LIZA NO SE CALLA UNA
Agitador hardcore, apicultor y ex canillita, grabó con la idea de poner peligro y lucha clasista en la música.
› Por Santiago Rial Ungaro
“Ahí viene un idealista a decirme que estoy mal/ Ahí viene un vegano a decirme que estoy mal/ Ahí viene un ateo a decirme que estoy mal. ¡Todo lo que quiero es destruir!.” Con los tapones de punta y el cuchillo entre los dientes, Liza publicó un disco de canciones de amor, locura y muerte, curiosamente actual. Fruto de la paciencia y la urgencia, esta colección hardcore y punk-rocker rescata una decena de temas de sus proyectos anteriores, como Jason Lee (compartido con el ex cantante de Los Pillos, Adrián Yanzon, que canta tres temas del disco), o vehementes combos como Nietos de Noche, Carnicería Las Nenas y Exhumados: “De todos me quedaron temas sin grabar”, explica Liza, que a los 19 años vino desde Bahía Blanca a formar una banda de rock.
En Buenos Aires trabajó de canillita y kioskero, y ahora se dedica a la apicultura. Y a destruir el rock: “El disco lo hice porque tenía ganas: no voy a relanzar mi carrera en el rock a mi edad”, dice este cuarentón corajudo que se animó a parir un disco que, por contenido y contexto, está entre los más valientes de 2016, con influencias como “Sex Pistols, Dead Kennedys, Los Pillos, Los Corrosivos y The Birthday Party”, bandas que escuchaba de chico.
Del irrefrenable impulso de destruir, del odio al rock, de chongos y asesinatos (como Villa Pineral, en el que una turba va en busca de un violador para ajusticiarlo por mano propia) tratan los temas de Liza, que en Los roqueros se despacha contra el rock, al que acusa de “burgués, mercenario, bengalero y futbolero”. Y sentencia (a muerte, claro): “Los roqueros nunca hacen paro y no eligen a sus delegados/ los roqueros en la dictadura/ grabaron todos, no tenían censura”.
Liza: “Cuando grabamos este tema en ION el ingeniero me decía: ‘¡Cómo te van a putear!’. Pero, la verdad, era más peligroso el cuerpo de delegados de la Ford que La Máquina de Hacer Pájaros: por eso los chuparon y tiraron al río. El rock no tiene conciencia de clase obrera: por eso no hay delegados gremiales y cada uno negocia por su lado. El Estado ya tiene el rock incorporado por el rock mercenario de bandas como Mancha de Rolando. Por eso el disco no tiene nombre. Hay que volver a ser peligrosos para el Estado”.
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