TENDENCIAS: PERDEDORES COOL
¿Desplazados, discriminados, dejados de lado...? Esos eran los losers de antes: ahora ser y parecer perdedor está mucho más de moda. El creador de Facebook, Mark Zuckerberg, un paradigma de la especie.
› Por Federico Lisica
El loser hoy se asemeja bastante a un winner. O el ganador no lo es tanto. Así lo cuenta el cine y la tele con sus flamantes lanzamientos. The Social Network, Scott Pilgrim vs. The World, y el musical Glee revelan nuevos parámetros del exitoso y el fracasado. Dos obras en cartel, Juicio a lo natural y Proyecto Vestuarios le dan una vuelta de tuerca enrarecida a una norma global. Se trata de un Frankenstein extraño. Su nombre es Eisencera y está compuesto por la mitad de Jesse Eisenberg y de Michael Cera –los “Pacino y De Niro” de la nueva comedia americana–. Es un post comparativo de lo vital en sus personajes. Y la mimesis entre ambos, incluso en lo físico, es asombrosa. Como peones intercambiables, el primero podría haber dejado embarazada a Ellen Page en La joven vida de Juno. El segundo habría gatillado su escopeta frente a Bill Murray en Zombieland. Los dos hubiesen rematado su error con un chistecito para entendidos. Como señala la gráfica, uno y otro interpretan “a un pibe tartamudo pero sofisticado que trata de superar su propia neurosis a tiempo para sobreponerse y ganarse a la chica”. Sus physiques du rôle (con caras de poker y anatomías poco deportivas) no serán los del canchero clásico, y por alguna razón logran estamparle un beso a la nena. “Realmente me esfuerzo”, le replicaba Paulie Bleeker a la sarcástica Juno. Ella le aseguraba que era la persona más cool del mundo sin siquiera intentar serlo.
Sus últimas apariciones se dieron en las películas más poperas del año: The Social Network y Scott Pilgrim vs. The World. ¿Qué dice el post sobre la encarnación de Mark Zuckerberg y del personaje de la novela gráfica? “Un tremendo nerd lucha contra astutos enemigos.” Siguiendo la lógica de winners y losers, un film ha vencido al otro. “La película sobre Facebook” lideró las taquillas en su primera semana en Estados Unidos y se estrenó en nuestro país el 21 de octubre. El opus 8 de David Fincher muestra sin asco cómo se le ocurrió a un veinteañero (ingenioso, cínico, misántropo y bastante inescrupuloso) armar un espacio en la web para conectarse con sus compañeros de campus. Que la cinta empiece con el abandono de su novia indica que el pibe las tiene en contra. Dos horas después acabará con “500 millones de amigos”, tal como reza su tagline, destrozando a los suyos y vuelto el billonario más joven de la historia.
La segunda, pese a haber sido bien recibida por la crítica, hizo plop en boleterías y su estreno en la Argentina fue pateado para el 23 de diciembre. Hasta se armó un grupo en Facebook (cuyo dueño, se sabe, no es otro que el Zuckerberg de carne y hueso) exigiendo la proyección en salas de la creación de Bryan Lee O’Malley. ¿De qué va? Un pibe debe vencer a los ex novios de su chica a pura piña-patada-piña mientras despliega su arsenal de latiguillos rockeros y soberbios chistontos.
Resultado de este Quién es Quién al palo, de este juego de espejos cinematográfico, se da una imagen enardecida de lo que significa encajar, socializar y ponerla en tiempos de amistades a un click. Y vale preguntarse: ¿serán menos creíbles las relaciones en Facebook que las épicas peleas a las que se somete Scott Pilgrim?
Los beautiful losers tienen más eco que nunca en la industria del entretenimiento del Norte. De allí hasta el Sur hay un control remoto de distancia. Así es como la MTV local acaba de estrenar The Hard Times of RJ Berger. Un ser desgarbado y anteojudo, objeto del bullying permanente que cuenta con algo anormal debajo de sus calzoncillos. Por esos varios centímetros de más RJ será el mandamás del secundario. La serie se asemeja a la enorme y noventosa Parker Lewis Can’t Lose, aunque con más irreverencia sexual y humor que se mira el ombligo. Ok, el chico de las camisas chillonas no podía perder, y RJ las tiene todas para hacerlo, pero triunfa. My Life as Liz, por la misma señal, es la versión con estrógenos de lo orgullosamente impopular como filosofía diaria.
