BLACK SABBATH, CARAJO
› Por Mario Yannoulas
Cuando Ozzy anunció Into the Void, no sólo estaba introduciendo una canción enorme: estaba explicando qué pensaba hacer Black Sabbath con nuestras cabezas. “En el vacío”, ahí planeaban tenerlas durante un rato. Después del deleite y la felicidad, el impecable show en La Plata terminó siendo una problematización sobre la cuestión del tiempo.
Fruto de la etapa más cannábica del grupo, la letra del tema –segundo en la lista, un puñetazo– propone un viejo y quizá gastado leitmotiv del rock: no intentar cambiar lo que hay, sino escapar hacia la nada. En este caso, al vacío, donde quienes logran huir de la Tierra “construyen un hogar en el que el amor es duradero, hay paz y felicidad todos los días”. Entones, la utopía es el no-tiempo, el no-espacio, el no-mundo. Además de enunciarla, Sabbath se propuso construirla a modo de fantasía durante casi dos horas. ¿Y por qué importa esto? Porque hay dos paradigmas posmodernos que parecen chocar constantemente, hasta desenfocarnos: que lo viejo es bueno por ser viejo; que lo nuevo es bueno por ser nuevo.
Aquella noche, la tensión entre pasado y presente, tan propia de la cultura pop, voló por los aires en una cita obligada con lo trascendente. “¿Es éste el fin del principio? ¿O el principio del fin?”, se preguntan en el reciente disco 13, como metiendo el dedo en la llaga sobre el legado del grupo. Mientras suena Children of the Grave, poco de eso interesa.
Geezer Butler es una pared. Tony Iommi proyecta maldad y belleza hasta justificar a quienes lo comparan con Dios. Ozzy Osbourne está ajustado, canta bien. Y Tommy Clufetos, que reemplaza al original Bill Ward, cumple su papel a la perfección. El sonido cachetea. Casi que ni importa que estemos viendo a una de las pocas bandas que junto con su obra crearon un universo. No interesa que sea probablemente la primera y última vez que podamos toparnos con esta formación en la Argentina. Todo parece basura pseudopublicitaria cuando lo sustancial nos completa. Lo que estamos presenciando no puede ser igualado por nada que hayamos visto en YouTube.
En esta compulsiva excavación sobre las cenizas del pasado, Black Sabbath nos demostró que su historia –y con ellos la génesis del heavy metal– no era una ucronía. Gente de verdad, música de verdad, poca pirotecnia, conexión humana. Under the Sun, Behind the Wall of Sleep y Black Sabbath –nada menos que la piedra basal del género pesado– alcanzaron para esterilizar los debates sobre lo que se debe disfrutar o no. Así fue la excursión al vacío: seamos libres, lo demás no importa nada.
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