante calza una remera de Led Zeppelin con las caras de Page, Plant, Jones y el Bonzo estampadas en el pecho, y las mangas cortas dejan al descubierto unos grossos tatuajes que se extienden como brazaletes. El tema tiende un link al Cosquín 2005, el primero que se hizo en el hermoso paraje de San Roque. Ahí, Horcas fue una de las bandas que animó la fecha metálica. Era de tarde y parte de sus huestes paraba en el camping que está frente al predio, de cara al lago y de espaldas a la montaña. La consigna era “escuchamos a Meza, y cruzamos”. Y un “la puta que los parió”, arrastrado 500 metros por el viento, fue la señal de partida. El camping quedó vacío. “¿Sabés qué? Trato de defender al género, porque cada uno defiende el suyo. No me digan que acá no hay una cuestión de hinchada... Kapanga, Catupecu, El Otro Yo, todos defendemos la quintita. Esto es así”, sigue Walter.

“A nosotros todo nos costó mucho y Walter, cuando putea, no tiene la intención de ofender a nadie en especial... Es pura energía”, ayuda Yañez y cierra la cuestión. Por supuesto, hay mucho más que el simple hábito de carajear: la edición de Reviviendo huestes –en rigor, motivo central de este encuentro– es un mojón medular en la larga trayectoria de la banda, formada por Osvaldo Civile cuando morían los ‘80. El “todo nos costó mucho” de Yañez se legitima en 20 años de hacer, que no siempre supo de satisfacciones. Horcas, claro está, es una banda de lucha y sacrificio. Hubo de correr mucha agua bajo el puente para que el grupo ocupe uno de los lugares principales en la escena heavy argentina. Ninguno de los actuales integrantes, por empezar, es de la primera hora. Yañez, el más “histórico”, se integró recién para el segundo disco, Oíd mortales, el grito sangrado, en reemplazo de Eddie Walker. Sebastián Coria, Guillermo De Luca y el mismo Meza llegaron mucho después: en 1997, dos años antes de la muerte de Civile. Fue luego del helado parate que casi determina una desaparición, la época de Vence. Después llegó Eternos (1999) y el mayor desafío: seguir sin Civile. “El era una persona de muy fuertes convicciones, es algo que tratamos de respetar a rajatabla”, dice Yañez. “Lo de Osvaldo nos tocó a todos... Estamos orgullosos de engrandecer su recuerdo. Vos no sabés lo que es que pibitos así (de chiquitos) griten: ‘Osvaldo no murió’. Pibitos que ni lo vieron tocar. La verdad es que nos nutrimos de ese recuerdo”, completa Meza.

–¿Cómo se sobrepuso la banda a su muerte?

Topo: –Cuando entró Walter, Osvaldo dijo que Horcas había dejado de ser una banda de rock para transformarse en una familia. Y la verdad es que no hay forma de romper una familia, por más cosas que pasen. Fijate que las bandas de rock que se dicen tales, se murieron todas... Hay que ser una familia. En una familia vos te podés pelear muy mal con tu hermano, pero sigue siendo tu hermano. Aunque, sí, es muy difícil tomar una decisión cuando seis personas están involucradas en un mismo proyecto.

Meza: –Hay giras de 20 días en las que nos tiramos piedras arriba del bondi (risas). Pero ya nos manejamos los tiempos, y eso es convivencia pura. Lo único que no se tolera es la falta de respeto. Es cierto que el rock a veces te engatusa con ciertos placeres y, si no estás bien posicionado, termina generándote problemas.

–¿Por qué discuten? ¿”Le pusiste más soda al vino de la yo quería”, y así?

Topo: –Hay que tratar de estar bien del bocho para que, cuando se toma una decisión, le duela lo menos posible al que no le gusta. Si no, volvemos a ser una banda de rock y no queremos eso.

–”Ven a conocer a la familia / la que soporta esta obsesión.” La canción Familia retrata el legado de Civile, ¿no?

Meza: –Fue un regalo a todos los pibes que forman parte. Si Horcas llegó a esto, es porque logró ser un equipo. Con nosotros han empezado pibes que no sabían ni conectar los cables de la guitarra y ahora son grandes stages de Los Nocheros, Guarany, Los Pericos... Están viajando por Puerto Rico y nosotros acá (risas).

