Jue 12.05.2016
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SOLFEO Y EDUCACIóN FíSICA EN LA CURRíCULA DE LOS ESPíRITUS

LOS SONIDOS DE LA SELVA

Con Gratitud, publicado el año pasado, el clan que comandan Maxi Prietto y Santiago Moraes (autores además de dos notables discos en solitario en 2015) se confirmó como un grupo capaz de procesar la sobreinformación cruzada de esta época y creció sobre la plataforma de sus shows, esas memorables experiencias, tanto espirituales como físicas, que ahora sacarán de paseo por México.

› Por Juan Barberis

Hace unas semanas, Los Espíritus subió a YouTube el video de Caen las lluvias, una canción inédita, abolerada y bamboleante, que tiene a Maxi Prietto conectando con algunas de las cosas que últimamente lo interpelan de modo instintivo: el campo, el sol, el mar, las estrellas. Mientras suelta preguntas como “¿Qué será del sol? ¿Quién verá el amanecer?”, un encadenado de capturas del público en cámara lenta -cuerpos transpirados bailando en trance durante un show de principios de año en Niceto Club- muestran el efecto físico que hoy define el vivo de la banda. “Recién ahora me estoy concentrando en el ritmo, me parece cada vez más importante”, dice Prietto. “Faltaba adueñarnos de esa fiesta, una en la cual podamos sentirnos cómodos.”

Después de años de cantarle a la melancolía casi de espaldas al público, Prietto tiene ahora con Los Espíritus una orquesta calibrada que aporta groove y cierta extroversión a su ADN de canción ensimismada, mezcla de folk lo-fi y blues rock. El disco Gratitud, publicado en octubre y elegido en la encuesta anual del NO como uno de los tres mejores lanzamientos nacionales de 2015, resulta la síntesis más lograda y efectiva de esa pócima cancionera y lisérgica definida junto a Santiago Moraes, su actual socio compositivo. “Queríamos que fuera un disco amazónico, que tuviera esa cosa más tribal”, apunta Prietto. “Fuimos en busca de algo más viejo, algo que remitiera a la tierra sin una época determinada.”

Durante esos cuatro días de marzo de 2015, Gratitud no estaba en los planes de nadie. La banda había pedido prestado a amigos y conocidos una consola de audio, amplificadores y micrófonos para grabar cuatro canciones nuevas en su sala, montada en el bar cultural Plasma, por entonces en obra, llena de bolsas de cemento, polvo y escombros. Sería sólo el paso previo a la grabación de su segundo disco, posiblemente en ION, pero las jornadas se volvieron demasiado productivas. “Había más dudas que otra cosa, no sabíamos bien lo que estábamos haciendo”, dice Moraes, que toca la guitarra y canta. “Pero grabando ahí la manija pudo más y salió todo el disco muy rápido.”

Lanzado de manera gratuita en Bandcamp, Gratitud confirma a Los Espíritus como un proyecto capaz de procesar la sobreinformación cruzada de la época: ahí conviven desde Howlin’ Wolf y Muddy Waters hasta Tanguito y Fela Kuti. Y también, en reacción natural a la corriente de indie rock que gobernó el under nacional de la última década, como una experiencia tanto espiritual como física. “La corriente indie, de la cual siento que vengo, fue quizás más pensante que otras músicas, un público más consciente, más minucioso”, dice Prietto. “Creo que es como cualquier intelectual que se olvida de lo más básico: el cuerpo.”

Maxi Prietto y Santiago Moraes se conocieron a los 15 años en los pasillos del colegio Nicolás Avellaneda y se hicieron amigos gracias a su amor en común por Nirvana. Como eran solitarios, se pasaban los fines de semana emborrachándose mientras dibujaban con crayones, escribían cuentos o escuchan discos, hasta que en 2004 formaron Dasfemme-ins, una banda con la que tocaron varias veces en vivo y hasta grabaron un disco que jamás editaron. Aunque era uno de sus primeros intentos colectivos, Prietto ya era un compositor que hacía discos de manera compulsiva en su computadora hogareña (solamente en 2002 acumuló cinco). “Yo era plenamente consciente de que mi amigo era un artista zarpado. Aunque lo hacía en la casa, para mí era como Lou Reed”, asegura Moraes. Poco después de la separación de Dasfemme-ins, Maxi formó Prietto viaja al cosmos con Mariano y empezó su carrera más visible. “A los dos meses él estaba tocando en Prietto viaja al cosmos con Mariano, rompiéndola. Y todos dijimos: ‘¡La concha de tu madre!’.”

En 2010, su reencuentro artístico tuvo en principio el objetivo de trabajar sobre el material de Maxi para su proyecto solista, pero cuando surgió Lo echaron del bar, una canción de ritmo anfetamínico y atmósfera vudú, el plan empezó a tomar otra dimensión. Publicado en un EP epónimo e incluido posteriormente en el disco debut de Los Espíritus, de 2013, el tema rápidamente se transformó en un hit under, no sólo en Argentina sino también en México, donde alcanzó el puesto uno del ranking rotativo de la radio Reactor. Era la segunda vez que Prietto lograba rebote en suelo azteca. “Cuando me llamaron de la radio para avisarme fue muy loco. Teníamos solo tres canciones y ya nos estaban pidiendo que fuéramos a tocar allá”, dice Prietto. Finalmente, Los Espíritus -completan Felipe Pipe Correa en batería, Fer Barrey en percusión, Martín Fernández Batmalle en bajo y Miguel Mactas en guitarra- se está embarcando en su primera gira de diez días por México, con paradas en Aragon, Puebla Cholula, Texcoco, Guadalajara y el DF. “Somos siete, así que es toda una movida”, evalúa Moraes. “Estamos muy curiosos de ver qué pasa allá.”

