LA UTOPIA DE FRENAR LA PIRATERIA EN INTERNET
Tapar el sol con la mano
Ventas online de canciones por unidad, posibles acciones legales, Madonna repitiendo “¿qué carajo estás haciendo?”, nuevos sistemas para evitar downloads y copias caseras. Intentos por frenar la marea.
Por Roque Casciero
Después de años de llegar tarde a los cambios provocados por los avances tecnológicos, las grandes compañías discográficas recargaron el disco rígido de ideas. Resultará difícil que toda una generación que se acostumbró a conseguir música gratis ahora vuelva a pagar por obtenerla, pero al menos se dieron algunos pasos. ¿Esto es bueno o es malo? Por ejemplo, se abre el juego para que Sony y Universal empiecen a vender canciones online precisamente a través del software que los hizo tambalear y entablar onerosas batallas legales: Napster. La invención de Shaun Fanning será relanzada para venta de mp3, ya que la empresa que la adquirió ahora también es dueña de Pressplay, el sistema que utilizaban esos dos sellos multinacionales. Los otros tres grandes competidores (Warner, BMG y EMI) ya tienen en funcionamiento MusicNet, un modelo parecido. Por ahora los resultados no han sido deslumbrantes: la mayoría de los usuarios no están acostumbrados a pagar una suerte de suscripción para bajar canciones, y la oferta tampoco tiene la variedad que puede encontrarse en los sitios gratuitos como Kazaa o Soulseek. Además, hay restricciones muy fuertes con respecto a cuántos mp3 se pueden bajar por mes y también con las posibilidades de transferir esa música a un CDR o a un reproductor portátil.
Lo que parece ofrecer resultados más alentadores es el servicio iTunes que implantó hace poco otro gigante de la computación, Apple. A diferencia de los sistemas de suscripción, éste plantea downloads inmediatos de una interesante variedad de tracks a un precio fijo de 99 centavos de dólar cada uno. Desde que comenzó a funcionar a principios de este mes, se han bajado más de un millón de canciones por semana. ¿Será éste el modo en el que se comprará la música en poco tiempo? Visto desde la Argentina, suena utópico: la cotización del dólar provoca que hasta los que quisieran pagar, terminen haciendo click en los iconos de los sistemas de intercambio gratuitos.
Las discográficas siguen adelante con juicios como el que obligó al cierre de Napster en julio del 2001, pero son conscientes de que ese camino sólo conduce a poner palitos en la rueda a una maquinaria gigantesca: apenas logran clausurar un sitio, crece en importancia alguno de sus clones. Para desacreditar a los sistemas gratuitos, y que los usuarios empiecen a mirar con mejores ojos a los pagos, los sellos han emprendido campañas en las que el miedo y la confusión son los ejes centrales.
Miedo. A fines de abril, 2 millones de usuarios de Kazaa y Grokstek que quisieron bajarse ciertas canciones se encontraron con un mensaje que les informaba que podían “afrontar riesgos legales” si continuaban con su intento. La idea era transmitírselo a quienes se escudan tras seudónimos, que pueden ser rastreados y enjuiciados. Las dos empresas que proveen el software de intercambio de archivos no pusieron objeción a esta práctica por parte de la Recording Industry Association of America (RIAA), la entidad que nuclea a los sellos. Pero sí cuestionan qué clase de resultados pueden obtener. “¿Esto va a asustar a nuestros usuarios?”, se pregunta Wayne Rosso, presidente de Grokstek. “No sé. Pero sí puedo decir algo: nuestros usuarios son mucho más piolas que la RIAA”. Marcos y Carlos son porteños que acuden al Kazaa para conseguir música; ninguno recibió el anuncio amenazante, pero igual imaginan su respuesta: “Sí, vení a buscarme. Fuck you”, dicen entre risas. “Solamente una nena de la primaria que se baja Bandana se puede asustar de algo así. Mirá si van a venir a hacernos juicio a nosotros...”
Confusión. Ya se hizo costumbre que los discos de artistas importantes aparezcan antes en la red que en las disquerías (Oasis, Eminem, más recientemente Radiohead). Para contrarrestar esto, que además le da una ventaja a los piratas industriales (consiguen el mp3 y el disco trucho sale de ahí), Madonna sobrecargó los sitios de intercambio con archivos falsos con los nombres de las canciones de su nuevo álbum. En lugar de losavances prometidos, se escuchaba a la diva decir: “¿Qué carajo te creés que estás haciendo?”. Después de bajar diez veces lo mismo, se supone que la mayoría de los usuarios se cansa y desiste. El efecto de este método se pierde apenas el disco está en la calle y cualquiera puede subirlo a Internet, pero al menos así las compañías ganan algo de tiempo y sus discos salen antes que los piratas.
Con ese mismo objetivo, la compañía EMI ha puesto en práctica dos tácticas. La primera es que los avances de los discos lleguen a cada sucursal del mundo con una “marca de agua” que puede ser rastreada: si empiezan a circular copias obtenidas del original que llegó a la Argentina, por ejemplo, el presidente de la filial estará en serios problemas. La otra es el sistema Copy Control, con el que salen casi todos los discos de ese sello: supuestamente, el CD detecta cuando lo lee una computadora y corrompe la información para que no pueda ser copiada. Copy Control no está libre de crackeos, pero es efectivo con muchos CD-Roms, se consuelan los ejecutivos de la discográfica. Aunque la solución al problema de la piratería se ve, todavía, como una utopía.