Jueves, 17 de diciembre de 2015 | Hoy
AGUAS(RE)FUERTES
La camiseta más linda del mundo y el futuro de la indumentaria.
Por Luis Paz
La ropa deportiva es el futuro de la indumentaria. Al menos el inmediato. Podría ser un anuncio volátil, afincado en cómo el calzado fue encapándose desde sencillas zapatillas de lona (Converse) a mediacañeras skaters (Vans) a atléticas zapas (New Balance) a la nave mainstream Nike Air Max (modelos en todo caso recapados para otro ciclo de abuso popular), o en cómo el jean sobrevivió merced a su recurso al práctico elastizado. Pero no son cosas de tendencia sino de ciencia: la ropa deportiva integra avances en materiales, diseño, confección, confort y utilidad, imbricando como pocos espacios de la vida social a la tecnología y el arte, sea para el campo nac & pop –el wachimovimiento turro expandió los límites de la calza, anexándole encaje, tajos, flecos, engomado, textura reptileana, flúo y chala feroz al spandex – o el latinoamericano –con Maduro y Fidel como eventuales representantes de una comandancia de Estado en jogging–.
Cuando los socios Oscar Cox y Mario Rocha propusieron a la Asamblea General Extraordinaria del club brasilero cambiar los colores de la camiseta del Fluminense de ceniza y blanco a rojo, verde y blanco, no imaginaron que más de un siglo después esa casaca fuera a ser elegida como la más linda en una encuesta mundial. El cuento del más hermoso diseño del futebol brasileiro y uno de los más agraciados a la vista de todo el international football está en A camisa mais bonita do mundo, casi una novela gráfica didáctica y bella firmada por Carlos Santoro, Heitor D’Alincourt y Dhaniel Cohen del área Flu-Memoria, que por estos días tiene montada en el coquetón Estadio das Laranjeiras una muestra que repasa la historia del divino trapo tricolor.
Telé Santana, Ronaldinho, Fred, Thiago Silva, Tino Asprilla, Deco, Manu Lanzini y hasta Luis María Rongo (el sucesor de Bernabé Ferreyra en River, que en el ‘40 fue a jugar al Flu y comparte el récord de más goles hechos en un sólo partido, seis en el 9-0 contra São Cristóvão del 20/7/41) usaron la de bastones, en períodos de diseños fabulosos, desde la primera camisa (manga larga, botones... ¡camisa!) a la monumental de algodón con cordón, a modelos preciosos como el que Rivelino portó, de impecable mostacho, con cuello y manga corta puño blanco. De eso a las últimas décadas, con otras a cargo de desarrolladores de bellezas del vestir como LeCoq Sportif, Penalty y Adidas, la camiseta del Fluminense se impuso oblicua ante la elegancia, la utilidad y el fetiche, con ediciones anecdóticas como la que en 1997 vistió otro ídolo, Renato Gaúcho, patrocinada por una MTV en su pico pop.
Una camiseta con los colores más trasnacionales del mundo –los navideños– no podía fallar, pero por su importancia como arte textil y su impronta de futuro habrá que poner a la “camisa mais bonita do mundo” en el Olimpo de la indumentaria, equidistante de la minifalda, los Dr. Martens y la remera batik.
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