DARíO Y MAXI, A 10 AñOS DE LA MASACRE DE AVELLANEDA
Siempre hubo jóvenes en la lucha por el cambio social, pero el milenio comenzó con dos bajas: Kosteki y Santillán, asesinados por la Bonaerense. Tiempo después, una patota se llevó puesto al militante Mariano Ferreyra. La muerte joven y política, en tiempos de renovadas militancias juveniles.
› Por Mario Yannoulas
Trabajo, dignidad y cambio social. Como mandatos inalienables de cara al futuro, las tres consignas acompañan el enorme mural que se alcanza a ver desde las dos manos del Puente Pueyrredón, ese collage urbano que empata al Riachuelo con un mundo de neón, entre teatros, bingos, supermercados, bailantas y hamburgueserías. Adoquines y autopistas. Trinchera geográfica y sociocultural de la Argentina, una de las conexiones más usadas entre la capital y el conurbano sur es testigo y escenario de innumerables disputas, con los cuerpos como trincheras, puestos en funcionamiento. La leyenda acompaña, a su vez, la imagen principal del mural: Maximiliano Kosteki y Darío Santillán –los militantes de cuyo asesinato por parte de la policía bonaerense se cumplieron el pasado martes 26 exactos diez años– sostienen, con voluntad y alegría, una pesada bandera celeste y blanca bajo el cielo gris de Avellaneda.
Hace ya una década de la tarde en la que Darío y Maxi fueron masacrados por la policía en el hall de la estación de trenes de Avellaneda, cuando el comisario Fanchiotti y el cabo Acosta dispararon plomo sobre el pecho de Kosteki. Santillán intentó socorrerlo y lo acribillaron por la espalda. La secuencia quedó registrada en fotos y videos: algunos de ellos, de tono periodístico, como los aparecidos en “La crisis causó 2 nuevas muertes”, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, un material indispensable para observar cómo distintos medios de comunicación abordaron la noticia. El corte llevado a cabo por los movimientos de trabajadores desocupados de zona sur –”piqueteros”, por su entonces novedoso método de cortes de ruta como modo de protesta–, en reclamo por trabajo y mejoras en las políticas sociales, fue reprimido salvajemente y socavada aún más su legitimidad. El gobierno nacional que encabezaba Eduardo Duhalde debió adelantar las elecciones presidenciales. Los autores materiales fueron condenados a perpetua, pero los familiares de Kosteki y Santillán, y los militantes del Frente Popular Darío Santillán, así como tantos movimientos sociales, todavía esperan el juicio y castigo a los responsables políticos, mientras a Franchiotti se le podría otorgar el beneficio de salidas transitorias.
La vida y la muerte de estos pibes de 22 y 21 años fueron puentes entre el país que parecía haber tocado fondo y el que intentaba renacer. Entre la Argentina derruida de los ‘90 y el cambio de siglo, la del desempleo record y una gran masa de jóvenes despojados de capacidad transformadora por fuerzas ajenas a ellos, y la Argentina de la reconstrucción y el fervor de la militancia juvenil. La muerte, entre otras cosas, llevó a martirizarlos y erigirlos en iconos de la cultura popular, pero la riqueza de su legado estuvo en sus vidas, porque dejaron claro que siempre hubo jóvenes que pugnaron por el cambio social. Ahora, además del señalamiento de los responsables intelectuales de sus crímenes, se busca que la estación Avellaneda sea rebautizada oficialmente como “Darío y Maxi”, lo que de hecho es así hace los mismos diez años que transcurrieron desde sus muertes.
“Sus figuras quedaron en el imaginario popular y sus compañeros hicieron mucho para eso, pero más que el mito me conmueve el daño que hicieron los asesinos: el papá de Darío despierta cada día y piensa en su hijo, y hay amigos a los que todavía les cuesta hablar”, advierte Juan Rey, coautor de Darío Santillán: el militante que puso el cuerpo, reciente biografía que recorre la corta pero intensa vida de este militante apasionado, un entusiasta del dibujo y la música. “Tenía una militancia muy auténtica y transparente: participó hasta los 20 años en el MTD de Don Orione, un movimiento horizontal que impulsaba la democracia directa, sin caudillos ni búsqueda de poder. Esas características hablan de su propia vida.”
Kosteki y Santillán fueron comunes y extraordinarios a la vez. Amante de la pintura, la música y el malabarismo uno; fanático de Hermética, de Los Redondos y de Mozart el otro, eran pibes de vaquero y zapatillas, pibes de pañuelo al cuello, de barba de días. Sin embargo, la convicción de que había que militar para cambiar la realidad social los hizo extraordinarios en su contexto. Hacía pocos meses que Maxi se había involucrado con el MTD de Guernica, pero Darío estaba en política desde la secundaria. Pasó por una organización juvenil, luego por el MTD de Don Orione y el de Lanús, con el que fue al Puente Pueyrredón aquel 26 de junio de 2002. “Lo que desde siempre me conmovió fue ese gesto de Darío, de quedarse hasta último momento socorriendo a Maxi, al que no conocía. Eso le costó la vida. Era un militante de 21 años que conocía la ferocidad con la que actúan las fuerzas represivas, pero priorizó el gesto solidario. Después descubrí que esa elección tenía mucho que ver con la cotidianidad de su vida, porque era un pibe apasionado, comprometido, muy serio, sensible y solidario”, analiza Rey. Y cierra: “Darío y Maxi son reflejo de una nueva militancia, la de construir hoy nuevas relaciones sociales. La de prefigurar el mundo por el que se pelea y no esperar un gran momento revolucionario para empezar a construir relaciones diferentes”.
Mariano Ferreyra también fue asesinado cuando militaba, en octubre de 2010: estaba en las vías del ferrocarril Roca, en la misma zona sur, luchando por la precaria situación los trabajadores tercerizados. Las miradas apuntan a una patota sindical que respondía a José Pedraza, el secretario general de la Unión Ferroviaria, actualmente detenido. Desde la FM La Tribu, junto con el músico Aitor Graña –ex Juana La Loca y Virus, primo de Ferreyra y gestor de la idea original– y la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (Correpi), pretenden mantener vivo el recuerdo del militante del Partido Obrero a través de la música. Más específicamente, a través del disco Cuerpo, canciones a partir del asesinato de Mariano Ferreyra, que encontrará a artistas de diferentes procedencias combinados en duplas: estarán Manu Chao y Chimango, Pablo Lescano y Goy Karamelo, y Las Manos de Filippi junto a Cadena Perpetua, entre otros. Como el material es autogestionado y por decisión propia no contará con ningún tipo de subsidio, la producción lleva adelante una preventa a 20 pesos, cuya recaudación permitirá financiar la grabación y fabricación de este disco, que saldrá en octubre, cuando se cumplan dos años del crimen. Flavia Medici, una de las productoras, aporta detalles: “Nos pareció interesante poder combinar artistas que hicieran canciones originales a partir del asesinato de Mariano. Queremos poder llegar a públicos que, si no es de la mano de Pablo Lescano, Vicentico o Mariana Baraj, quizá no se enteraban de lo que pasó con él. No queremos generar ganancia, así que en el caso de que la hubiera, entendiendo que hay muchos Marianos, decidimos darla a la Correpi, que trabaja junto a las familias de las víctimas de gatillo fácil. Si bien el de Mariano no fue un caso de gatillo fácil, creemos que fue represión institucional. Mariano, igual que Maxi y Darío, fue un militante que luchaba por causas justas, que quería cambiar el mundo y fue asesinado mientras peleaba por mejorar las condiciones de los trabajadores y desocupados”.
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