Jue 26.05.2011
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CICLISTAS POR GENERACIóN ESPONTáNEA

No todas las bicicletas son amarillas

Mientras crece la presencia de Masa Crítica –la popular comunidad internacional de ciclistas “espontáneos”–, en Buenos Aires se adornan bicisendas pour la galerie.
“Sólo invirtieron en imagen”, dicen.

› Por Julio Nusdeo

Hay una noble intención detrás de Masa Crítica, la popular comunidad internacional de ciclistas espontáneos, que surgió en distintas ciudades como apareció en Buenos Aires. Masa Crítica busca incorporar a la bicicleta como un medio de transporte sustentable y al ciclista como un protagonista activo del tránsito urbano. La intención de Masa Crítica es no pasar desapercibidos: este texto da cuenta del activismo que los jóvenes han adquirido en el uso cotidiano de la bicicleta.

Martes, noche de luna llena en Buenos Aires, la cita es a partir de las 21 en el Obelisco. Para las 21.10, personas montando bicicletas comienzan a llegar por todos los frentes. Pasados unos quince minutos llega Félix Buzzo. Félix es fotógrafo y habitual concurrente de la Masa Crítica. “Vengo casi siempre, tanto a la diurna como a la nocturna”, cuenta. Su impresión del trato que el tráfico en general da a las bicicletas es similar a la de muchos de sus compañeros que lo rodean: “En Buenos Aires no se trata al ciclista con respeto. Acá es importante tener algo como Masa Crítica, no sólo para mostrarse fuerte sino para dar confianza a cada integrante de la Masa para salir a andar solo”.

Cerca de Félix está Tomás Di Tomaso. Tomás tiene 23 años y es miembro de la Fabricicleta, un lugar de formación e intercambio de conocimientos bicicletísticos “inspirado en los talleres populares de los años 1920”, ubicado en Villa Urquiza y desde donde se enseña gratis cómo reparar y mantener una bici. Tomás incorporó la suya como medio de transporte a los 17, en una forma de escapar a la alienación de la metrópolis: “Fue después de trabajar un tiempo en el microcentro y de vivir esa situación zombi que tiene el viajar en subte todos los días. Me acuerdo de estar leyendo Manuscrito hallado en un bolsillo, de Cortázar, que describe la percepción del vacío que hay entre los ojos de las personas que se miran. Me acuerdo de estar leyéndolo en el subte y sentirme bastante triste”.

Nora Abdul-Ahasimi nació en Copenhague, Dinamarca. A los 23 años, su trabajo en la organización mundial de jóvenes universitarios (Aiesec), la trajo a la ciudad. Su experiencia pedaleando por las calles de Buenos Aires es de dos meses: “Me largué con la bici de un amigo. Ahora me acostumbré, pero al principio estaba temerosa de los autos; todos me decían que el tráfico de Buenos Aires es un quilombo”, sonríe, y probablemente esté en lo cierto, en especial si compara el tránsito local con Copenhague: “Allá el ciclista es importantísimo, tiene su propio espacio en la calle. Está el sector para los peatones, el de los ciclistas y el de los autos. Es un país muy estructurado, entonces si no tenés luces al frente y atrás, la policía te va a parar y vas a recibir una multa”.

Jonah Schwartz da clases de inglés y es músico, miembro del dúo folk Springlizard y de la orquesta de afrobeat Val Veneto. Jonah se crió en las afueras de Filadelfia, en Estados Unidos, y para 2002, con 21 años, ya concurrió a la Masa Crítica de aquella ciudad. Coincide con Félix en que Buenos Aires no trata a los ciclistas con respeto. “Por eso es muy necesario tener una Masa Crítica acá. Allá era casi al pedo porque tenés las leyes a tu favor. Acá los autos no te respetan. Los tacheros son terribles.”

A comienzos de 2009, la Jefatura de Gobierno porteño presentó el programa “Mejor en Bici”. Según su sitio oficial, el programa contempla, entre otras cosas, “la construcción de una red de ciclovías, infraestructura para estacionamientos de bicicletas, un sistema de transporte público en bicicletas, y la promoción y educación vial para fomentar el cambio cultural que implica introducir la bicicleta como alternativa real y sustentable de transporte”. Descontando la red de bicisendas, los ciclistas no ven mucho más: “Todas las acciones que genera el gobierno porteño son en beneficio propio y de su propaganda. Nunca se encargaron de educar a la gente en cómo usar esas ciclovías, en cómo respetarlas y respetar al ciclista. Invirtieron en imagen, nomás”, apunta Félix, y sigue: “Por un lado, habría que preguntarse si la ciclovía sirve o no. Yo creo que sirve para la gente que se inicia, aquellos con cierto temor a largarse a andar por la ciudad. En apoyo a esas personas, las ciclovías tendrían que seguir existiendo. Sería algo muy perjudicial para la comunidad que el gobierno que continúe las levante”.

Jonah coincide en ver todo como una publicidad. “Es parecido a lo que hacen otras empresas. Ahora, McDonald’s está con un programa de responsabilidad social en el que dice que reutiliza el aceite de las papas fritas en sus camionetas. Es McDonald’s: una mierda. Y claramente lo hacen para tener buena prensa. Lo mismo pasa con Macri, haciendo esto de las bicis para ganar más votos y quedar bien con la gente joven. Yo no estoy a favor de Macri sino de que haya más bicis.”

Por definición, el activismo vive en las acciones de los individuos, que en este caso buscan concientizar acerca de los beneficios del uso de la bici, su incorporación y reconocimiento del ciclista como protagonista activo del tránsito vehicular. “En su libro Diarios de bicicleta, [el músico] David Byrne dice no entender cómo en una ciudad tan plana como Buenos Aires la gente no anda más en bicicleta. Como si hubiera algo cultural que hace que los porteños quieran salir sólo con su auto”, cuenta Tomás. Jonah dice: “Es cuestión de cambiar la conciencia del porteño. Desde los ‘90, la idea instaurada parece la de ‘yo laburo, yo quiero un auto y es mi derecho, y nadie me va a impedir que maneje por donde quiera’. Eso no puede funcionar así en una ciudad donde todos trabajan en el microcentro. Los autos no entran físicamente. Si toda esta gente que anda en auto anduviera en bici, no existiría este tránsito”.

Nora explica que en su país la educación en favor de los ciclistas se inicia desde muy temprano: “Cuando cumplís siete años, el gobierno envía a tu casa folletos sobre el uso responsable de la bici. Lo hacen divertido, te llega un pequeño librito con una historia de un chico que sale a andar. Te dan stickers con pintura refractaria. También puede que vayan a dar charlas para concientizar a los chicos en las escuelas”. Sobre cuán útil resulta concientizar sobre el respeto al ciclista, Félix sentencia: “Si la gente usa más la bici, bajaría el número de muertes en accidentes de tránsito. Creo que nos enseñaría respeto y tolerancia con los demás, limpiaría el aire de la ciudad. Nos volvería más humanos”.

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