Dicen que la música de Los Espíritus no busca referenciar a un tiempo y espacio específico, ¿qué les interesa reflejar en sus canciones?

Moraes: Aunque sea desde las letras, me gusta que terminen siendo una suerte de huella de un tiempo determinado, como una foto o un dibujo. Vivo el arte de esa manera, es una forma de dejar una marquita en una madera. Siempre terminan dejando un montón de pistas de cómo es la gente en determinado momento.

Prietto: Tenemos letras como la de Mares, que parece algo muy superfluo pero en realidad no lo es. Para mí tirar un poco de optimismo suma. Yo no haría canciones para morir y ser recordado de ese modo; para mí todo va a ser olvidado, todo va a terminar. Vimos tantas películas que estamos haciendo real la nuestra, y es la película con el guión más estúpido del mundo: chabones ambiciosos que se comieron todo el mundo y se quedaron sin mundo para gobernar. Ahora lo más importante es tratar de disfrutar el presente.

Canciones como Negro chico se enfocan en realidades marginales, ¿de qué modo incide este momento socio-político y económico en su música?

Moraes: No sé si le vamos a cambiar la cabeza a alguien, me parece que no. Es inevitable que uno se exprese y opine, pero como una suerte de vómito, porque si te tapas la boca te sale por la nariz. Estamos en un momento histórico como sociedad, y si estás haciendo cualquier tipo de obra está cruzada por eso.

Prietto: ¿A quién le causa gracia tener que ir a trabajar y que te hayan aumentado el bondi, que te bajen los sueldos o te echen? No es una situación graciosa para nadie. A la tele ya no la puedo ni prender porque me agarra un infarto, por el nivel de ignorancia y mala intención. El periodismo se transformó en una cosa absolutamente pornográfica. El nivel de lavado de cerebro al que están apuntando ya es patético, y que la gente se lo crea... Me parece que están tratando de tomar de tonta a gente que se deja tomar de tonta.

Siendo uno de los referentes de esta última generación de bandas independientes, ¿qué les pasa cuando escuchan que algunos músicos consagrados dan por muerto al rock?

Prietto: Creo que esa es una incapacidad de ellos para adaptarse a cosas que no entienden; quizás tenga que ver con la edad. A mí cada vez me cuesta más escuchar otras cosas, me imagino que dentro de 30 o 40 años... El que más salió a decir eso fue Charly García, y me parece muy ingenuo de su parte creer que uno va a prender la radio y a enterarse de todo lo nuevo que está pasando acá. Está bueno que todo esto sea algo generacional también, y que un viejo no lo pueda entender. Me gusta que Charly piense que el rock está muerto y que él se esté perdiendo esa joya.

LOS CLASICOS DEL ATICO

En paralelo al lanzamiento de Gratitud con Los Espíritus -y tras un nuevo regreso junto a Prietto viaja al cosmos con Mariano, proyecto que parece despertarse periódicamente y de forma imprevista-, Maxi Prietto le estaba dando forma a un disco de blues clásico inspirado en artistas como Muddy Waters, Howlin’ Wolf y John Lee Hooker. “Me concentraba en el sonido de esas grabaciones. Me mataba el sonido del piano y sobre todo de la viola, medio distorsionada, medio chota”, dice Maxi, que por entonces le colocó un micrófono de bobina a su vieja guitarra Archtop para alcanzar el timbre sucio de los clásicos. Después se juntó con Pipe Correa de Los Espíritus en batería, Miguel Tennina en piano y Damián Manfredi en contrabajo para grabar un disco con sonido ambiente y olor a madera. “Quería armar una banda, que ensayáramos hasta que las canciones sonaran, y después ir y grabar lo más rápido posible, con micrófonos de ambiente y nada más”, detalla. Prietto, que desde la tapa en sepia parece evocar los discos de género, fue grabado en vivo y en cinta en los estudios El Atic. “Está orientado hacia un disco de género, pero tampoco es estrictamente de blues”, aclara Maxi. “Tratamos de hacer un disco como si estuviéramos en otra época.”

LA DINAMICA DE LA SOLEDAD

Hasta su reencuentro con Prietto en 2010, Santiago Moraes había mantenido a la música a un costado, pero cuando arrancó con Los Espíritus su sensibilidad compositiva afloró de forma llamativa. “Fue una reconexión con la música después de unos cuantos años”, dice. “Ahí empecé a hacer un montón de canciones en mi casa, solo.” El resultado de ese impulso creativo decantó en Las canciones de Santi, su primer disco solista, grabado en soledad con el micrófono incorporado de su notebook. Son diez canciones despojadas y de estricto lo-fi que funcionan como acercamiento a la intimidad creativa de uno de las dos cabezas compositivas de Los Espíritus (ahí reposa una versión primitiva de El gato, incluida en el debut de esa banda). Ahora Moraes suele tocar estos temas en vivo solo con su guitarra o acompañado por Los Bluyines, la banda de La Plata liderada por Tomás Vilche. “Me gusta tocar solo porque puedo hacer cualquier cosa sin avisarle a nadie”, admite. “Son canciones que no las siento estáticas en un género específico o una forma de tocarlas, siento que van con el humor del momento.

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