EL PLACER DETRáS DE ROBOT COMBAT LEAGUE
Este show televisivo recupera el edificante sabor de ver a licuadoras tuneadas agarrándose a motosierrazos y martillazos. ¡Pero sin sangre!
› Por Javier Aguirre
Tal vez sea una etapa superadora de la tan disfrutada (¿tan disfrutable? ¿quién se hace cargo?) violencia por TV. “Pero sin sangre”, diría el Salmón, y algo tentador habrá en ver peleas a muerte en las que nadie muere, en las que ni siquiera nadie sale lastimado y en las que el único derramamiento que hay en el ring es de tornillos, chispas y rulemanes. El estreno de Robot Combat League marca el regreso a la oferta televisiva de las peleas de robots, género que bien podría ser el eslabón perdido entre el más pretencioso mundo geek-tecno-nerd-friki, de un lado, y el más pochoclero consumidor de trompadas, explosiones y humaredas, del otro.
El placer de ver dos robots dándose golpes con cada órgano de sus cyberanatomías (manos, pies, hachas, lanzallamas, martillos, motosierras) no es nuevo, claro. A fines de los ‘90 y principios de los 2000 la saga de Robot Wars –tanto en su versión norteamericana, como en la de la BBC– amenizaba las medianoches del delarruismo y el duhaldismo con combates entre máquinas bastante artesanales. Se trataba de aparatos con aspecto vetusto (los robots, no esos ex presidentes), presuntamente construidos por las “escuderías” o equipos que competían en el programa, y que resultaban más parecidos a una licuadora tuneada con ruedas y motosierra que a un sofisticado cyborg preparado para el alto rendimiento deportivo. Esas maquinolas horribles, casi tiernas, manejadas a control remoto y que se abollaban a hachazos entre ellas, dieron pie a distintas parodias y homenajes, desde Los Simpson hasta The Big Bang Theory.
Pero la tecnología no ha hecho la plancha, precisamente, en la década que pasó entre la cancelación de Robot Wars y el estreno de Robot Combat League. La nueva generación se llenó la panza de Avatar, Transformers, Distrito 9 y andá a saber cuántas otras referencias sobre exoesqueletos electrónicos, ya que ahora los robots tienen forma y escala humanoide, y son dirigidos con los movimientos de brazos y piernas de los participantes humanos del show. Y algo importante: nadie insinúa que los luchadores fueron diseñados por los participantes (que ya no son “científicos locos”, sino los típicos cartonazos de todo reality), sino que está blanqueado que los muñecos son patrimonio tecnológico del show. A pedir del merchandising.
* Lunes a las 22 por SyFy.
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