SóNAR, LA CONEXIóN ARGENTINA
Ricard Robles, director del festival barcelonés de música y tecnología, y Matías Loizaga, de la productora PopArt, cronican su nuevo desembarco en Buenos Aires, programado para el 3/12. Los músicos locales que tocaron en Sónar recuerdan sus experiencias allá. ¿Qué ver y por qué?
› Por Yumber Vera Rojas
Después de su fallido asalto en 2006, el Sónar regresa a Buenos Aires con ganas de revancha. Y de la buena. El festival de música, creatividad y tecnología, de origen catalán, desembarcará el 3/12 en el Complejo al Río, de Vicente López, con una propuesta que se aferrará a los valores de la marca, lo que augura una experiencia, más que religiosa, inmersiva. “Sónar no es un festival tradicional ni se parece a Creamfields o a Ultra Music Festival, sino que es una actividad cultural con características únicas”, describe Matías Loizaga, presidente de PopArt Music, productora que, tras la decisión de Daniel Grinbank de bajarse de la candidatura para organizar el encuentro interdisciplinario, tuvo el camino despejado para encargarse. “A diferencia de la primera edición que se hizo acá, cuyo formato fue indoor y más chico, en esta ocasión se verá una versión similar al outdoor de Barcelona”, promete Loizaga, que aclara que se incluirá también el Sónar + D, conferencia internacional dirigida a los profesionales del sector de las industrias creativas, tecnológicas y culturales.
Antes de consumarse en la capital argentina, el festival iniciará su gira sudamericana el 24/11 en San Pablo, para bajar a Buenos Aires, cruzar a Santiago de Chile el 5/12, y concluir el 7/12 en Bogotá. “Organizar un festival no es sencillo. Hay una serie de experimentos de todo tipo, como la definición conceptual, las posibilidades económicas y los espacios”, explica Ricard Robles, uno de los directores del Sónar, que en 2016 replicará el modelo de la aventura latinoamericana en tres capitales nórdicas: Reikiavik, Copenhague y Estocolmo. “Cuando viajamos, nos gusta, por respeto a la audiencia, trasladar la experiencia que más inspire el modelo Barcelona. Y una vez allí, nos arraigamos en la escena local, y exploramos las posibilidades que nos da ese territorio para que el discurso tenga algo más que la invasión extraterrestre o el viaje de un extranjero que pasa y se va. Así que las negociaciones son largas para que el festival no sea una cosa efímera. Buenos Aires es un destino prioritario, por lo que queremos que sea una de las citas importantes cuando llegue el momento.”
Mientras Loizaga anticipa que la segunda edición local del evento hará más hincapié en shows en vivo que en DJ, Robles devela: “Nos interesan los artistas con un perfil único, con una personalidad que trascienda los géneros, y que acaben teniendo su propio territorio. Si bien en algunos casos damos rienda suelta a la electrónica purista, y en otros a la mezcla, siempre está presente el elemento de innovación o de transgresión, que forma parte del ADN del Sónar. Se trata de jugar con los extremos, de mezclar los grandes shows de figuras clásicas con el talento emergente, sobre todo en el apartado de música de baile, en el que se incorporan generaciones que nacieron después de que surgiera el festival, y que ya no tienen al house o al tecno como referencias, sino que su abanico es mucho más amplio. Esta es la vocación eterna del Sónar: probar el ingenio donde esté, intentar captar el pulso de la actualidad y buscar a aquellos artistas que mejor lo representen”.
A partir de su vigésima edición, en 2013, el Sónar refrescó su identidad, y de eso dará constancia en su vuelta a Buenos Aires. “La celebración de los 20 años renovó su relato, recuperando además los orígenes de este vínculo entre creatividad y tecnología, pero descubriendo un espacio que nos permita imaginar y explorar”, dice Robles, desde Barcelona, y en exclusiva para este suplemento. “Desde entonces desarrollamos Sonar + D, con el que intentamos que Barcelona se convierta una vez al año no sólo en capital de la música electrónica sino en centro de la cultura digital. Hay un perfil nuevo de artista que empezó a utilizar la tecnología, aparte de en su proceso creativo, en su cotidianidad, al igual que el resto de los ciudadanos. Lo que le proporcionó posibilidades de desarrollar su carrera de manera más eficaz. Sónar + D pretende reunir esos mundos, el cultural y el tecnológico, dentro de un ágora.”
Además de la aspiración de que el público disfrute de una experiencia sin parangón, el Sónar Buenos Aires, para el que se esperan entre 25 y 30 mil personas, pretende igualmente proyectar la escena nacional vinculada a la modernidad sonora. “No tengo la menor duda de que el festival se volverá a hacer en el país, de que tendrá su propia identidad y de que irán artistas locales a Barcelona”, asegura el hombre fuerte de PopArt. “Existe el compromiso y la intención de colaborar.”
