CONFESIONES DE KEVIN BARNES, DE OF MONTREAL
¿Cómo es que hacer pop vendible puede llevar a un artista a sufrir de depresión, ansiedad y fobias? El cantante del combo psicodélico lo explica y da detalles sobre su nueva aventura, Paralytic Stalks.
› Por Facundo Enrique Soler
La magia bailable, la exageración pop y los hits pegadizos quedaron atrás en los planes de Kevin Barnes con su obra maestra, of Montreal, la banda en la que canta y compone casi todas las melodías, y con la que definió una estética surrealista y llevó a cabo presentaciones que yuxtaponen la actuación dramática con los sonidos dance. Los fantasmas personales de un niño estadounidense de 38 años se supieron infiltrar en la médula de su arte y, como producto de ello, inmiscuirse en Paralytic Stalks, un disco totalmente diferente a los anteriores, una cara misteriosa de of Montreal: sonidos saturados, temas de trece minutos y la inexistencia de un solo hit apto para radios, pistas de baile o tiendas de shopping.
Lejos quedó la maravilla pop de False Priest (2010), en el que la banda de Athens lució un pop bien manejado, entre la electrónica comercial y el soul cuidado. De todas maneras, Barnes le confiesa por teléfono al NO que lejos está de arrepentirse de su última obra, ya que la cree necesaria para exorcizar ciertos traspiés psicológicos de su propia mente, para así poder seguir con su carrera mundial de delirantes músicas teatrales. “Hacemos todo lo posible para que la gente que va a los shows se sienta diferente a cómo se siente en cualquier otro tipo de espectáculo. A la banda se suman actores, tratamos de interactuar con el público, tenemos varios vestuarios estrafalarios y animaciones visuales. Un poco de todo.”
–Sería algo muy interesante, aunque ya de por sí nuestra música es muy gay friendly. Siempre nos relacionaron mucho con ese movimiento y me llena de alegría. Invitamos a que nuestros fans crean en sí mismos, les guste lo que les guste y quien les guste.
–De Sudamérica me gustan mucho ellos y también Caetano Veloso. Después de eso, la música brasileña no es algo que haya explorado mucho. Oí que ustedes tienen un par de exponentes hardcore que valen la pena...
–Si bien es algo que murió hace diez años, hoy en día se transformó en una novedad, más que nada por una moda. Es jodido conseguir casetes y más difícil aún encontrar un equipo donde escucharlos. De todas maneras, son una insignia de mi época y me gustan.
–Definitivamente. Cuando era chico y conseguí los primeros, tuve mi primera interacción con la música: el novio de mi hermana me pasaba cosas increíbles como Kool and The Gang o toda la colección de Prince.
–Estuve haciendo música fiestera por mucho tiempo y sentí la necesidad de componer algo diferente, tirando a lo esotérico. Cuando encaré este disco, estaba pasando por momentos verdaderamente difíciles: depresión, problemas de ansiedad y fobias. No podía levantarme con nada... y eso que probé hasta con terapia psiquiátrica. Hacer este álbum fue una salida para todas esas cosas que tenía en la cabeza. Fue un alivio. Todavía tengo mis problemas, pero estoy mucho mejor y eso es gracias a la música.
–Me entusiasmó mucho la idea de hacer algo que no fuera comercial. Tenía ganas de agarrar el pop, el dance y el soul que tengo encima y mezclarlos con la música clásica avant-garde. El plan era hacer un disco que no entre en ningún lugar; y lo hice. Es importante que los artistas piensen de esa manera, no siempre tiene que ser redituable. Arriesgarse y hacer algo que probablemente nadie nunca entenderá es una aventura. Además, si te ponés a analizar la música comercial que funciona para las masas, te vas a dar cuenta de que carece de inteligencia. Yo estoy orgulloso de haberme corrido de ese circuito y, sin embargo, seguir escribiendo pop.
* of Montreal toca el sábado 30 de junio en Niceto Club (Niceto Vega 5510). A las 21.
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