Jueves, 7 de agosto de 2014 | Hoy
LOS UTOPIANS NO SON NINGUNOS VáNDALOS
Tras “diez años comiendo arroz con atún”, grabaron en Sonic Ranch y gozan del cambio de signo hacia un under más rockero.
Por Juan Barberis
A esta altura, Barbi Recanati ya sabe muy bien qué necesita cada nuevo disco de su banda. “El desafío más grande es no repetirse. No es buscar algo distinto a la industria sino algo distinto a vos”, dice la cantante de Utopians antes de empezar a trazar una odisea alucinante que los tuvo durante un mes en el desierto de Texas, en el medio de la frontera entre Estados Unidos y México, grabando Vándalo, su cuarto álbum. Gracias al sustento de uno de sus sponsors, el cuarteto tuvo a su disposición Sonic Ranch, estudio histórico donde trabajaron leyendas del sello Motown como Diana Ross, The Temptations, Marvin Gaye y The Jackson 5, entre tantos otros. “Pasamos de grabar como podíamos a hacerlo en el mejor estudio del mundo, con los mejores instrumentos y el mejor ingeniero. Si esto no está bueno, te tenés que dedicar a otra cosa”, dice Barbi. “Esa fue la primera vez que me sentí presionada a nivel artístico.”
Para su nuevo disco, Utopians quiso emular el sonido de sus grabaciones favoritas: el acceso al mundo analógico, a la amplitud de frecuencias, la verdadera dimensión del sonido. Nuevamente con Eduardo Bergallo y Hernán Agrasar en producción, grabación y mezcla, la banda buceó en su propio ADN, capitalizando su sonido orgánico y guitarrero y dejando a un lado la explosión habitual del vivo para aportar matices inéditos a sus canciones. “Lo que nos pasó fue una especie de epifanía musical: nos dimos cuenta de que la música que más escuchamos y más nos gusta, muchas veces es mid tempo y no necesariamente está llena de solos, de baterías al palo. Tiene que ver con otra cosa”, dice la cantante. “Acá nos permitimos profundizar y explorar nuestro propio género. Volver a hacer once canciones como las de Trastornados sería muy aburrido.”
Ahora el color de su música, hasta el momento más emparentada con el sonido neoyorquino de los años ‘70, de Patti Smith, Television o Talking Heads, cobra un sabor más ochentoso. “El año que compusimos el disco tuvimos unas referencias medio bizarras: estuvimos escuchando mucho Charly García y Stone Roses”, dice el guitarrista Gustavo Fiocchi. Canciones como Quiero, que cierra el disco, muestran a la banda en tono aletargado, con guitarras reverberantes que avanzan como suspendidas en el aire, mientras la voz de Barbi, que suena a lamento, repite y repite: “Quiero poder decirte algo nuevo, quiero poder decirte algo nuevo”, como si estuviera dándole vueltas a la idea de renovación.
“Intentamos hacer lo que nos pinta de la manera más honesta y coherente posible, tratando de generar un concepto alrededor de Utopians. Si dejamos de hacer lo que nos pinta, es la muerte, es como trabajar en una oficina. La única manera de pasarla bien, divertirnos y justificar el comer arroz y atún durante diez años es hacer lo que nos gusta”, sostiene Barbi.
Incluidos dentro de una incipiente camada de bandas dispuesta a devolverles la potencia y la adrenalina a los shows de rock –junto a exponentes como Eruca Sativa, Connor Questa y Circe–, Utopians parece haber encontrando ahora un campo de acción bastante más confortable. “Nos costó mucho sobrevivir al indie. Cuando arrancamos a tocar era lo que se escuchaba, indie y cualquier cosa que sea diferente al rock”, dice Barbi. “Pero con el paso del tiempo nos dimos cuenta de que Argentina es rock. Es rock y cumbia. El under tiene sus etapas, y ahora creo que se está modificando y está un poco más rockero. El que ahora salga con el charango le va a costar bastante más que hace cinco años. Son momentos. Nosotros estuvimos muy fuera de moda cuando arrancamos, pero sobrevivimos y ahora nos estamos saliendo con la nuestra.”
* Sábado 9 en Club Suixtil, Av. Ramón Hernández 750, Junín. A las 22.
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