Jueves, 14 de julio de 2011 | Hoy
EN QUé SE PARECEN JESSY BULBO Y EL INSTITUTO MEXICANO DEL SONIDO
La cantante mexicana se sitúa en la vereda contraria a Julieta Venegas y Natalia Lafourcade y se siente inmune a sus pares del indie azteca, mientras que Camilo Lara dejó su lugar como hombre de negocios en la industria discográfica de su país para dedicarse a la música independiente.
Por Yumber Vera Rojas
“Represento a una parte de Latinoamérica”, espeta sin tapujos Jessy Bulbo, a instantes de consumar su actuación en el festival musical Viva la Canción, organizado en mayo pasado en Madrid y que promete una versión argentina para el primer semestre de 2012. La estruendosa sensación del indie mexicano goza de la licencia artística propia de una generación que reivindica la mezcla. “Vengo de una tradición impuesta como la del rock, pero al mismo tiempo no puedo negar que crecí con el pop de Timbiriche o que en la calle aprendí a escuchar música folklórica”, engloba la guitarrista y cantante, que al momento de comprar su primer disco no lo pensó dos veces y se decidió por Ritual de lo habitual de Jane’s Addiction. “Ahora, de adulta, me liberé del prejuicio de querer cantar una ranchera de Chava Flores o una canción muy melosa. Simbolizo a esa gente que está igual de confundida que yo.”
Antes de que esta riot grrrl transformara a su alter ego en una empresa grupal, se ganó un nombre en el under mexicano con la agrupación Las Ultrasónicas, de la que también formó parte Ali Gua Gua, hoy al frente de las Kumbia Queer. A casi una década de su salida del trío de garage rock, y con dos álbumes solistas atiborrados de versiones retorcidas de un amplio espectro de fetiches e influencias, que van del reggaetonero boricua Tego Calderón a Serge Gainsbourg, Jessy rompió con el temor de mostrar sus propios temas en su último trabajo, Telememe (2011). “Si bien con Las Ultrasónicas defendíamos el espíritu adolescente, empecé a preocuparme por la ecología y la violencia que vive México. Y llegué a la conclusión de que el ego es el problema de este mundo. A pesar de que en el disco hay diferentes estilos musicales, la temática es la misma para todas las canciones.”
Situada en la vereda contraria a la de Julieta Venegas y Natalia Lafourcade, e inmune a los estereotipos que envuelven a sus pares en el indie azteca, la extravagante cantautora chilanga dividió las aguas en la escena de su país debido a que su ultraje ganó tantos fans como antagonistas. “Odian a Jessy Bulbo porque tenemos visibilidad. Dicen que yo sólo grito, y que no hago nada que valga la pena. Pero la crítica habla muy de nuestra propuesta”, afirma Bulbo, dueña de un humor que desafía los polos del enajenamiento. “Es divertido porque era el clásico: ‘Nadie le hace caso, salvo el público’. Estuvimos buscando disquera, festivales y apoyo, y no hubo quien se interesara en nosotros. Entonces optamos por presentarnos en lugares gratuitamente, y la gente comenzó a seguirnos. Eso permitió que nos llamaran para tocar y para sonar en radio.”
Acogida por el colectivo Nuevos Ricos, concebido por el combinado de electrorock Titán (el mismo del súper hit Corazón, en el que Las Ultrasónicas hicieron los coros), y artífice de un sonido que aúna el punk, la psicodelia y el sarcasmo, Jessy Bulbo debe por lo menos un trozo de su impronta a ese tano incomprendido que fundó una de las mejores agrupaciones del post punk mundial. “Mucho del afecto que le tengo al rock lo aprendí en Argentina, cantando Sumo mientras iba a los boliches”, reconoce la exponente, que colgó su último disco en su sitio oficial para descarga gratuita. “Fui a Buenos Aires en 1994 con mi mejor amiga, que es de allá, y estuvimos tres meses. Era la ciudad más rockera que había visto en mi vida. Me tocó ir a ver a Divididos en Obras, y el slam que viví con Cielito lindo me cambió la vida. Regresé de allá decidida a dedicarme al rock.”
