Jue 19.06.2014
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UN FESTIVAL QUE DEJA SIN COMBUSTIBLE

Te voy a hacer Sónar

La cita catalana de la música de avanzada y el arte audiovisual presentó una interminable nómina de grandes y pequeños valores del baile mundial.

› Por Yumber Vera Rojas

Desde Barcelona, ESPAÑA

Son las cinco de la mañana del domingo y aún faltan 15 minutos para que el DJ canadiense Tiga tome las bandejas. Por lo que hay que decidir ahora si se invierte lo que resta del tanque en el glorioso baile final o si se abandona la marcha rengueando (por las ampollas, por los calambres, por el agotamiento), aunque con la dignidad en alto, pues los últimos tres días fueron una maratón de música electrónica para la que 109 mil personas, provenientes incluso de países de los que se aprende su existencia a través del desfile inaugural de los Juegos Olímpicos, se prepararon a lo largo de los últimos meses. A pesar de que el adjetivo “histórico” provoca urticaria a causa de los comentaristas deportivos, cuya verborrea está seteada por el “verde césped”, el Sónar reciente, una experiencia adrenalínica capaz de cambiarle la vida a cualquiera, alcanzó literalmente esa connotación debido a que, tras tirar la casa por la ventana en 2013, por la celebración de sus dos décadas, en esta ocasión reinventó su concepto.

Desde el fin de semana previo a que se develara el telón de esta edición del festival barcelonés de música avanzada y new art media –que entre el 12 y el 14 de junio le raptó a Berlín su status de capital mundial de la electrónica– y hasta el día después de su realización, en la Ciudad Condal se palpó el beat a toda hora y en cualquier rincón debido a las fiestas que organizaron sellos, marcas de bebidas energizantes o promotores locales, cuyos carteles, que fueron creciendo paulatinamente en la última década, incluyeron a exponentes tan capos como los de este Sónar o que alguna vez pasaron por su programación. Pero al tiempo que la gente loca por el baile agitaba desde la pileta, la arena o la pista estos eventos paralelos, a los que se podía asistir sólo por invitación o en otros casos pagando, la industria del género los aprovechaba para negociar un remix, pactar una colaboración o para enterarse de que en Londres se abrieron cafés en los que la gente puede ir a bailar antes de entrar a laburar por la mañana.

Al igual que en años anteriores, este Sónar se desarrolló en un formato diurno y otro nocturno. El primero comenzó el jueves en la Fira de Barcelona (Montjuïc), con Plastikman como estrella. Tras su alter ego, el productor y DJ canadiense Richie Hawtin presentó su nueva obra, Objekt, tras estrenarla en 2013 en el museo Guggenheim de Nueva York, donde aprovechó para grabar Ex, su más reciente producción discográfica. Hubo que esperar hasta que cayera el sol, luego de disfrutar de las intervenciones de la sueca MØ, novel diva del pop trapero, del show en vivo del danés Trentemøller con Lost, su flamante disco, y de las bailarinas del luminoso concepto audiovisual del japonés Daito Manabe, para deleitarse con una performance que trasladaba el protagonismo del artista al acto en sí. A manera de ritual tribalista, la atención de la propuesta del icono del minimal techno la captaba un monolito negro, plantado en el medio del recinto, en el que se proyectaban imágenes sincronizadas con la música.

Minutos antes de que Plastikman largada a su show, Despacio colgaba las bandejas del primero de sus sets: seis horas cada uno, las tres fechas del Sónar matinal. Al igual que en la puesta de Hawtin, el laboratorio conformado por James Murphy y los belgas 2manydjs se mantuvo en la línea de que la atención del espectáculo se centrara en torno a la ceremonia del baile. Por lo que la compañía de sonido McIntosh reunió al tándem para que llevara adelante una movida que invocaba, hasta en el acondicionamiento del espacio, ese underground seminal de la cultura clubera en el que la música disco advertía su evolución hacia el house. Sin duda, se trató de uno de los momentos memorables del capítulo 21 del festival, así como la vuelta a los escenarios, en la primera fecha nocturna del evento, del canadiense Caribou, el tenor groovero de su compatriota Kaytranda, la confirmación del noruego Todd Terje entre las figuras del dance actual, el bucolismo techno del alemán Recondite y el camaleonismo del inglés Four Tet.

Ese viernes en la noche, en la Fira de Barcelona (Gran Vía), su otra sede, el diálogo sonoro entre la dupla noruega Röyksopp y la cantante pop sueca Robyn subía al podio de la decepción de un festejo (cuya entrada rondaba los 3500 pesos) en el que participaron 155 artistas de 22 naciones. Al tiempo que los electrocumbieros peruanos Dengue! Dengue! Dengue! fueron emisarios latinoamericanos del Sónar 2014, el sudafricano Trancemicsoul, ayudado por el calorcito primaveral, la rompió con su deep house, lo mismo que los islandeses FM Belfast con su arengue bastardo y el estadounidense Oneohtrix Point Never con su hermosa distopía musical. Aunque el toque de color provino del propio público: con las cadenas bling bling con el nombre del festival que repartían en el predio, desfilando el look del verano, y sacándose las ojotas para palpar la grama artificial.

Pero lo que diferenció al festival, e incluso le permitió exportar su marca a otros países, fue su condición de caldo de cultivo de la vanguardia artística. Y es que mientras la multitud se dejaba contagiar por el color del baile, en la edición de día sucedía el Sónar+D: congreso internacional que reunió a profesionales de las industrias creativas, tecnológicas y culturales, y en las que se contemplaron obras como Unidisplay (instalación del alemán Carsten Nicolai) o a Simon Reynolds lanzando su libro Energy Flash. Todo un copetín para que, después de que Neneh Cherry presentara su primer álbum en 16 años, Massive Attack cerrara el sábado el Sónar 2014 con nuevo espectáculo (similar al audiovisualmente político que llevó a Buenos Aires en 2010, aunque más afinado), Nile Rodgers confirmara su chapa de pionero de la música de baile (Get Lucky incluido), y el galo DJ Snake y los ingleses Rudimental demostraran que son los flamantes reyes de la fiesta. Y claro, no hubo que pensar mucho para entregar el resto con Tiga.

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