ABRIL SOSA NO SE VA DE SU PROYECTO SOLISTA
El intrépido navegante del rock local dejó atrás su puesto de baterista en Catupecu Machu para formar Cuentos Borgeanos... que desarmó para dar lugar a Cliché Alarm... que desactivó para dar luz a su primer CD solista.
› Por Lucas Kuperman
Nacido bajo el nombre de Miguel y luego rebautizado, Abril Sosa pertenece a una especie rara: con tan sólo 14 años entró a tocar la batería en una todavía incipiente banda del Oeste: Catupecu Machu. Luego de llenar Obras con la banda y en ascenso permanente, decidió dejarla y erigir Cuentos Borgeanos, en la que se prefiguró como guitarrista y cantante. Tras ocho años y cuatro discos, decidió dar fin a la banda y exiliarse en Nueva York, donde protagonizó el primer largometraje de la promesa realizada del cine independiente argentino, Martín Piroyansky. Al mismo tiempo comenzó con su compañero de departamento el efímero proyecto Cliché Alarm (“Una alarma que se desactivó”, le dice al NO). Y hoy se encuentra de nuevo en Buenos Aires para presentar El piloto ciego, su primer trabajo en solitario.
Sosa se propuso (otra vez) hacer un disco de canciones, bautizado con el nombre de su blog, que usa para expresarse. “Es muy íntimo y no quería debates”, argumenta tras haber cerrado la opción de dejar comentarios. No obstante, quería hacerlo con una búsqueda de sonidos diferente: “Siempre siento que hacer una canción es buscarme. Uno nunca termina de saber quién es. Es una forma de resolver qué es la vida, qué es el amor. No hablo de momentos históricos o de cosas políticas. Es algo emocional”, asegura. Y reconoce que le cuesta horrores escribir letras, y también que tiene una sobreexigencia casi neurótica y un romance con la Ciudad de Buenos Aires.
–El momento de escribir letras es raro. Es una empresa emocional. En muy pocas palabras, casi oníricas, tengo que decir algo que estoy sintiendo. Escribir canciones es una especie de psicoanálisis. Es una búsqueda, es conocerme... y hay muchas cosas de las que no me quiero enterar. Mis letras son un poco melancólicas y enroscadas, porque yo soy melancólico y nostálgico. Cuando tengo cuatro o cinco, las canto contento y festejo. Al día siguiente me levanto y siento que son una porquería.
Aprovechando el envión del disco, el cantante está armando una especie de “ejército de pilotos”, fans de la banda, que quieran comprometerse a diferentes acciones expansivas del arte que tengan que ver con el proyecto. Según lo que hagan, saldrán destacados en su sitio web. “Es como El club de la pelea, pero sin piñas. Por otro lado estamos craneando un sistema para llevar el disco a tu casa, como un delivery. Lo pedís, te llega y lo pagás en la puerta. No hay terceros, tarjeta, nada. Basta de terceros con la música y el artista”, cierra indignado. Determinante a la hora de las decisiones, aunque dice que piensa mucho antes de tomarlas, Abril confiesa que le gustan los giros bruscos: “Soy una persona muy intuitiva. Soy determinante, pero pienso lo que hago, son largos procesos. Mi proyecto de vida no es la música, es la vida, y el aire de ese proyecto son las ganas. Yo no puedo ir contra mis ganas. Muchos me decían que Cuentos la estaba empezando a pegar. ¿Qué es pegarla? ¿La plata? Me pongo un McDonald’s y gano más que con Cuentos Borgeanos. Siempre persigo mis ganas. Mi proyecto, al ser la vida, siempre es un éxito. La música es tan emocional y sentimental que no podría hacer algo que no siento. La manera de ser feliz es no romperle las bolas a nadie”, asegura.
“En ese momento estaba todo rarísimo acá. No había shows y no pasaba nada”, cuenta sobre su escape a Nueva York. “Quería aprovechar e irme dos o tres meses. Terminé protagonizando una película con Martín Piroyansky. Después se estiró todo, me terminé yendo a Europa, y después volví a Nueva York. Amo la ciudad, todavía le debo muchos años. Me gusta porque es como yo: me gusta levantarme, acostarme y salir temprano; me encanta salir a las nueve de la noche, volver re borracho a la una, y a la mañana estar listo para correr. Allá no existe salir a las tres de la mañana y volver a las siete. Es algo que no entiendo de acá: me peleo, de buena forma, con mi manager de gira porque cuando tocamos en provincias, los shows son a las dos de la mañana... tengo la voz hecha mierda y estoy cansado.”
También cuenta que por allá desfilan “todas las bandas del mundo”, que “todos son puertas abiertas” y que vio girar a “bandas de pendejos de 20 años que llenan su camioneta con equipos y van por todo Estados Unidos vendiendo remeritas”. Y que allí también pasó horas en la computadora, leyendo y escribiendo: “Internet es una herramienta tremenda, que está llena de porquerías. Si sos un boludo, vas a buscar boludeces; pero si sos copado, vas a buscar cosas copadas”.
* Abril toca el jueves 5 de julio en El Podestá (Armenia 1740). A las 22.30.
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