ENTREVISTA EXCLUSIVA CON BLACK DEVIL DISCO CLUB
Bernard Fevre hizo en 1978 un disco seminal para la electrónica. Lo sampleó Chemical Brothers, lo rescató Aphex Twin y lo comparan con LCD Soundsystem. Acaba de editar Circus, donde tocó con Nancy Sinatra, Jon Spencer, The Horrors y Afrika Bambaataa.
› Por Federico Lisica
Existe un ADN compartido entre Joy Division, el Italo Disco y LCD Soundsystem. El científico sonoro que viajó en tiempo y espacio para inocularlo, no venía de Manchester, tampoco de Roma o Nueva York. Desde París, Bernard Fevre le dio forma a Black Devil Disco Club. Hermoso nombre y bastante explicativo, pues su propuesta tiene como hábitat una pista de baile dark y endemoniada. Su proyecto es singular por donde se los analice. Pero empecemos por el final. BDDC acaba de editar Circus, su tercer disco en 33 años de historia. “Compuse las melodías, escribí las letras y produje los temas, todo bajo el mismo engranaje. Reconozco que tengo un sonido que si bien se mantiene fiel a sí mismo, también se expande. Si no, sería todo muy aburrido. Quiero es explorar paisajes sónicos y es por eso que me tomo mi tiempo para lanzar cada trabajo. Es extraño, pero creo que éste es mi disco más experimental y pop a la vez”, le confiesa al NO este hombre reivindicado, entre otros, por Tiga, Franz Ferdinand y Groove Armada.
–Diría que me gusta que la gente se sienta viva. Mis héroes son Los Beatles, la gente de los sellos Motown o Stax, su música te hace sentir vivo porque es popular, fácil de escuchar, pero siempre tiene algo nuevo y experimental. Ese es el espíritu que trato de crear. Si bien lo mío ha sido catalogado de oscuro, creo que está lleno de esperanza y sueño, no es negativo o triste. Es un sentimiento muy especial y difícil de describir.
En el quehacer de BDDC resuenan viejas glorias de la electrónica, pero acompasadas al siglo XXI. La máxima del productor de Joy Division, Martin Hannet, en ese ritmo “rápido pero lento”. La influencia de Giorgio Moroder, pero con actitud DYF. Los bajos gancheros cerca del boogie. Hasta las voces alla Kraftwerk asumen una personalidad inquietante: “Me esfuerzo por hacer composiciones que se peguen a tu cabeza –simplifica Fevre–. Con una sola escucha ya te tenés que acordar por siempre de ella. Puedo empezar con algo tipo scat o una palabra. Trabajo como un desquiciado desde el comienzo hasta el final”.
El seleccionado de invitados en Circus (The Horrors, Nancy Sinatra, Afrika Bambaataa, Jon Spencer, sólo para empezar) transforma a su opus 3 en su apuesta más comercial, una suerte de reconocimiento, y también un salto artístico mayor para alguien que nadó en lo profundo de la electrónica: “Siempre tuve en mi mente hacer un disco con diferentes cantantes. Pese a que BDDC fue siempre un proyecto solista, en este caso la idea era abrir el club como si fuese un circo; que tuviese sus partes diferentes como todo un show”.
–Es un orgullo haber trabajado con ellos. Creo que cada uno da su dimensión. No busqué llenar casilleros sino que cada uno se apropiara de la canción. Nicolas Ker de Poni Hoax viene de la new wave, Jon Spencer es rockero, Afrika Bambaataa es del hip-hop, The Horrors del brit-pop, hay otros que vienen del soul o del cabaret electrónico. Es porque Circus suena único, loco, nuevo, raro, sexy, juguetón y peligroso. Poné el adjetivo que quieras. A ver: no busqué artistas del Italo Disco, fui por personalidades con voces especiales y que le dieran una vuelta de tuerca a mi música.