Ambos shows destilan chatarra pop en cada fotograma y siguen al pie de la letra lo que percibió Juno y llevó al paroxismo Glee: no hay nada más cool que ser uncool. El programa, al que siempre se le antepone el término de “fenómeno”, va por la segunda temporada de alegorías freaky escolares. La revancha de los nerds danzantes incluye a un parapléjico, el gay, la chica judía, la gorda negra y hasta un deportista sensible, reconvertidos en cenicientas por sus versiones de Madonna a Billy Idol. Y la industria festeja. Con sus covers, pasaron a The Beatles en la lista de singles que alcanzaron el top 100 de Billboard (y quedaron a pasitos nomás de desbancar a James Brown y Elvis Presley). Ryan Murphy, su creador, sabe mover la varita que torna la teenage angst en purpurina y billetes. Haciéndose eco de una serie de suicidios bastante lejos de la fantasía de la William McKinley High School, anunciaron un episodio sobre el maltrato a estudiantes gays.
A Nicolás Pérez Costa le gustó el capítulo en el que versionaron Like a Virgin. “Es un cuento bastante sencillo, yo compro enseguida lo que se está contando, y ahí se vieron bien las temáticas adolescentes con sus prejuicios”, dice el coreógrafo y director de Juicio a lo natural. Si bien no es fan de Glee, comparte algo con la serie estadounidense: “Amo el musical, incursionar en esa fiesta de la expresión en que los personajes bailan y cantan, aunque estén contando algo muy crudo”. Entre las composiciones de Nacho Medina, las películas de tribunales y “lo onírico”, se juzga a un joven por el hecho de ser homosexual. Pasarán por el estrado un ex novio, una amiga inútilmente enamorada, un compañero de la secundaria y su madrina. “Es una obra de losers, son gente sometida al prejuicio, nadie es enteramente lo que querría y eso va más allá de la sexualidad, tienen que ver con el juicio que uno se hace, ¿soy yo por afuera de la norma?”, expone el autor de 26 años. Pérez Costa recuerda que no hace mucho “gay era asociado primero a sida y después a droga”, por eso es que la quinta reposición surgió como un alegato en el medio de la discusión por la ley de matrimonio igualitario. “Viste lo que era”, se ríe cuando se le pregunta por lo sombrío de un espectáculo nacido “como un vómito”, cuando su creador tenía 20 años y se sentía “como un pigmeo entre gigantes”.
Juan Grandinetti tiene 19 años y es el menor de todos los actores del Proyecto Vestuarios de Javier Daulte. Es un díptico teatral que parte de una misma idea: un equipo femenino y uno masculino compiten en el Mundial de Lacrosse (una especie de cricket futbolero hiperviolento). Y se sabe, en una final se gana o se pierde. Y aquí los ganadores son asombrosamente patéticos y despreciables. Lo único que se ve es el antes y el después del partido. Entre las duchas y los guardarropas, las piezas explorarán conductas y los roles dentro de un grupo. Y en cada team la argentinidad sobrevuela como el aroma del átomo desinflamante regado en el lugar. El personaje será el castigado por ingenuo y a quien los chistes de código le dejarán una marca más sanguínea que los toallazos en las nalgas. “No sé si se sienten como ganadores, si ganar es hacer eso, si será grato ganar así, de seguro que no debería serlo”, cuenta Grandinetti sobre estos perdedores que no se pronuncian con la enorme L del logo de Glee sino –como bien enseñó Roberto Pettinato– con el castellanizado loooser.
* Juicio a lo natural, martes a las 21 en Concepto Cubo, Pje. Zelaya 3053. Proyecto Vestuarios, viernes a las 21, sábados a las 21 y a las 23, y domingos a las 20, Espacio Callejón, Humahuaca 3759.
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