LORD KHYRON, CATADOR DE ALFAJORES
Con sus miles de visitas y notables hitos, el blog de testeos de Daniel Belvedere lo convirtió en boca autorizada en época de guerra alfajorera.
› Por José Totah
”Sí, ya sé, soy un poco freak”, admite Daniel Belvedere en su primera charla con el NO. El mundo está lleno de freaks, pero no todos tienen una autoconciencia tan lúcida. En verdad, lo que hace este treintañero, mezcla de nerd y superhéroe que salva muchachas en callejones oscuros, no es algo tan extraño. El tipo se dedica a catar alfajores y subir las reseñas a un blog que escribe hace ocho años. En ese tiempo, y gracias a su afición, conoció a la mujer de su vida, se ganó el mote de alfajómano especialista (término creado por él mismo), ascendió a la realeza alfajorera –se hace llamar Lord– y logró que el misterioso dueño de la marca Cachafaz le tocara el timbre para conocerlo y regalarle cuatro docenas de su cosecha.
A Belvedere se lo conoce como Lord Khyron (el más bravo de los malos de Robotech, único capaz de dispararles a sus propios soldados). “Me gustó el apodo porque yo siempre me sentí todo lo contrario a él; mi avatar es Lord Khyron comiendo un alfajor”, explica, como si la relación entre Robotech y la golosina fuera más que obvia. ¿Por qué se metió (con) los alfajores? Todo nació en una charla de amigos, en la que varios se trenzaron para defender su marca preferida: algunos iban a muerte con el Terrabusi, otros con el Capitán del Espacio o el Jorgito, pero cada uno tenía argumentos sólidos. “Fue mi oportunidad para ponerme a escribir sobre algo original, que despierta pasiones –se consumen entre cinco y siete millones de alfajores por día, en un mercado que mueve 7 mil millones de pesos al año y engloba a más de cien etiquetas–, y de paso burlarme un poco de lo pedantes que son los sommeliers cuando catan vinos caros”, justifica.
Al principio fue un hobby para pasar el rato; pero las visitas al sitio Losalfajores.blogspot.com comenzaron a crecer y la cosa se puso seria. En cada reseña cuenta historias en torno a sus degustaciones y mecha bizarreces. Hace unas semanas probó Marley, un “alfajor bajonero” que se produce en Uruguay, y junto a la reseña colgó videos de temas de los ‘80 que le gustan y le dan vergüenza ajena, entre ellos uno de Robi Draco Rosa y otro de José Luis Perales. El post que lo catapultó a la fama fue el del mítico Capitán del Espacio, gloria del sur bonaerense: el Lord declaró que en realidad no era tan rico. “Me saltaron a la yugular, me dijeron de todo, pero me di cuenta de que el blog estaba generando algo importante.”
Lo empezaron a llamar de radios como “opinator alfajorero”, una suerte de Jacobo Winograd en versión triple piso. Hizo catas a ciegas en vivo y acertó casi siempre. La parada más difícil la tuvo cuando le vendaron los ojos en Radio Mitre y le pusieron adelante un Cachafaz y un Capitán del Espacio, sin decirle nada. El héroe no sólo reconoció ambas marcas sino que coronó al Cachafaz, lo que le generó más puteadas. Al poco tiempo, las empresas ya le mandaban cajas de alfajores antes de hacer sus lanzamientos (la multinacional Kraft hace poco, cuando relanzó el mousse de Suchard).
Una mañana le sonó el timbre. Se encontró con un hombre trajeado que juraba ser dueño de Cachafaz. Nadie sabe su nombre, nunca dio notas, pero el alfajor que produce es uno de los casos de marketing viral más exitosos de las últimas décadas. El visitante dio su bendición a este alfajómano, elogió el blog durante minutos y se despachó con un montón de cajas de regalo. “Salieron hace dos horas de mi fábrica”, le juró. Otra anécdota curiosa es que Khyron conoció a un grupo de rock de Bahía Blanca llamado Serebrios, cuyo hit es una canción que en la letra dice: “El Jorgito blanco es igual al Havanna”. “Hice la degustación con mi mujer y dos amigos. La banda tenía razón: son idénticos”, sostiene, y agrega que le encanta catar escuchando heavy metal. Sus preferidos son Dreamtheater, Pantera, Metálica, AC/DC y alguna que otra banda de hair metal.