–¿Ustedes siguen cargando equipos?

Meza: –Ya no podemos, estamos medio quemados... Pero Osvaldo siempre decía: “Cargate tu Marshall”.

Topo: –Se los cargaba y los llevaba él después de firmar autógrafos. Nosotros sabemos que si no están bien los que cargan los equipos, tampoco vamos a estarlo nosotros, y viceversa. Esto es Horcas.

–¿Por qué decidieron incluir en el disco una nueva versión del clásico Solución suicida?

Topo: –Es un regalo para los súper fanáticos. Creo que es el hijo de Horcas, porque con esa canción nos conocieron todos.

Meza: –Además hay muchas versiones piratas, y los pibes andaban con eso, que no tenía la calidad que queríamos. Fue un regalo hecho con mucho sentimiento, para eliminar a los duendes perversos que te cargan de fuerzas negativas.

Superado el trance amargo que implicó la desaparición física del guitarrista emblema del heavy nacional, y sin dudar mucho, Horcas continuó la marcha. Ingresó Gabriel Lis y, por fin, se consolidó una formación estable. En 2003 salió el primer disco en vivo; luego llegaron Demencial (2004), Asesino (2006) y el último de la trilogía (en estudio) post–Civile. “Reviviendo huestes tiene un mensaje que va a cazar el que tiene que cazar. Y el que no, que escuche otra cosa”, sostiene, visceral, el cantante de los rulos largos. Con la excepción del lindo acústico Fuego sin luz, el trabajo carga once temas de puro heavy rock, con un sonido crudo y tormentoso. “El punto está en la tecnología. Creo que negarse a los avances en esa materia sería de ignorante y estúpido. Invertimos siempre en sonar mejor; además, hay un compromiso: la locura la pasamos indemnes”, dice Meza. Cosseddu apunta que fue el disco que menos tiempo demandó en el estudio y Yañez revela el secreto: “Las discusiones se hacen en la preproducción, en un estudio casero; ahí nos matamos para que todo tarde menos en el estudio”.

–El Topo se viene de José León Suárez, vos viviste casi toda tu vida en La Matanza, Almafuerte –aunque Ricardo Iorio se fue al campo– sigue haciendo base en el Oeste, Claudio O’Connor es de Llavallol, el Tano Romano es de La Tablada... ¿El heavy argentino todavía es el género de los cordones suburbanos, el que más representa a los pibes de la clase trabajadora?

Topo: –El heavy siempre fue para los más pobres, más que nada en los comienzos. Hoy por ahí está más accesible, pero sigue representando a muchos sectores de Lanús, de Matanza, de Aldo Bonzi. Ahí está la movida rockera. El heavy, en su fase social, representa al pibe que no tiene muchos recursos. Hay gente que está en buena posición económica y escucha metal, pero esos de los barrios son heavies de verdad.

Meza: –Se toman el bondi y vienen de Guernica, de donde sea. Tienen una pasión tremenda por el rock pesado. Valoro mucho ese amor.

–¿El predicamento de Iorio en los barrios consolidó esa situación?

Meza: –Ricardo ha sido el más mediático de todos, básicamente porque fundó Hermética y V8.

Topo: –Hay que sacarse el sombrero por él.

Meza: –Y que se lo valore por algunas cosas que se dicen en el escenario no da. Los medios han tratado de crear una persona completamente distinta... Nosotros lo conocemos con enseñanzas. Ricardo, como pasaba con Civile, mantiene una esencia, pero hay gente que tergiversa el mensaje y genera una cuestión amarillista que no acepto. Sabemos de dónde viene Ricardo y no nos comemos esas cosas. Es más: ahora vive en el campo y escribe sobre eso. La gente tiene que aprender a hablar y no hacerlo con desconocimiento, por un momento en que se te sale la chapita. A mí varias veces no me llegó agua al tanque y mandé cualquiera... Y alguno que no te conoce caza eso y se agarra de ahí para confundir. Igual, creo que la nueva generación está muy informada. Hay radios alternativas y medios por todos lados; hoy muchos pibes no se comen ninguna.

–¿Notan un reverdecimiento del género?

