Con Bigott todo es posible: se porta como un geniecillo nihilista al momento de hablar y la gente en España se enganchó con esa ambigüedad. “El público piensa que esto es broma, pero no es así. A mí me gusta componer y hacer buenas canciones. Sólo deseo pasármelo bien”, argumenta el cantautor zaragozano, que actuará en Buenos Aires, por primera vez, esta noche. “Le están prestando atención a lo que hago, disfrutan cada vez más de mis conciertos. Así que tengo que aprovechar este momento, porque después de mí vendrá otra nueva sensación.” Borja Laudo es el nombre que carga con el alter ego, aunque comparte con él las mismas barbas. También gozan juntos de una popularidad que se les adeudaba: su más reciente producción, The Orinal Soundtrack (2011), lo comprobó. “Fue una evolución involuntaria. Paseé los temas por varios sitios y estaba metido con la música brasileña. Todo eso lo viertes en la coctelera y sale The Orinal... O no. No lo sé.”

El quinto disco del artista español de friqui folk es un abrazo entre Bill Callahan y Caetano Veloso, pero con el Roberto Kennedy de Capusotto en el medio de la empanada. “Soy incapaz de mantener una conversación en inglés, pero intento componer en ese idioma de una forma muy particular”, confiesa el músico que en 2006 puso a la venta su debut, That Sentimental Sandwich, del que rescatará algunos temas para este estreno sudamericano en el que promete muchos popurrís. “Es un poco raro, pero el no tener conocimiento de la morfología me permite inventar palabras y frases. La gente se descojona cuando salgo al exterior porque me dicen: ‘Eso no existe o está mal’. Sin embargo, a esto es lo que llamo jala-jala. Es mi pequeño ejercicio poético.” Lo que sí es universal es su humor: “Es bueno o malo. Si a alguno le sienta bien, hay que tirar por ahí. El mundo se toma demasiado en serio las cosas. El título, The Orinal..., no lo veo tan escatológico. Es mucho más chulo que si le pusieran The Original...

A pesar de que el sucesor de This is the Beginning of a Beautiful (2010) se regodea en la heterogeneidad de su repertorio, el punto de quiebre en el cancionero de Bigott lo denota el sencillo Cannibal Dinner, en el que incursiona en una música más bailable de lo habitual. “Una de las mejores cosas que me pasan ahora es que no pienso en lo que hago. A mí me gustan los discos en los que los temas no tengan nada que ver entre sí.” El artífice aragonés, que ostenta un alias que en Sudamérica suena igual a una marca de cigarrillos, que en Rusia significa retrasado y que en inglés (sin una “t”) es una de las maneras de denominar a los racistas —igual, le dio fiaca sacárselo luego de que se lo pusiera un amigo—, no sabe del poder de seducción que ostentan sus compatriotas maños cada vez que tocan en la capital argentina. “Nunca estuve en ninguna escena, película o rollo. Tampoco escucho demasiadas cosas de aquí. Me desespera. De 4 mil canciones de mierda, seguro hay una que está guay.”

* Bigott toca el jueves 28 de junio en Niceto Club (Niceto Vega 5510). A las 20.