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Jueves, 23 de junio de 2011

CRóNICA DESDE EL FESTIVAL SóNAR EN BARCELONA

Te voy a hacer sonar

En el festival electrónico no hubo grises: el objetivo de los organizadores fue juntar figuras legendarias con flamantes “nuevas cosas” del mundo bit. Para rescatar: Toro y Moi y Nicolas Jaar.

 Por Yumber Vera Rojas

Desde Barcelona

Allá afuera el proletariado sigue en pie de guerra. Para el que pensó que el movimiento 15-M, popularmente conocido como los “indignados”, se había replegado al recoger sus carpas de cientos de plazas de toda España, hoy se dio cuenta de que lo subestimó. Al igual que en otras ciudades de la nación europea, en Barcelona una muchedumbre (la cifra oscila entre 50 mil y 260 mil manifestantes) deambula en dirección hacia Pla de Palau, explanada de la capital catalana cercana al barrio marinero de la Barceloneta, con el objetivo de protestar contra el dilema económico español y el Pacto del Euro: paquete de medidas acordadas por los 17 países que conforman la zona euro destinado a combatir la crisis y la deuda. Para darle un carácter histórico a esta marcha de la bronca, los colectivos que la convocaron decidieron llamarle 19-J.

No obstante, lejos de allí, en el Grec, un precioso anfiteatro al aire libre, el japonés Ryuichi Sakamoto (ganador del Oscar por la banda sonora de El último emperador) y el alemán Alva Noto (apodo de Carsten Nicolai) escribían paralelamente otro tipo de memorabilia: una en la que dos de los grandes creadores musicales de los últimos 40 años experimentaban en vivo y directo en esa árida tierra de nadie entre lo electrónico y lo acústico –el nipón en piano y el teutón disparando un asombroso repertorio de ruidos–. La presentación del último disco en conjunto de estos malabaristas de lo inconcebible, Summys (2011), fue el colofón con el que el Sónar 2011 despidió su mayoría de edad (su primera edición se realizó en 1994). Y de qué manera, pues ni siquiera el escollo económico, a pesar de que sus organizadores –en comparación con ediciones como la de 2007–

hicieron ajustes para que el agua nos les llegara al cuello, apañó este año su condición de evento diva de la música electrónica y de v anguardia en todo el mundo.

Aunque el eslogan de esta versión del encuentro, que rezaba “un festival de música electrónica en venta”, y su logo, el símbolo del euro boca arriba –en señal de su hundimiento–, parecían tomarse con ligereza el contexto en el que se realizó el Sónar 2011, Ricard Robles, codirector del encuentro, explicó al NO: “No nos burlamos de la crisis. Todo esto es un mensaje a traducir”. Sin embargo, en contraste con la inédita Europa convulsionada, esta oda a la osadía sonora transformada en tertulia volvió a hacer historia al proponer una grilla en la que no hubo grises debido a que el objetivo de esta entrega fue juntar a figuras legendarias con la más reciente progenie de artistas cultores del bit fiestero y también del empírico. “Si no hubiera existido The Human League, creo difícilmente Underworld sería lo que es hoy. Si bien siempre tributamos la trayectoria de un artista clásico, esta vez reunimos a varias escenas. La última destacable es la de dubstep, pues se comportó de manera inteligente al no quedarse estancada en un estilo. Y el canadiense Egyptrixx lo ha constatado.”

Un día antes de que comience el Sónar 2011, un convoy aéreo proveniente de Hamburgo aterriza en el aeropuerto de El Prat, el más importante de Barcelona, con una horda de alemanes asiduos al Berghain, al Golden Pudel o al Watergate –templos de la música dance en ese país–, sedientos de baile, de nuevas sensaciones y en busca de algo que les parta la cabeza. Ni Alemania ni Inglaterra, los epicentros creativos de Europa para la electrónica, ostentan un festival de semejante trayectoria y diversidad. Por eso han sido habitualmente el principal tronco de la audiencia foránea del evento, que esta vez significó el 40 por ciento del total de los 79 mil asistentes. Pero, aparte de la fidelidad japonesa y de la incipiencia latinoamericana, en esta ocasión creció el volumen de público italiano, francés y estadounidense. Este último caso es para considerar porque el terruño norteamericano, si bien fue fundamental en la creación del techno y del house, nunca se distinguió por una abierta tradición hacia la cultura del dancefloor.

