¿Y SI NO HUBIERA DISCOS?
› Por Santiago Rial Ungaro
Para la Industria de la Música, el disco, el CD (formato traicionero si lo hay) sigue siendo la columna sobre la que se construye todo el negocio de shows en vivo, playbacks y demás parafernalia. Aunque Madonna o Shakira hagan un disco que no compre nadie, el show debe continuar: los discos, a pesar de estar en crisis siguen saliendo sin parar un instante como super panchos de plaza Constitución. Y también ocurre lo mismo para la pequeña industria independiente: el disco es el disco, aunque el CDR no se suele tomar en serio. Claro que lo digital es traicionero: no es divertido comprarse un CD original y descubrir que el disco es un maldito y trucho CDR que hay que copiar urgente antes de que. Al final de cuentas todos los formatos tienen sus intersecciones digitales, pero casi todos los artistas siguen suspirando con El Vinilo Perdido. Y encontrado: cada vez hay más artistas que editan en vinilo, aunque el promedio de bandejas de tocadiscos por vinilo debe ser ridículo: demasiados vinilos para pocos aparatos. “Yo no pienso en editar en vinilo porque no tengo una bandeja en mi casa. ¿Cómo voy a hacer un disco que no pueda escuchar?”, explicaba con sentido común Ariel Minimal hace un par de años al NO su desinterés por editar en un soporte que le quedaría genial a Pez. Y es que la aplicación sistemática de la ley de obsolescencia del producto es a veces tan forzada que los soportes viejos se reinventan de maneras tan encantadores como anacrónicas. Por su sinceridad y su temática (homenajes maternales, robos declarados a The Cure, guarangadas inocentes), por sus cadencias melódicas y su ternura poco habitual.
La Fuerza del Cariño de La Ola Quería Ser Chau podría ser tranquilamente uno de los mejores discos del año. Pero no. Esta colección de canciones, una de las gratas sorpresas del año, salió, en el colmo del autoboicot comercial y del fundamentalismo estético solamente en... ¡cassette! Por otra parte, algunos de los discos más interesante que llegaron a la redacción este año fueron CDR’s de discos ya masterizados que nadie sabe aún quién corno va a dignarse a editar: los aún inéditos últimos discos de Travesti y Placer, o el CDR de Los Pibitos, son tres buenos ejemplos, pero hay muchos más, como DDT cumpliendo 20 años de vida. Pero el caso más interesante en estos días es el de Tomás Nochteff, en dúo con su consorte, la enigmática Carmen Burguess, de paso hace unos días por Palermo, Córdoba y Montevideo, antes de volver a irse a su hogar, allá lejos, en Berlín. En la década anterior los dos se instalaron en las catacumbas del rock: Tomás tocando el bajo junto a Dios, con los que editó un cassette a mediados de los ‘90 y un CD grabado en porta estudio a fines de esa misma década. Carmen fue parte de Mujercitas Terror, otro grupazo que, desde una autogestión bastante heroica, aún se expande desde las sombras, como un virus hermoso e inquietante. Carmen es una chica muy completa: poeta, tecladista, artista plástica y sex symbol. Tomás es una mezcla entre Lemmy & Sly Dunbar. A pesar de haber ido cada uno por su lado, ambos se encontraron en el 2006 en Barcelona. Esa ciudad les develó que iban a tener una simbiosis total, digna de Cronenberg. Ya juntos se instalaron en Berlín, ciudad decisiva en su sonido tan hipnótico como lacerante: las rosas son bellas, pero tienen sus espinas. Y aunque siguieron siempre cantando en un porteño puro ya los editaron (y en vinilo) en Italia en el sello Old Europa Café y en Estados Unidos por Blind Prophet Records: y esto recién empieza. Cinco minutos de Mueran Humanos pueden ser más rockeros que cinco horas de cualquier festival cervezal.
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