SOFíA VIOLA
La nena mimada por Gustavo Santaolalla se formó en un plató junto a Adolfo Castelo y Mex Urtizberea y ahora reaparece como una de las cantantes más irreverentes y descontracturadas de la canción local.
› Por Juan Barberis
Sofía Viola es un vómito perfumado de alegría y risas. Una risa que se contagia, potente y al cielo. Ella ríe y los gatos inmensos del Jardín Botánico tienen que interrumpir el sueño. “Tengo la tendencia a querer hacer siempre lo contrario. A eso le llaman rebeldía, ¿no?”, pregunta y vuelve a explotar en una carcajada que pone a rebotar sus rulos negros. Hija del Pollo Viola, el reconocido trompetista argentino, Sofía es hoy a sus 22 años un exponente joven y nada convencional de la canción de autor, una cuota que mezcla folklore, tango, milonga, vals, rock y cumbia con el humor más improbable de un payaso lisérgico. Una nena entradora que sin proponérselo viene a romper con cualquier tipo de convención de época.
“¡Papá nos obligaba a tocar la trompeta!”, denuncia ella sin tono de gracia. Como quien tiene un almacén por herencia, el instrumento cayó en sus manos antes que cualquier muñeca. Después fue el turno de la viola, para que apellido e instrumento dijeran lo mismo, pero medio año de Conservatorio le sobró para entender que la educación tradicional no era para ella. Y tampoco hacía mucha falta: a los 11 años ya tenía un espacio revelador en Medios locos, el programa que conducía Adolfo Castelo, Mex Urtizberea y Gillespie en Canal 7. Encarnando el papel de “La Hija de Perón”, Sofía tiraba algunas líneas extrovertidas y tocaba la trompeta. “Me traían un libreto, una idea, me hacían estudiar un cachito antes de salir al aire y listo. Me sentía re cómoda en ese ambiente.”
En esa experiencia prematura, Viola encontraba su fórmula exacta: música y humor, improvisación y frescura. Así, entre estudios de teatro y clown, aparecía su voz, un instrumento distintivo, potente y multifuncional. “No tuve tiempo de pensar otra cosa”, confiesa ella. “A mí me gustaba envolver paquetes, entonces quería ser quiosquera... ¡y mi viejo se agarraba la cabeza! Pero también era súper fan de Shakira y Tita Merello: así terminé descubriendo mi voz. Era algo que me quedó fácil y encima no tenía que estudiar.”
Ya de adolescente comprobó el poder de su arte. Junto a un puñado de payasos hizo temporada en Cabo Polonio, comió gracias a sus canciones, viajó por el Norte del país tan sólo con su guitarra y curtió lo suficiente para querer ser libre y dejar la secundaria. “Siempre tuve actividad extra-escolar, siempre me metí en las que pude, para evitar el colegio, claramente. A la vez había materias que me resultaban fáciles. Pero desde sexto grado me empezó a costar muchísimo, porque me empecé a encontrar más con la música. Ni bien tuve una guitarra, dejé el colegio.”
Las canciones de Sofía Viola (almacenadas en dos discos caseros a la espera de Júbilo, su próximo material, que según ella representa “la manifestación de la alegría expresada al máximo y hacia afuera, así, con los brazos abiertos”) son testamentos bien logrados, cargados de ironía y humor: embiste a las navidades, la comida chatarra o la merca con la misma intensidad con la que se ríe y hace reír. “Me gusta jugar con la desmitificación de las cosas, tirar la posta”, dice. “Me mando en la que sea. Hago una canción y a veces la estreno ese mismo día. Me importa sacar lo que tengo adentro, entonces soy re mandada por esa necesidad. Si hay algo que se guarda mucho tiempo, se pudre. Entonces prefiero sacarlo.”
-De mis viejos. Mi vieja siempre se toma las cosas con mucho humor y alegría. Y mi viejo es re chistoso. El humor parece que ya viene en la sangre, es algo familiar. Igual me sale, eh. Es la espontaneidad, más que el humor. Soy chistosa por naturaleza. También el trabajar con payasos me hizo empezar a hacer canciones medio humorísticas. Ver el entrenamiento de ellos también me educó.
–El me aconseja un montón, está al tanto de todo lo que yo hago. Está interesado desde el lado del amor. Muchas veces me pasa que gente que me cruzo me quiere producir, pero si no hay un vínculo de amor yo no me pongo a trabajar con nadie. Quiero gente que me caiga bien y con la que me sienta cómoda. Lo quiero y respeto mucho. Pero por ahora está siendo un consejero. Igual, ¡yo hago lo que me pinta!
–Estoy como en una especie de cambio. Antes era más rebelde, pero me estoy adaptando al mundo real. Uno es parte de la bobina, pero por suerte sabemos cómo gira y cómo funciona, por eso hay que hacer un aporte. Eso es algo que me motiva un montón a seguir tocando. No voy a dejar de cantar, a menos que me quede sin voz o algo así. Está bueno cambiar todo el tiempo, buscar energía nueva, renovarse y tratar de traducir esto de la bobina. Por ejemplo, yo siempre toco en Palermo; y está todo bien con Palermo, pero digo... ¿cuánto más voy a seguir tocando acá? ¡Vamos a tocar a la cancha de Talleres!
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