Jueves, 4 de febrero de 2010 | Hoy
AGUAS (RE) FUERTES II
Por F.F.D.G.
Acá la gente dice que en realidad estos pibes murieron ahogados, víctimas de algún pozo o chupón invisible, de correntadas furibundas, fierros y resacas del demonio. Que es pura negligencia. La gente dice: “Que se jodan, si está prohibido bañarse en el río, si ya saben que está contaminado”. “Que se jodan”, dice la gente, sin creer en la posibilidad de que la culpa en realidad la tiene un monstruo, un bicho horrible con predilección por las vidas jóvenes. Nadie cree en esas cosas, pero ahí en el Río de la Plata hay algo que cuando hace calor se cobra siempre juventud. Un ente que se traga a los bañistas adolescentes y al cabo de unas horas los devuelve a la orilla, como si se hubieran ahogado. Se cree que les chupa el alma. No es seguro. En el río de Vicente López, que allá por los ‘60 era un balneario limpio y puro llamado El Ancla, ahora hay al menos ochenta personas refrescándose. No son vecinos, la mayoría viene de lejos, pero no pueden ir al mar, qué va’cer. ¿Guardavidas? No hay. Pero hace calor. Mucho. Y el río refresca el alma, entonces el cartel que dice “Prohibido bañarse, aguas contaminadas. Cuide su salud” es un adorno que de verdad dice “mirá que te avisé”. Pero los chicos siguen metiéndose y no logran desalentarlos ni el cartel ni los motoqueros de agua dulce vestidos de prefectos, que pasan a fondo tirándoles olitas en la cara. La policía de río sugiere que abandonen el agua. Nadie se va. Más bien se siguen metiendo. Es como una procesión que dice, tácitamente, “a ver quién es el elegido esta vez, a ver ahora a quién marca la criatura para llevárselo al más allá, para siempre”. Y se meten. Y todos los años alguno no vuelve, con suerte retorna su envase descartable, un cuerpo sin vida. Los diarios no informaron que una vez más un pibe de 16 años se ahogó en el Río de la Plata a la altura de Vicente López. Menos van a informar que en verano una criatura poco conocida como el gigante Riachuelito, bagre mutante producto de la contaminación industrial del Riachuelo, descripto por Juan Diego Incardona en su novela El campito, se sale furioso de su hábitat natural, el río Matanza, y va vengador por las costas de la ciudad: feo, pinchudo, patinoso, bien chupado al fondo.
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