LA INICIATIVA MARTES ROJOS
Las acciones consisten en “despegatinas” masivas de volantes de ofertas sexuales y en denuncias para que se investigue si son casos de trata.
› Por Juan Ignacio Provéndola
”¡No los despegues que después no tenemos a quien llamar!”, grita un repartidor en moto mientras dobla a toda velocidad por Esmeralda y deja a su paso la estela de una carcajada. Un hombre entrecano se arrima, pregunta qué es lo que están haciendo y celebra la iniciativa con una mirada penetrante, aunque no se anima a sumarse, como esas dos mujeres que piden una bolsa y empiezan a arrancar todo lo que se les cruza a su paso. Otros espían, aplauden a destajo o se burlan en voz baja. Las escenas se repiten a lo largo de la calle Corrientes, donde Buenos Aires fatiga la vigilia de su insomnio eterno con pizzerías al corte, librerías de saldos, vedettes estalladas en marquesinas urgentes y toneladas de papelitos encastrados en paradas de colectivos, teléfonos públicos o containers de basura. A través de eufemismos infames como masajes, caricias y conejitas, publicitan la oferta sexual que la ciudad ofrece a quien guste un rato de placer sin compromisos afectivos ni morales.
La iniciativa, a la luz del día y en hora pico, no resulta indiferente para nadie. Se llama Martes Rojos y consiste en masivas “despegatinas” de los tradicionales volantes en puntos estratégicos de la ciudad. “Es una acción simple para reflejar un problema complejo”, define Guadalupe Urriticoechea, una de las impulsoras de una movida que comenzó una semana después del polémico fallo a través del cual la Cámara Penal de Tucumán absolvió a todos los imputados por la desaparición de Marita Verón. El nombre surge de la combinación entre el día escogido para realizar la recorrida por el microcentro y el color de las bolsas donde colocan los volantes arrancados. “El rojo llama la atención de los transeúntes. Además son bolsas de residuos patológicos que de alguna forma simbolizan que esas mujeres son usadas como basura”, apunta Guadalupe, que junto a otras mujeres comenzó a realizar las convocatorias a través de redes sociales y hoy ya llevan más de 30 acciones no sólo en el microcentro sino también en otras zonas calientes del rubro como Once o Recoleta.
Lejos de instalarse como una acción moralista para enjuagar culpitas burguesas, Martes Rojos procura advertir que detrás de esos insulsos papelitos pueden esconderse mujeres obligadas a satisfacer goces ajenos bajo secuestro, amenazas y cualquier otra estrategia de sumisión propia de una red de trata que, a diferencia de lo que muchos creen, no sólo opera en whiskerías y cabarets sino también en los denominados “privados”, destinos frecuentes de este tipo de propuestas. Por eso, la ONG evita el peligroso lugar común de creer que las mujeres convidan sus servicios por simple “vocación laboral”, tal como muchas veces postulan los propios tratantes. “Detrás de cada volante hay una cadena de personas que logran beneficios económicos a costa del cuerpo de una mujer, en una cadena de sucesivos eslabones conformada no sólo por el que la explota sino también por el que encarga esos volantes y el imprentero. Lamentablemente nos hemos acostumbrado a la presencia de los papelitos”, explaya Guadalupe.
Una ley de 1999 prohíbe en la Ciudad de Buenos Aires los volantes “que tengan por objeto la promoción explícita o implícita de la oferta sexual que se desarrolla y/o facilita en establecimientos”, los que hagan referencia “a la solicitud de personas destinadas al comercio sexual” y también los que “incluyan imágenes de contenido sexual vinculados a la promoción de la oferta o comercio del sexo que lesionen la dignidad de la persona”. Sin embargo, cualquier humano de a pie podrá embadurnar un poste en plasticola a la vista de todos y pegar tantos papelitos como desee mientras las fuerzas de seguridad se distraerán combatiendo otros delitos temibles como los autos mal aparcados o la venta ambulante en mantas. Eso sí: podrás recibir el escarnio público por despegarlos sin que se ruborice ningún guardián del orden, tal como les sucedió a varios activistas en Once, quienes a través de una asociación vecinal le exigieron a la comisaría del barrio que las comience a escoltar en una tarea que, de hecho, les correspondería a ellos.
La creatividad para intimidar no reconoce límites: “A veces nos sacan fotos, nos dicen que nuestros maridos van a puteros o denuncian que somos prostitutas de la competencia. A esa gente no hay que enfrentarla, pero tampoco hay que temerle”, defiende Guadalupe. Después de recogerlos en las bolsas, la gente de Martes Rojos toma un volante de cada ejemplar y realiza la denuncia correspondiente a la Unidad Fiscal de Asistencia en Secuestros Extorsivos y Trata de Personas. Mientras tanto, siguen trabajando en una plataforma virtual (www.martesrojos.org.ar), donde también pueden contactarse quienes estén interesados en replicar las acciones en otros barrios de la ciudad y otras ciudades del país para seguir levantando las banderas de una batalla cultural que flamea en la media asta de nuestra indiferencia cotidiana.
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