Camilo Lara nunca estuvo en la capital argentina, aunque su proyecto musical, Instituto Mexicano del Sonido (I.M.S.), vio editado en las bateas locales, en 2008, su segundo disco, Piñata. “Fui a Brasil, pero todavía no me invitaron a tocar allá”, se queja a manera de broma con el NO este ahijado del precursor de la música lounge, Juan García Esquivel, en un hotel de Barcelona, durante la gira española de su laboratorio sonoro. Al tiempo que lleva adelante este emprendimiento, que se sustenta en una ojeada moderna de la idiosincrasia cultural de la nación tricolor, el mexicano de 35 años, antes de inaugurar su veta artística, era un conocido hombre de negocios en la industria discográfica de su país (responsable de la introducción de Babasónicos y Miranda! en ese mercado). Incluso se hizo cargo de ambas facetas hasta febrero, cuando se desvinculó de su cargo de director del sello EMI Music México.
Así que ahora el hacedor del Instituto Mexicano del Sonido cuenta con tiempo para bajar al plano terrenal todas sus fantasías, como la que acaba de concretar junto a Money Mark (el “cuarto Beastie Boys”), Julieta Venegas, Quique Rangel de Café Tacvba y Martín Thulin de Los Fancy Free. “El proyecto se llama Boom Segundo (nombre inspirado en el Boom latinoamericano, movimiento literario de los ‘60). Nos metimos en un estudio un par de semanas, y salió un disco muy experimental. Ojalá aparezca este año.” En el medio, entre la condensación de esta cofradía musical y la edición del último larga duración de su academia del bit, Soy sauce (2009), Lara publicó el EP Suave patria, basado en la producción que realizó para el desfile conmemorativo del Bicentenario de México. No obstante, corrige: “En ese intervalo también armé remixes para Beastie Boys y Morrissey”.
“Es chistoso, pero en realidad nunca pensé en llegar a tener tres discos”, confiesa en el perfil de su MySpace este melómano que atesora una colección de 45 mil títulos y que, pese a trabajar en una multinacional, publicó sus álbumes a través de sellos independientes. “Lo que viene creo que va a ser más instrumental y bailable”, adelanta Camilo sobre su cuarto álbum. I.M.S. surgió en 2005, luego de que el artista chilango se aburriera de hacer remixes para sus amigos, y entonces tomara la determinación de manufacturar una propuesta propia que lo identificara como mexicano en la era digital. Y no sólo lo consiguió sino que se convirtió en un referente de la vanguardia de su país, a partir de ese proceso de corta y pega que aúna electrónica, lounge, hip-hop, dub y música popular latinoamericana, hilvanado por los textos de los universales Juan Rulfo, Roberto Bolaños y Julio Cortázar.
“Todo el mundo ensaya, hace un disco y arma una gira. Yo lo hice al revés”, reflexiona el líder del igualmente denominado “combo más alocado y ecléctico de Coyoacán”. “Evolucionó por un lado que jamás esperé. Como no me lo tomé en serio, hoy me doy cuenta de todo lo que hice. Y la verdad es que no me lo creo.” El Instituto Mexicano del Sonido disfruta de su éxito justo cuando el indie de esa nación –el más relevante de América latina– vive su gran momento. “El rasgo que nos aúna, más que musical, es esa hambre de salir y presentar un proyecto”, supone Camilo Lara. “Siento que de repente muchos grupos y solistas se subieron a un pedestal, y empezaron a mostrar lo suyo en todos lados. Eso no pasaba antes en México. La cosa era más lenta, y había dos o tres vacas sagradas. Pero eso se pulverizó. Hay espacio para todo, y una escena muy saludable.”
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