URITORCO 2002, LA RAVE SERRANA QUE CRECE CADA AÑO
Gran baile, y cerca del cielo
Sucedió cerca del cerro en el que muchos suponen, algún día, aterrizarán
extraterrestres, ahí nomás de una bonita ciudad cordobesa tomada por la new age. Casi dos mil personas peregrinaron hasta allí para bailar durante tres días y sentirse un poco más libre que de costumbre. El No estuvo para contarlo. Ahí va...
POR EUGENIA GUEVARA
Desde Capilla del Monte, Córdoba
Favio, Esteban y Analía son amigos. Viven en Buenos Aires y comparten entre otras cosas, la pasión por la música electrónica. Así es que quedaron de acuerdo para encontrarse, con día y lugar prefijado: el viernes 4 de enero en la rave al aire libre Uritorco 2002, en Capilla del Monte, a unos 100 kilómetros de Córdoba. Ese día festejaron el cumpleaños número 25 de Analía y bailaron, bailaron, bailaron hasta el domingo 6.
Ese viernes a la tarde los tres estuvieron en la fiesta, tal como habían previsto. Daban vueltas por el gran boliche en medio de la naturaleza del paraje Agua de los Palos, cargando sus mochilas y protestando: por la lluvia, por los remises que cobran según la cara del pasajero, por la lucha con la gente de la entrada, unos tres kilómetros abajo, al pie de las sierras Gemelas, al pie del cerro Uritorco. En verdad, todo fue bastante complicado hasta el momento en que por fin pudieron reunirse para cantar el cumpleaños feliz. Esteban, por ejemplo, con su gran mochila, bajó el colectivo en la terminal de Capilla del Monte esa mañana. Estaba tan seguro de que la fiesta era en el Uritorco que no dudó un segundo cuando empezó a caminar rumbo al cerro. El Uritorco. Ese lugar donde desconocidos y conocidos como Fabio Zerpa, esperan que extraterrestres bajen para establecer contacto con seres humanos. También el sitio preferido de hippies, seguidores de la filosofía zen (hay incluso, un templo), new ages, bohemios, ecologistas, locos, borrachos, niños y todos los que dicen la verdad. Así que Esteban, que suponía que no por nada la fiesta se llamaba Uritorco 2002, subió y subió varios kilómetros por el camino de tierra que lleva hasta la cumbre del cerro. Tanto caminó que, una vez arriba, al ver a una familia del lugar escuchando la radio y moviéndose, sus cansados sentidos pretendieron convencerlo de que por fin había llegado.
Mientras tanto, kilómetros más abajo, del otro lado del dique Los Alazanes, en las sierras Gemelas, unas quinientas personas que, a pesar de la torrencial lluvia, habían llegado hasta Agua de los Palos, bailaban y bailaban desde la noche del jueves. Así que, suponiendo su equivocación, el joven saludó a la familia y bajó nuevamente a Capilla del Monte para tomar el camino correcto. Analía, si bien no subió hasta ahí, también tuvo sus complicaciones para saber dónde era la fiesta. Cuando al fin lo supo, y pensando en Favio –que estaba por llegar–, ideó todo un sistema de señalización para que su amigo no perdiera el tiempo que ella había perdido. Estaba pegando el décimo cartel en una pared cuando el pelado Favio bajó del colectivo, alegre y asombrado por el recibimiento. Juntos, empezaron a subir las sierras, pero un hormiguero y la pérdida de algunos objetos personales en el camino, les trajeron más preocupaciones.
En cambio para Henry Oldham (25), oriundo de Eugene, Oregon (Estados Unidos), ajeno a las complicaciones de devaluaciones, saqueos, cacerolazos y confusiones geográficas, todo fue más fácil. El sábado, cuando la lluvia cesó y los aviones pudieron salir de Aeroparque, este gringo que hace 9 meses vive en Buenos Aires retenido por su romance con la electrónica argentina, viajó a Córdoba. Alquiló un auto y de ahí fue directamente a la rave, donde iba a ver en acción a su admirada y rubia DJ Caró, en medio de las sierras, lejos de su residencia nocturna los jueves en el Podestá.
Un lugar
Cada uno de los dos mil chicos que llegaron (la mayoría desde Buenos Aires, aunque también vinieron de Córdoba) tuvo su propia historia de aventuras o de ciencia ficción, que arriba fue rápidamente olvidada. Porque los problemas no son de este mundo, y entonces una sola cosa se convirtió en prioridad: bailar. En las palabras, en los ritos, en los gestos y sobre todo en el acto físico. El house, el techno, el progressive, el drum & bass y el trance ocuparon alternativamente cada unade las pistas. La más grande, una pileta de natación en medio de la sierra. La menor, una terraza entre los árboles. La naturaleza no fue sólo una escenografía decorativa: sobre la pileta, estaban los baños y en sus techos, decenas de chicos se recostaban a tomar el sol que apareció definitivamente en la madrugada del sábado, bailaban o hacían cualquier cosa que quisieran hacer. La terraza-techo de baño tenía su humo propio, que provenía de una vieja chimenea donde se quemaban ramas secas. Las piedras fueron los asientos de los que se permitieron parar unos minutos y el pasto, el colchón infinito donde, a la siesta, caían rendidos, vestidos y con anteojos violetas. En la pista menor, la preferida de la noche, dos pantallas gigantes entre los árboles ofrecían las posibilidades visuales que cada uno fabricara en su cabeza, con la ayuda de las luces proyectadas sobre las ramas. Varias barras y un bar permanecieron abiertos los tres días que duró la fiesta. El bar-comedor fue primero el resguardo de los bailarines, mientras llovía y luego se transformó en el hotel de aquellos cuerpos que no pudieron resistir y se acomodaron en sillas y mesas para dormir unas horas.
