EROTISMO ELEVADO EN LA PANTALLA, EN BUSCA DEL IMPACTO FACIL
TV Caliente
La oferta de sexo sugerido en la televisión crece, desde “Navegando con Fede” y “El Mono Mario” a “Real World Las Vegas” y “Dismissed”, además de la escalada pasional que eleva la temperatura de “Soy gitano” y “Resistiré”. Todos tienen algo que mostrar y concretar, parece.
POR JULIAN GORODISCHER
Los chicos de Rebelde Way se bañan del ombligo para arriba en el clip de “Será de Dios”. La escena respeta el canon clásico: gotas sobre la piel, fondo de azulejos, mohínes de calentón. Lo último de lo último para volverlos excitantes es vestirlos (a ellas, pero también a ellos) con ropa ajustada, teñirles el pelo y ponerlos al borde del debut. Lolitas y lolitos construyen su esplendor en una negación absurda: “No tengo encanto”, en bombacha o en cueros. El resto es insertarse en las reglas de “la tapa” o el chimento. “Gusto porque me muestro tal cual soy, natural, con buena onda. Soy espontánea delante y detrás de cámara. Mujeres lindas sobran, hay que demostrar carisma...”, aconseja Luciana Salazar, la vecinita de Poné a Francella. Eso sí: la pechugona pide tiempo al tiempo. “Es atroz –dice la reina lolita–; no hay que apurar al cuerpo de una mujer.”
Amén de los reparos, la exigencia para ellas es el look inflado para ganarse el multitarget. Y quedarán contentos el nene y el abuelo con el imbatible de la seducción, la colegiala. A los varones (los Mambrú, los Erreway), en cambio, los diseñan a tono con la onda ambigua, o la tan mentada escalada “metrosexual”. Ronnie Arias viajó a Bariloche con un colegio en un sugestivo informe para Kaos y repartió piquitos en el baño de caballeros; la escenita fue el boom de la temporada. “Cambió la mente, y ahora ellos entre ellos se dan besitos en las habitaciones y se dedican un strip tease. Experimentan con la sexualidad, sacan la atracción por los poros, y el resto es dejar que la tele, de a poco, se atreva a mostrarlo.”
Sexo es dinero
“Te movemos el coco”, dice el Gordo Liberosky, navegador compulsivo de sitios porno, e inaugura en Much Music el momento caliente. Ahí no se esconde nada: japonesas en bolas y patinadores con el bulto marcado, ahora que Navegando con Fede se volvió abierto y pluralista, y no se limita a las “perras increíbles” sino que abre la vidriera a partes del cuerpo fetichizadas, cowboys de Bonanza para el recuerdo o animalitos. “La naturalidad excita”, dice Mariano Cohn, uno de los creadores de Navegando... El erotismo no se juega en lo perfecto sino en los comunes. A la página porno habrá que sumarle la figura del chongo, alias Mono Mario, un bon vivant que limita el sexo a unas pocas prácticas: “vivir” a la vieja en Miami, iniciar a la colegiala o sacarle guita al “bagallo”. Al Mono se le dibuja el pito parado detrás del pantalón; el mono quiere ponerla “por atrás”: es porno, grasa, chancho y chabacano. En el horror del bien pensante, está la prueba de su éxito.
Justo lo contrario al erotismo según MTV: en Real World Las Vegas –el más sexy hasta hoy– la emoción redime. Aquí falta el gay, la desnudista o el fascista de otras versiones anteriores más rendidoras, pero sobra sentimentalidad. La cámara espía bajo las sábanas, pero sólo encuentra el pase de facturas: ella dice “me diste celos”. Tan poco ardiente, pero francamente innovador, Dismissed inaugura una búsqueda frenética del beso o el piquito que apunta, solamente, a desbancar al adversario: el deseo es apenas una forma de “la quita”. El amor es mercado, el beso es la moneda, y el resto son las reglas de la venta al mejor postor. A las rubias y los modelitos se los ve seducir sin parar, regalar besos y venderse como gatitas o dotados sólo para repetir, en el backstage, la identidad de un fraude: “Preferiría –dice el perdedor o la despechada– hacer el amor con un pescado”.
Susurros y jadeos
Siempre hay opciones para el buscador de perlas: los cachetes parlantes de los culos de Televisión Abierta en Much Music, el porno soft de autor que ofreció Disputas de Adrián Caetano o el desnudo completo deltransexual que pudo verse en Kaos. Pero lo que abunda es el guionista de escenas calientes que recurre a la convención del bolero. Eternos excitados como Pablo Echarri u Osvaldo Laport demuestran la calentura con susurros y jadeos. “La sangre y el sexo significan pasión –justifica Marcos Carnevale, de Soy gitano–, y a los gitanos es necesario ligarlos a una cosa lorquiana.”
Desde Confianza ciega hasta Resistiré se impuso la escena ciega para contar el romance, y hasta la consumación entre Celeste Cid y Pablo Echarri fue un largo fundido a negro con muchos “ahhh” y “uhhh” como representación de lo salvaje del sexo. Queda claro: cuando el target se eleva a los veinteañeros, la pantalla se llena de personajes intensos, como si el sexo se redujera a unos pocos emblemas remanidos: la mirada atribulada de Julieta Díaz –tanto en Soy gitano como en el video de Maná–, o la encarnación del latin lover “grasa” (Laport, Echarri, Juan Darthés y Mariano Martínez). “¿Grasa? ¿Qué es grasa? –se queja Carnevale– ¿Por qué no dejamos de vivir para la imagen?”
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