PLANTA MADRE, DE GIANFRANCO QUATTRINI
Cumbia, ayahuasca y rock alimentan esta historia de fraternidad y juventud.
› Por Mario Yannoulas
“Rock argentino, cumbia amazónica y un viaje de ayahuasca”, son los ejes que propone la película Planta madre. Sin ahondar demasiado en ninguno, la coproducción argentino-peruano-italiana, estrenada con éxito en el último Bafici, es algo así como una road movie psicotrópica: su razón es el recorrido de Diamond, uno de los Hermanos Santoro (Emiliano Carrazzone, de joven; Robertino Granados, de viejo), apócrifo grupo fundacional del rock argentino, a través de sus fantasmas actuales y el recuerdo del ánimo de los últimos ‘60.
Como singularidad, en la construcción de ese viaje participaron Pipo Lernoud y Ariel Minimal, quien creó la banda sonora. “La mirada de Pipo sirvió mucho para saber cómo se pensaba, cómo se vestían, qué palabras usaban”, explica el director peruano-argentino Gianfranco Quattrini. “El nacimiento del rock en Argentina se dio en un sector muy reducido, en el que todos se conocían, y me interesaba construir los vínculos humanos cuando cambiaba el paradigma del ser joven, el concepto de libertad, de poder crear un mundo para uno mismo fuera de los parámetros establecidos.”
En la figura del protagonista, la vejez entra en pugna con la juventud, representada por el espíritu de una época, en la que era intérprete del cambio cultural. Sin embargo, aquel rock no se muestra del todo sacralizado: “No pensamos que todo tiempo pasado fue mejor. Sí que había una idea comunitaria que hoy no está, y que hoy quizá pase por las redes sociales. Como subtexto, la peli se pregunta si finalmente el trabajo en grupo era tan colectivo o más producto de lo individual. Eso está puesto en la relación entre los hermanos”.
La cumbia aparece como evocación de lo profano en el espacio híper natural de la selva amazónica, donde el Diamond viejo acude al curandero Agustín Rivas, que le presenta a la ayahuasca para poder enfrentar sus demonios personales. “Hay un aspecto espiritual que propone ese viaje de sanación, que requiere salir de la ciudad y ponerse en contacto con la tierra, por fuera de lo establecido como ‘curarse’: ir al psicólogo, tomar un remedio. Si bien Robertino no tomó ayahuasca, la representación de la ceremonia es prácticamente real. Es una película psicodélica, trae el concepto de abrirse a una conciencia distinta”, cierra Quattrini.
* Sábados de marzo en el C. C. San Martín, Sarmiento y Paraná. A las 22.
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