Una fiesta
Los Dj’s, Diego Cid y Caró llevan tres años organizando esta fiesta. Empezó siendo un encuentro entre amigos y amigos de los amigos, pero cada vez, se masifica más. Este año, los DJ’s más esperados fueron ellos mismos, Dr Trincado, Magoo, Simbad, L’Inspecteur. Pero, sin duda, los que fueron coronados como los reyes de la mañana, fueron los hermanos López. Argentinos y residentes en Barcelona, Gustavo (33) y Sebastián (19) encontraron una forma de complementarse artísticamente: “Gustavo toca hace años (pertenecía a Urban Groove) y tiene su público. Ahora estamos haciendo cosas juntos porque yo compongo música electrónica. Así que lo que él necesita para completar sus sets se lo proveo yo y lo que me falta a mí como DJ, lo tiene él. Trabajar juntos realmente es buenísimo”, dice Sebastián, el menor.
La organización de la fiesta les llevó a Cid y Caró aproximadamente ocho meses, todo a pulmón. “Los artistas no cobran y nosotros perdemos plata. Pero apostamos a que esa situación se revierta. De lo contrario, dejaríamos de hacerla. No tenemos sponsors pero cuando los tengamos, además de agrandar la fiesta, vamos a pagarles a los artistas”, explica Cid. “Estas últimas dos fiestas, no nos redituaron económicamente pero nos dio muchas satisfacciones. Creamos una movida muy importante a la que se fue y se sigue sumando gente. Si viniste una vez, no podes dejar de venir y recomendarlo a tus amigos”, razona Caró.
En toda América del Sur no existe una rave de estas características y si la movida de la música electrónica sigue creciendo en Buenos Aires, es probable que llegue a convertirse en una cita casi obligatoria en la agenda anual del “movimiento”. Algunos extranjeros (alemanes, americanos, españoles) llegaron hasta las Gemelas. David (35) vive en Londres, pero es escocés. Conoció a su novia argentina en Ibiza y ahora, tirados al lado de la pileta al pie del Uritorco, no pueden dejar de comparar esta fiesta con las otras fiestas. “Esta se ve muy bien. Es la primera vez que el drum & bass se instala en la pista principal y eso me encanta”, dice.
Bola de nieve
Tema obligatorio en algún momento entre todos, es el crecimiento del género en la Argentina. Además de los DJ’s, varios grupos y compositores estuvieron presentes: Flavio Etcheto, Machine Marafioti e Intima, quienes acaban de editar un disco que lleva vendidas en poco más de un mes, unas 200 copias. Ellos sostienen que la música electrónica tiene que tomar esa franja virgen que existe entre la música tropical y el rock. “El espacio está ahí, sólo tenemos que ocuparlo”, comenta convencido Carlos Solá, el baterista. Y agrega que a las compañías discográficas no les interesa o no pueden ver una salida comercial en todo esto, lo que hace necesario eimprescindible una apuesta independiente. “Acá tiene que explotar como en el resto del mundo”, remata.
Diego Cid mira a su alrededor y concluye que la movida se está volviendo masiva. “En este lugar conviven el mainstream y el underground de la música electrónica. Este es un encuentro donde podés elegir la propuesta que más te interese, como si estuvieras en Europa. Somos el reflejo de todo lo que pasa en el Norte, donde hace 10 años viene creciendo una escena que mueve millones de dólares y tarde o temprano nos va a pegar el coletazo. Eso fue evidente en la cantidad de artistas que vinieron este año a Buenos Aires y en el intercambio que se dio. Nosotros progresamos y ellos se asombraron por las ganas que tenemos acá. Que es como ellos estaban hace 10 años. Y también porque el DJ latino es inquieto y mezcla mucho los ritmos mientras que el yanqui o el europeo son más uniformes”.
La fiesta que comenzó de manera dudosa por la lluvia terminó el domingo al atardecer con un desfile de modas. La pileta, que no había sido el lugar preferido por nadie, finalmente fue reconocida como pieza fundamental del evento. Todos siguieron bailando desde la noche anterior, esperando la última puesta de sol. Abajo, en Capilla del Monte, una preciosa ciudad serrana donde se comercializa música para meditación, piedras para el poder energético y libros de autoayuda, los habitantes y los turistas habituales lo ignoraban todo. Y más arriba, en el Uritorco, seguro acampaban grupos aguardando el tan querido contacto con los extraterrestres. Y si esos habitantes de otro mundo hubieran decidido bajar, en este primer fin de semana de 2002 que pasó, tendrían que haberse puesto a bailar de inmediato. Los chicos que no hacían otra cosa que moverse, de seguro, ni los habrían notado. A nadie le hubiera importado el aspecto de los visitantes o su conducta. Después de todo, aquí se trató de ser tolerante y libre, sobre todo libre.