Jueves, 6 de enero de 2011 | Hoy
OZOMATLI LANZA FIRE AWAY
La banda de Los Angeles reincide en su mestizaje característico y rescata estéticas ocultas, como el chicano soul. “La onda indie es grande, pero va a acabarse”, vaticina su líder Ulises Bella, que con sus compañeros fue nombrado “embajador cultural” de los Estados Unidos, pero reivindican el voto latino.
Por Yumber Vera Rojas
“¡Oye, Mac, hermano, me están llamando de Argentina, su patria!”, le advierte Ulises Bella, integrante de la banda Ozomatli, al ingeniero de sonido del combinado multiétnico de Los Angeles, Eduardo Mackinlay, quien por coincidencia se encuentra en el estudio de la agrupación al momento de realizarse esta entrevista. “El es de Buenos Aires, y estuvimos en casa de su familia la vez que fuimos allá, en 2008, disfrutando de una parrillada maravillosa”, explica el multiinstrumentista en perfecto español. “Los recuerdos que tenemos de la capital argentina son muy bonitos. Estar ahí tocando en las villas, para los jóvenes, fue una experiencia importante para nosotros.” Debido a la labor social que caracteriza al grupo desde sus inicios, el gobierno de los Estados Unidos, meses después de su primera visita al país –que también incluyó una actuación en Córdoba, en el marco del Cosquín Rock–, nombró a sus integrantes “embajadores culturales”. “Cuando nos ofrecieron esa responsabilidad, se generó un debate acerca de si debíamos rechazar o no la designación, porque estamos en contra de la guerra y fuimos adversos a muchas de las cosas que pasaron en la administración Bush. Sin embargo, Ozomatli personifica una verdad de todo el mundo: el gobierno no necesariamente representa al pueblo.”
Por estos días, la agrupación encara el capítulo estadounidense de su gira Fall Tour 2010, que sirve para presentar los temas de su nuevo álbum, Fire Away, que salió a la venta en abril y en la Argentina fue editado en septiembre. “Como embajadores culturales, fuimos a muchos lugares. Pero cuando estuvimos en Sudáfrica y Madagascar, buscamos la oportunidad de tocar con instrumentos locales y ritmos nativos. Y allí grabamos con músicos del lugar e involucramos esos registros en el nuevo disco”, describe Bella. “La mayor licencia que nos tomamos en esta ocasión fue la manera de componer las canciones, pues muchas de ellas comenzaron a través de zapadas.” No obstante, el quinto trabajo de estudio de Ozomatli, si bien reincide en el mestizaje musical que lo caracteriza –orientado por la fusión de jazz, salsa, funk y reggae–, también le rinde tributo al chicano soul: escena en auge en el sudoeste de los Estados Unidos entre fines de los ‘50 y mediados de los ‘70, y que se convirtió en la respuesta mexicana-estadounidense al R&B afroamericano. “La influencia del chicano soul es evidente en Gay Vatos in Love, que en principio era para una película sobre criminales en la cárcel. El tema apunta a las leyes que existen en contra de que los gays se casen o entren al servicio militar.”
A consecuencia de la actitud racista que fue adoptando la legislación de los Estados Unidos para impedir el crecimiento de la comunidad latinoamericana dentro de sus fronteras, los artistas de origen hispano que hicieron trayectoria allá han demostrado su rechazo a cualquier tipo de ademán discriminatorio a través de la performance y la literatura (con exponentes de la envergadura de Guillermo Gómez Peña), del cine (mediante cintas como Un día sin mexicanos o más recientemente Machete) y, por supuesto, de la música. De hecho, a pesar de haber sido editado pocos días después de la aprobación de la polémica ley antimigratoria SB1070 en Arizona, Fire Away alcanza a ahondar en la penosa situación. “Esto es algo cíclico”, afirma Ulises. “Cuando aquí hay problemas, la culpa siempre es de los inmigrantes. Si echamos una mirada al pasado, nos daremos cuenta de que esto igualmente lo padecieron irlandeses, chinos e italianos.” Es que una de las razones del ataque de los ultraconservadores estadounidenses contra los latinos es el miedo a perder su identidad cultural, especialmente ahora que el español es el segundo idioma en ese país. “Estados Unidos está cambiando, y mucha gente no lo quiere entender. Los más listos ya aceptaron el español porque saben que va a ser importante en el futuro. En California somos mayoría, al igual que en otros estados.”
Descendiente de varias generaciones de solistas y grupos que tienen en el legendario Lalo Guerrero (creador de la colección de álbumes infantiles como Las ardillitas y del himno Marihuana Boogie) al primer músico de origen hispano nacido en los Estados Unidos que llegó a ser popular dentro y fuera del territorio yanqui, Ozomatli sostiene y arenga una compleja telaraña idiosincrásica que derivó en el surgimiento, arraigo y evolución de nuevas culturas latinas creadas en suelo estadounidense: la chicana (mexicana-estadounidense), la nuyorican (miembros de la diáspora puertorriqueña establecida en Nueva York), la nuyo-dominicana y la cubano–americana. “Es complejo ser hijo de un inmigrante, pues no soy de aquí, ni de allá”, reconoce este fruto de madre mexicana y padre español. “Pero también es lo increíble de habitar en Los Angeles, que es una de las urbes más multiculturales del mundo, porque lo bonito del arco iris latino está aquí. Tienes entonces la ventaja de tomar esos sabores, y de disfrutar de sus influencias.” Sobreviviente de la movida alterlatina instaurada en los ‘90 –compuesta por bandas yanquis integradas por latinos que incluyeron al español en su repertorio–, el hoy septeto, que basa su propuesta en el bilingüismo, fue uno de los responsables de que el idioma de Cervantes encajara en el dial anglo. “Si bien cuando comenzamos se discriminaba el español en la radio, ahora, en parte por la penetración del pop latino, el oído de los estadounidenses blancos se abrió.”
Aunque en los Estados Unidos pareciera no haber cabida en este momento para otra escena que no sea el indie, Ulises se arriesga a vaticinar el declive de esta avanzada y augura un porvenir mejor para conceptos musicales afines a los de su conjunto. “La onda indie es bastante grande, pero va a empezar a acabarse. Queremos algo que se mantenga en el tiempo. Nuestra premisa desde que comenzamos fue la de no formar parte de ninguna escena. Así que el plan sigue siendo tocar con bandas de diversos géneros. Creo que por eso el público que nos sigue es tan variado.” Pareciera entonces que ésa es la fórmula para que el sonido de Ozomatli se haya mantenido vigente a lo largo de 15 años (cumplidos en 2010). Sin embargo, ante la pregunta de cuál es el secreto para que una familia tan grande y variopinta persista, el saxofonista, teclista, requintero y corista revela: “Estamos casados entre nosotros”, bromea. “Hay seis miembros que están en la agrupación desde sus inicios. Y la realidad es que, a pesar de que cuidemos esta hermandad, estar en un grupo por tanto tiempo provoca que peleemos o choquemos en ideales. No obstante, confeccionar un colectivo musical de la envergadura de Ozomatli nos demostró que la música que componemos es más grande que cualquiera de nosotros. Esa fe en lo que hacemos es lo que nos une como individuos.”
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