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Para Nicolás Domínguez Bedini, “la literatura empieza cuando no se puede decir ‘te amo’” o cuando decirlo resulta escaso a la hora de describir el trabajo de las mariposas carnívoras en el estómago. Que cada vez sea más necesario, se lo achaca a las redes sociales. “Decir ‘te amo’ se ha desvirtuado. Antes tenía un destinatario romántico muy específico, ahora es normal decir ‘amo esto’ o ‘te amo’ a un amigo”, se inquieta el poeta de Muñiz. Entonces es el amor el que lo sienta frente a la computadora para escribir otras maneras de nombrarlo. Y él mezcla “como un brujo frasquitos interiores” hasta lograr sus tragicomedias rock & pop, que luego comparte en redes sociales presenciales, ciclos de lecturas metropolitanos. También al frente de PAAR, un conjunto de improvisación musical y poética con el que se presentará en la víspera de San Valentín, a modo de antesala al lanzamiento de su disco debut, Símbolo de fósforo. “Me parece una fecha interesante para improvisar. Llevaré mi valija llena de libros y recitaré poemas de amor. Y pienso repartir flores”, le adelanta el poeta al NO.

Leerlo en Decirte al oído, su primer poemario, es una canción —posta, tiene resonancia musical—, escucharlo leer es otra. Y una vez que se ha oído la segunda, la primera pasa por el tamiz de su voz grave y pausada, deudora de una “hipoacusia lateral severa” que remedia con un audífono. “Al no escucharme, pongo el tono para hacer pie. Trato de cubrir, además, el espacio. En voz alta tengo que darle al poema una dinámica de entretenimiento, sobre todo porque suelo leer en un horario en el que es difícil prestar atención, en el que ya estás pensando en la comida.” En vivo es un sudoroso juglar: “Los versos tienen que entrar por un lado muy lúdico y compacto. Uno procesa sus demonios en soledad y salir a leer equilibra esa balanza”.

Nacido porteño hace casi cuarenta años, su link con la música data de su infancia, cuando su papá médico le diagnosticó la sordera. “Por desesperación intentó una sobreestimulación atípica. Me abrió una cuenta en una disquería. Nos tuvimos que mudar de Capital por ruidos molestos, porque yo ponía el Winco a todo volumen”, reseña. Por ese ejercicio kafkiano de rehabilitación ve con naturalidad laburar desde los doce años como dj en casorios y cumpleaños. En el poema homónimo al libro, escribe: “Soy el DJ sordo / que hace bailar a las suegras / en los casamientos. / ¿No es maravilloso?”. Lo maravilloso es que el abordaje poético de su biografía sea con frescura hitera y a la vez autocrítica. “Leo muchos reportajes densos sobre sordos. Yo siempre manejo la ironía, que tiene que ver con una manera de salir a la superficie. No escuchar a veces atemoriza, pero trato de que la escritura acorte el temor a la ineficiencia.”

Almirante Brown, la Facultad de Medicina que abandonó, los sanatorios y los ferrocarriles son algunos de los escenarios de su único libro hasta la fecha, a la espera de Sueño con lavadoras y otros poemas (que publicará en marzo) y su primer opus narrativo, la novela Médanos de oro, programada para el segundo semestre; en ambos casos editados por Bajo La Luna.

Y si bien la puerta de las historias es su déficit auditivo, otros temas se cuelan por la ventana, como la cultura rock (cita a The Smiths y a Tom Verlaine), las crisis etarias, la muerte familiar y, claro, el amor. “Soy Nicolás / un poeta / muy besuquero”, advierte. “El amor está muy presente en mi obra. San Valentín es una oportunidad para hablar de amor y desamor. Es una fecha que hace 20 años no era tan cultura de shopping.” Sin embargo, confía en que “se le pueda sacar una tajada anticomercial. Podría ser un feliz Día de los Enamorados para los poetas que lo están de sus versos”.

* PAAR toca el viernes 15 en Tío Bizarro (Pellegrini 878, Burzaco). Desde las 23 con Julieta & Los Espíritus.