Si bien desde la Ciudad Condal confirman que esto sucederá, también justifican la carencia de artística local en la matriz catalana. “Tenemos figuras sudafricanas o islandesas porque estuvimos allí. Así que cuando vayamos a Argentina, esto acabará revirtiéndose en la presencia de artistas de allá en el Sónar de Barcelona”, apunta Robles. “No ponemos el mapamundi encima de la mesa al momento de programar, ni hay una voluntad de equilibrar continentes y géneros. Aunque tampoco existe la intención de dar preponderancia a los mercados dominados por el circuito anglosajón. El festival se inspira en cualquier rincón del mundo al que tengamos acceso.”
El regreso del Sónar a Buenos Aires sucede a 15 años de la primera invasión argentina en la Premier League de la vanguardia sonora. Al séptimo festival barcelonés asistió una delegación que ofreció un justo paneo de los diferentes matices de la electrónica patria de la transición de década: Leo García y Gustavo Lamas con su laboratorio sonoro Rascacielos, Leandro Fresco, Pablo Reche, Jorge Haro y Diego Ro-K formaron parte de una expedición condimentada por la participación de Gustavo Cerati, quien incursionó en el evento con Ocio, dupla que compartía con Flavio Etcheto.
“Fuimos los primeros no sólo de Argentina, sino de América latina en el Sónar”, se enorgullece Reche, al tiempo que Fresco evoca la manera en que llegó el convite. “Angel Molina vino a tocar a Morocco, que era el punto de convergencia de la electrónica local, y le acompañó Ricard Robles como manager. Se llevaron el catálogo de Frágil Discos, del que fui parte, y descubrieron una escena incipiente de gente muy joven. Les gustó tanto la propuesta del sello que nos invitaron.”
Al igual que Leandro Fresco y Rascacielos, Ocio acudió al festival como parte del pelotón de Frágil Discos, que lanzó en 2000 una colección de eps-objetos, diseñado por Alejandro Ros, entre los que se encontraba Insular, el primer trabajo del tándem. “Nuestra participación fue un salón con stands de sellos del mundo, en donde tocamos tracks de Insular y de Medida universal, con algo de gente y amigos”, ilustra Etcheto. “Estábamos de gira con Bocanada, pero se produjo una impase, y lo hicimos. Nos entusiasmaba poder ir y la pasamos bien. Aprovechamos para ver los shows de varios artistas, de los que rescato los de Super Collider y Autechre.” Reche recuerda: “Gustavo siempre fue uno más de nosotros. Ocio tocó en la feria de discos, Rascacielos en el Macba y yo en una iglesia. Todos nos presentamos en la tarde, salvo Ro-K, a la noche. No sólo estábamos en el festival más importante del mundo, sino que fuimos en la época en la que se produjo el boom global de la electrónica”.
Mientras que Reche y Haro, quienes llegaron al evento a través de sus contactos en España, representaban la punta experimental de la electrónica argentina, Ro-K personificaba el perfil más pistero. “La gente de Ecler (empresa barcelonesa de mixers) vino a Buenos Aires a presentar sus equipos y me pidieron que pasara música para mostrar su funcionamiento, lo que derivó en mi participación en el Sónar”, explica el DJ, que a fines de los ‘90 era residente en Morocco, por lo que fue al festival en calidad de figura de Frágil Discos. “Ese Sónar contaba con varios artistas que me encantaban, como Gigolo, Carl Cox, Jeff Mills, Richie Hawtin, DJ Hell y Marc Almond. Sin dudas, moverse entre esa gente me dio un gran placer. En esa época tenía mi programa de radio, y andaba con mi grabador sacándole frases a los DJ estrellas. Personalmente, estar en el Sónar me sirvió para medirme y me abrió las puertas para acceder a varios clubes europeos.”
A pesar de que la hazaña argentina en el Sónar es prácticamente ignota en el país, sus protagonistas la atesoran. “Me parece que los logros de esa época no salieron tanto a la luz”, lamenta Ro-K, que este año celebrará las dos décadas del primer vinilo de su dúo D+D (con Diego Cid) con un EP. A Reche, le permitió una mayor exposición local. Para Etcheto, quien prepara una edición de material inédito de Ocio, lo mejor de esa experiencia fue disfrutarla junto a Cerati. Y Leandro Fresco será el único integrante de esa troupe que tendrá la oportunidad de revivir la aventura Sónar, pues, al lado de Poncho, es el artista nacional confirmado para la inminente versión local del festival. “Me siento como pez en el agua”, advierte el músico y productor que lanzó este año, a través del sello alemán Kompakt, su nuevo disco: El reino invisible. “Justo recibí un mail de Angel Molina, y le conté que iba a estar en el Sónar de acá, porque él estuvo en el que se hizo ahora allá. Me encantaría volver.”
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