El blog le dio muchas cosas, pero la más importante fue conocer a su novia, con la que se casará muy pronto. Orgulloso, muestra en el celular una foto de su ninfa chocolatera, una escultural rubia en calzas. Después pasa a otra foto en la que se ve a la misma mujer, pero con cien kilos más. ¿Dónde entra el blog en esto? Fue un fanático el que le recomendó que se metiera en una página de contactos por Internet, en la que la conoció; y una amiga, que también conoció a través del blog, le recomendó a ella que se hiciera un bypass gástrico, que le sacó todo el tonelaje de encima. “Al blog le agradezco infinitamente porque me permitió escribir, que es lo que me gusta”, afirma Belvedere, licenciado en Comunicación de la Universidad de San Martín, diseñador de videojuegos y community manager.
El mundo de los alfajores está en pie de guerra. Las marcas compiten para ganar el exhibidor del kiosco y son capaces de todo: robar la receta del chocolate del competidor, copiar envases o cascotear con precios tan bajos que son imposibles de sostener en el tiempo. El “alfajor gate” empezó en silencio, sin que nadie se diera cuenta. Hace un par de veranos, Mónica Hertz se puso a cocinar, para el cumpleaños de una amiga, unas galletas de arroz bañadas en chocolate. Jamás pensó que, un par de años más tarde, su ocurrencia se iba a convertir en uno de los hits de las últimas décadas, Chocoarroz. No sólo creó una marca que se convirtió en un genérico en sí mismo –algo así como la Savora de las mostazas– sino que inauguró una categoría de consumo en el rubro golosinero. Tan exitoso fue el producto que el gigante Molinos Río de La Plata, que venía siguiendo el caso con lupa, compró Chocoarroz en quince millones de dólares a mediados de 2012. Para más, los tres hijos de Hertz tomaron las riendas de la firma y, en estos días, lanzaron My Urban, “el alfajor que va a revolucionar el mundo”, según el afiche que empapela las calles de la Ciudad.
En los últimos meses, las empresas que producen alfajores en el país (Kraft, Bagley, Jorgito y Guaymallén son las que más facturan) se están sacando los ojos para ganar un puntito de mercado. Kraft relanzó el de mousse Suchard, ochentoso hito alentado por los consumidores en las redes sociales, a un precio muy bajo ($ 4,50) si se lo compara con otros alfajores del segmento premium, que cuestan por encima de los $ 7. Busca serrucharle el piso a Cachafaz, que gana en la franja más alta y también se viene quedando con una porción importante de los consumidores de Havanna. Hasta se dice que el Cachafaz es tan rico porque sus dueños le robaron la receta del chocolate a un viejo maestro pastelero que trabajó en Havanna en los ‘80. También se acusa a Cachafaz de copiar el envase del viejo Suchard. El hecho es que, hasta el momento, ninguna compañía niega o desmiente estas versiones de espionaje marcario, incluso cuando se rumorea que Suchard está preparando los cañones para meterle un tremendo juicio a Cachafaz.
En medio de la guerra chocolatera, My Urban sale a la cancha con un alfajor premium pero, al igual que Suchard, a un precio insólitamente bajo ($ 5). Aunque para Daniel Belvedere, capi di tuti alfajor tricapi, los My Urban “no tienen nada del otro mundo”. Lo que queda claro es que son la nueva punta de lanza de una batalla sin cuartel para decidir qué alfajor accede, finalmente, al olimpo golosinero.
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