Meza: –Sí. Hubo una época en que alguien apagó la luz y el heavy se borró; pero la criatura estaba creciendo y hoy el género pasa por un momento consistente. Hay calidad en Rata Blanca, en Almafuerte, en Logos, en Horcas. Quiero que el respeto sea igual para los que recién comienzan que para los que vienen tocando hace 15 o 20 años, porque acá en la Argentina no se valora a los artistas. Hay bandas que tienen que pasar 20 años rompiéndose el lomo para poder tocar con una infraestructura importante, como nos pasa a nosotros ahora. Además hay que estudiar y preocuparse. A los discos hay que escucharlos, loco. Pasa como con los pintores: a veces veo un cuadro y no entiendo un carajo, pero no por eso voy a decir: “Es una cagada”. Cuanto mucho, no me gusta y ya. Cansa que te cierren las puertas.

–¿Tuvieron malas experiencias en ese sentido?

Meza: –Y... Hay cosas que confunden a los pibes, por eso de no escuchar todas las campanas sino una. A veces me causa gracia. Una vez, en un diario, alguien que no sabe nada puso “lo ortodoxo de Pappo y Walter Meza denostando otros géneros”. Es lo que digo: buscan pequeños detalles, recortan y confunden a los pibes. Prefiero la frontalidad: si tengo que decirte algo, te lo digo en la cara.

LA “MUERTE DUDOSA” DE OSVALDO CIVILE

Nueve años ya...

El 28 de abril de 1999, una noticia enturbiaba las aguas del heavy argentino: Osvaldo Civile, nacido 41 años antes, estaba muerto. El primer “parte” fue suicidio –un tiro en el pecho–, pero nunca quedó del todo claro. Hubo quien dijo que la raíz de la decisión fue una grave enfermedad, que la autopsia descartó; también se lanzó la hipótesis sobre los estragos que el alcohol había hecho en el cuerpo del guitarrista; y una tercera habla de un balazo de dudosa procedencia. Lo cierto es que dos separaciones –la de V8 y la de su mujer– lo habían quebrado emocionalmente y que él, por esa actitud innata de ir al frente, luchaba por el metal y por salir. La causa quedó caratulada como “muerte dudosa”. “En los ojos de Osvaldo no veía un suicida; era un tipo valiente, de ir al frente”, dijo Ricardo Iorio alguna vez. “Desgraciadamente tuvo un gran demonio al lado, un enemigo, que fue el alcohol (...) Lo destruía física y mentalmente. Quiero destacar que todo el tiempo, hasta el último momento de su vida, intentó luchar contra eso. A veces sacaba el fuego sagrado que tenía adentro y mejoraba. Es más: últimamente lo veía con muchas ganas de seguir para adelante con Horcas”, manifestó un amigo, Gustavo Rowec, apenas enterado.

Hasta ahí, su vida había sido un devenir inquieto y explosivo. Desde adolescente se “enfermó” con Hendrix y Deep Purple, y armó Escarlata, su primera banda. Entonces le decían Basurita y sus amigos hablaban de carisma atípico, de introspección y misterio. Luego, otra banda under: Té de Brujas, que no dejó ningún disco. Le siguió un intento fallido de unirse a Alarma, el grupo de Iorio y Chofa Moreno. Y después, la revancha: V8, piedra basal del metal de acá. Dos discos emblema (Luchando por el metal y Un paso más en la batalla), peleas con Iorio y Beto Zamarbide, separación y vuelta a empezar con Horcas. Cinco años de hard-rock-thrash. Un primer disco turbulento (Reinará la tempestad, 1990), otro ya con Topo Yañez (El grito sangrado) y el retorno muy polémico de V8 para la edición del Metal Rock Festival, en 1996, sin Iorio. Después, Osvaldo continuó con Horcas, hasta el enigma del final. Sus restos descansan en el cementerio de Pablo Podestá y desde el 12 de diciembre del año pasado, a instancias de la Municipalidad de Tres de Febrero, una placa lo recuerda en la plaza Sáenz Peña. Pero una canción de Horcas, El Cetorca, tal vez explique mejor que mil palabras su destino: “Un día me escapé de este mundo / para volver a ser una mañana / y salir al sol / y detrás de la casa, la cara de una flor que me miraba”.

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