–Sí, aunque es todo un viaje con diferentes invitados. Diez actos. Diez canciones. Diez aventuras, pero con un solo maestro de ceremonias: el diablo en sí mismo. Es por eso que al llegar a la última canción sentís que no podés escapar de él, ya es parte de tu mundo. A menos que ya fueras parte de su mundo, pero ésa es otra historia.
Ahí va. El diablo sabe por diablo, pero más por viejo. Bernard Fevre alimenta el mito que se ha creado sobre sí mismo. Tras editar The Strange World of Bernard Fevre en 1975 se dedicó a la composición de jingles y a engrosar su “banco de sonidos”. Tres años después se encerró en un sótano parisino muñido de sintetizadores “a pedal”, loopeó a cinta abierta, tocó la batería y le dio forma a su epónimo primer trabajo como BDDC. Placa sorprendente y épica, barroca en el mejor sentido de la palabra. En pleno auge de la disco, BDDC mostraba la contracara del brillo con aullidos robóticos e instrumentaciones bañadas en flangers artesanales. Predecesor de sus compatriotas de Daft Punk en el juego futurista y de las apariencias, no se supo nada de la persona detrás de la obra, salvo un par de seudónimos. Como si a Fevre el mismísimo Satán se lo hubiese llevado a pasear por el infierno. “Después me dediqué a la composición para programas de radio y TV; no estaba convencido de que fuera un artista o un performer, más bien me veía como un productor”, explica.
De hecho ya estaba alejado de la electrónica cuando los Chemical Brothers lo samplearon para el tema Got Glint de Surrender (1999). “Ni sabía por qué mi catálogo estaba siendo reutilizado, me daba cuenta de que mi nombre se estaba haciendo más y más famoso, y eso creció mucho con la ayuda de Internet. Me sorprendí y me sentí halagado de ser descubierto por artistas más jóvenes”, expresa. Otro de los que fascinó con su primer trabajo fue Richard D. James, más conocido como Aphex Twin. Alguien de Rephlex, su discográfica, consiguió el original en una venta de usados (el vinilo se vende por la friolera de mil pesos); se dice que James oyó la placa bajo el influjo de sustancias non sanctas y decidió relanzarlo en 2004. Dos años después, Fevre editó el aclaratorio –ya desde el nombre– 28 After. La materia de BDDC seguía intacta, y la publicación Pitchfork Media agigantó la figura del “misterioso” músico en su elogiosa reseña.
–Sí, tal vez. A ver: BDDC fue siempre un proyecto solista y algunos créditos fueron un poco confundidos (N. del R.: Fevre aclara que Junior Claristidge era el seudónimo de su productor ejecutivo de entonces, Jacky Giordano, pero que éste no tuvo que ver con su debut). En parte la idea era probar que yo era el único detrás de todo esto.
–No soy nostálgico, vivo en 2011, uso computadoras, disco duro, midi, plug ins, redes sociales, MP3... Tengo mi equipo vintage que ayuda bastante. En sí toda tecnología es una herramienta que te hace la vida más fácil y eso me pone feliz. Aunque debo decir que soy un artesano, trabajo duro para darle forma a lo mío. Las herramientas son como enfermeras que les ayudan a mis neuronas a extraer los sonidos que tengo adentro.
–No lo puedo saber. Sé que disfruto del feedback con mis fans en todo el mundo. Que la gente se meta con tu música es miel para el alma. Los artistas buscan amor. Yo busco amor.
–Compartimos cosas, como el uso de las técnicas y en la visión del arte, pero no puedo saber hasta dónde llega mi legado. Es cierto que mi música tiene cosas del punk en el sentido de patear los culos, el “hacelo vos mismo”, generar algo que shockee. No hago música dance amable. No tengo nada que ver con Cerronne o Jean-Michel Jarre (N. del R.: dos artistas franceses de la vieja armada electrónica). Realmente me siento muy lejos de los dos.
–No me llevaría nada de música. La crearía con mi cerebro. Es más fácil de llevar para el viaje.
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