Jueves, 13 de febrero de 2014 | Hoy
AGUAS(RE)FUERTES
Los chicos están bien. El problema son los adultos.
Por Javier Aguirre
La pasión tiene buena prensa. A tal punto que aun la pasión desmedida –descerebrada, peligrosa– genera más pulgares arriba que la tibieza o la sensatez. Aquello de “dejar todo por ir a verte”, de que es válido dejar todo de lado cuando la pasión llama a la puerta, suena casi a lugar común. Es lo mismo si el motivo es Divididos o Boca Juniors. Y es lo mismo si lo que se deja de lado, en pos de venerar esa pasión, es el cumpleaños del plomero o... tu propia hija.
Tanto decir y escribir, tanto leer y escuchar aquello de “dejarlo todo”, que uno lo toma al pie de la letra y va, nomás, y lo deja todo. Todo, hasta a su niña. Y aquí viene el periodismo: es el caso del padre que dejó a su hijita encerrada en un auto, el último fin de semana, para asistir al concierto que dio el trío de Ricardo Mollo y Diego Arnedo en los carnavales de Lincoln.
El toque de melodramática cordura, con video en Internet y todo, lo brindó, cual inspirado solo de viola, el propio Mollo, al interrumpir el show y, desde el escenario, con la nenita en sus brazos, invitar al padre a retirarla con un: “Vení a buscar a tu hija, animal”. Aunque, como diría un ambientalista, no debe existir especie animal alguna –ni las hienas ni las babosas– capaz de entregar (o de poner en riesgo) a sus crías por un puñado de canciones. Y aunque luego del escándalo Luciano Silva, el padre en cuestión, acusara vía Facebook a la madre de la niña por el encierro.
El episodio resuena en otros episodios. Como –ay– los escalofriantes testimonios sobre la guardería en los baños de República Cromañón en la noche de la masacre. O como –guau– los coloridos informes periodísticos veraniegos sobre el perro dejado en el auto, al sol, mientras los dueños hacen las compras y, al regresar, descubren que el calor se cobró una nueva víctima. O como –uf– el trágico final de Cujo (el de la novela de Stephen King, no así el de la película) con la madre y el nenito encerrados en el coche mientras un San Bernardo rabioso acecha fuera.
“Las prioridades son las prioridades”, dijo Mollo en el escenario, con gesto bonachón de rescatista casual, mientras el padre en cuestión iba a buscar a su nena, que permanecía adormecida, o asustada, en los brazos del músico. Y así, el rock argentino se ha anotado otro poroto indefendible.
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