Debido a que esta realidad sobre la escena electrónica estadounidense comenzó a cambiar, la organización del evento apostó por la inclusión de una joven delegación encabezada por Toro y Moi y Nicolas Jaar, dos de los grandes nombres en el Sónar 2011. Ambos arraigados en la ciudad de Nueva York, el primero como parte de la avanzada chillwave –la respuesta shoegazing de la indietrónica– y el otro con su house sintético –la nueva figura de la diáspora chilena repartida en ambos lados del Atlántico–, se llevaron los aplausos y el protagonismo durante el día de apertura del festival. Aunque en un segundo orden, y con el sol irradiando todo el esplendor que se había guardado los días previos, en la primera jornada también deslumbraron el cuarteo sueco Little Dragon, amenizando la caída de la tarde a puro electropop remojado en soul, al igual que los alemanes The Brandt Brauer Frick Ensemble, que provocó el delirio de los enfermos por el baile a partir de esa estupenda manera de conjugar la analogía de una orquesta (posta que era una) con la mordacidad del techno.

Así como sucede desde hace varios años, el Sónar está constituido por una jornada diurna, con base en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba), y otra nocturna, realizada en el predio ferial Fira Gran Vía. Mientras la sede lucífera ostenta una grilla que –a través de sus cuatro escenarios– se mueve entre la experimentación y la exposición de neófitos artistas, la taciturna –con igual número de entarimados que la del día, entre las que destacó uno desplegado frente a una pista de autitos chocadores– cobija a los nombres convocantes del evento. A las 155 actuaciones de exponentes de 22 países, por momentos aglutinados en showcases en los que sellos del calibre Ninja Tune y Tri Angle o hasta la BBC Radio 1 presentaron a sus noveles apuestas, hay que sumar el Sónar Pro: actividad para profesionales de la industria musical y de las tecnologías aplicadas a la creación audiovisual y nuevos medios.

A pesar de que el regreso del house en todas sus versiones es la tendencia inminente en las pistas de baile del Viejo Continente, el Sónar 2011, a manera de vitrina, dio una lección de versatilidad. El alemán Sasha Ring fue un buen muestrario de ello al llevar su laboratorio musical más conocido –Apparat, con el que visitó la Argentina en plan de DJ– al formato de banda y explorar de esta manera, con guitarra colgada, sampler al frente y actitud de crooner de la era digital, la experiencia del estudio en el vivo.

Ningún cuento chino fue lo del británico Actress, aunque llevara un sombrerito triangular típico de la nación asiática, al tiempo que se hacía de una actuación demoledora que encontró el justo equilibrio entre el dubstep y el techno. Lo mismo que su paisano Kieran Hebden, más conocido como Four Tet, quien logró captar la atención (él solito) de 15 mil personas, lo que lo entusiasmó a salir del IDM y el post rock para poner un pie en el bit más fiestero. El live que se mandó el muchacho de Putney cerraba la segunda fecha del Sónar de día, y dejó caliente, en otros casos agotado, a un público militante que horas más tarde abordó los colectivos gratuitos que se dirigían a la Fira para una noche descontrolada.

Ahora bien, el Sónar 2011 fue sinónimo de tribalismo. Los sudafricanos Die Antwoord brindaron una clase del más puro, provocador, sexual y salvaje rap a-lo-white trash. No obstante, consiguieron su objetivo: el público quedó prendido con el motor fuera de borda. Algo parecido sucedió con M.I.A., a la que se le fue el recital de las manos. Pero, del otro lado, Buraka Som Sistema manejó el kuduro y la audiencia a su antojo. Lo mismo Africa Hitech y su dancehall y soul futurista. Janelle Monáe fue el nombre ajeno a la electrónica del festival, aunque su puesta en escena es sin dudas una de las mejores del momento (en todo el mundo y a todo nivel), con orquesta, bailarinas y estéticamente basada en el cine de antaño. ¡Ha nacido la nueva reina del soul! Underworld redimió su condición de noble en la realeza del dance con una presentación emotiva y brillante, Magnetic Man se transformaron en los príncipes del dubstep, Paul Kalkbrenner es el actual agitador de masas por excelencia y Brasil, la próxima sede del Sónar en Latinoamérica. Hasta 2012.

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